Hay fechas que parecen fatídicas y recurrentes, sobre todo en este mes de septiembre. El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de estado en Chile; el 11 de septiembre de 2001 fue el atentado en las torres gemelas de Nueva York.
Pero la fecha del 19 de septiembre ha quedado grabada en la memoria por los recurrentes temblores: El 19 de septiembre de 1985 fue el más catastrófico, porque un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter devastó gran parte de la Ciudad de México y tuvo graves repercusiones en otros estados de la República; el 19 de septiembre de 2017 se produjo otro terremoto en los límites de los estados de Puebla y Morelos, de 7.1 grados, a 120 kilómetros de la Ciudad de México. Ayer, un sismo de 7.4, con epicentro en Coalcomán, Michoacán, volvió a estremecer la Ciudad de México y se resintió en otros muchos estados.
Aparte de las coincidencias en fecha, investigaciones científicas han demostrado que existe una conexión entre cambio climático y tsunamis, terremotos y erupciones volcánicas. Chi-Ching Liu, del Instituto de Ciencias de la Tierra de la Academia Sínica de Taipei, publicó en 2009 una investigación en la que precisó que, la reducción de la presión atmosférica que potencia a los huracanes en el Pacífico, es suficiente también para permitir que las fallas sísmicas de las profundidades de la corteza se muevan más fácilmente y liberen la tensión acumulada.
De igual forma, Shimon Wdowinski, de la Universidad de Miami, señaló que la erosión provocada por las lluvias torrenciales actúa reduciendo el peso sobre cualquier falla que se encuentre por debajo, permitiendo que se mueva más fácilmente.
Aun cuando haya escepticismo tocante a esta relación, es preciso revertir el cambio climático.
¿Revierto el cambio climático?