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La huella que imprime un buen maestro en sus alumnos es imborrable e imperecedera. Sus enseñanzas no son prioritariamente conferencias magistrales, sino profundas lecciones de vida. El alumno no es un recipiente inerte que hay que llenar de contenidos, como si fuese una alcancía -símil que Paulo Freire detestaba-, sino un ser humano que vive, vibra, piensa, siente y se desenvuelve en un mundo lleno de rivalidades, querellas, injusticias e incongruencias.
El italiano Nuccio Ordine, quien este mes fue elegido con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023 por su decidida labor humanista, ha expresado repetidamente: “Los estudiantes no son recipientes para ser llenados con nociones. Son seres humanos que necesitan, como los profesores, dialogar, interactuar y reconocerse en la experiencia vital de estar juntos para aprender”.
Ordine insiste continuamente en que solamente los buenos profesores pueden cambiar la vida de los alumnos. Sin embargo, también alza la voz para denunciar las deplorables condiciones y bajos salarios en que los maestros ejercen su labor educativa: “los cínicos y los escépticos no ven ningún problema en pagar mucho menos a los formadores de sus hijos que a los trabajadores de la fontanería”.
Una de sus mayores quejas es que actualmente todo se valora en términos de utilidad: “Ahora las buenas escuelas se miden por el número de ordenadores y recursos digitales, y no se destina dinero a formar buenos profesores. El utilitarismo ha invadido este espacio y todo se mide en función de la utilidad”.
Agregó: “el objetivo no es ya formar ciudadanos cultos capaces de entenderse a sí mismos y de entender el mundo que los rodea con espíritu crítico, sino adiestrar profesionales preparados para adaptarse a las exigencias de la producción global”.
¿Busco solamente la utilidad? ¿Aliento un cambio de vida?