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La tragedia de Ciudad Juárez sin duda revela el fracaso de la política migratoria mexicana y su sumisión a los dictados de Estados Unidos. Lo cual, por cierto, no es nada nuevo. El Estado mexicano, y no tan solo el actual gobierno, se ha puesto de rodillas ante el Tío Sam desde hace décadas. Y es que, en materia migratoria, nuestro David nunca ha podido con el Goliat del norte. Lo más grave del asunto es que no se ve por dónde cambiar de rumbo porque de ambos lados no encuentran la fórmula para darle una salida diferente a las crecientes olas migratorias. Por lo menos, a corto plazo, ninguno de los dos gobiernos modificará su política hacia los migrantes. Así que seguirá el sufrimiento de ellos, tanto de los mexicanos como de los latinoamericanos, africanos y asiáticos, que en números crecientes pasan por México rumbo al norte.
Pero los problemas de Bucareli y Avenida Juárez, las arterias donde están las sedes de Gobernación y Relaciones Exteriores, van mucho más allá de la tragedia de Ciudad Juárez, porque las aspiraciones de sus titulares para ser la corcholata destapada en 2024 se ven seriamente comprometidas. Si anteriormente las muertes del Metro crearon la mayor crisis del gobierno de Claudia Sheinbaum, las de la ciudad fronteriza lo son ahora para Adán Augusto y Marcelo Ebrard. Con el gran inconveniente para estos dos aspirantes de que el momento del destape está muy cerca, y que la responsabilidad en la política hacia los migrantes es de ambos secretarios.
Por lo pronto el señor de Bucareli busca descargar la responsabilidad de la política migratoria en el señor de la Avenida Juárez. Esa fue su primera reacción, pero Francisco Garduño, comisionado del Instituto Nacional de Migración, aunque nombrado por el Presidente López Obrador, está bajo el mando directo de Adán Augusto López, y este es el responsable inmediato de lo que se hace o no se hace en la migra mexicana.
Por lo pronto, la indignación y protesta de organismos internacionales como la ONU, gobiernos centroamericanos, dirigentes de organismos defensores de los migrantes y de derechos humanos y de la Oposición política mexicana está a la orden del día y no parece que vaya a cesar en pocos días.
Los poco más de cuatro años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador nos han demostrado que, salvo excepciones, él no despide a sus funcionarios porque lo exija la Oposición; es más, cuando está lo demanda, es cuando más defiende a los suyos aun y cuando hayan cometido graves faltas. Lo más probable es que no despida ni a Garduño, ni a Adán Augusto o Ebrard, pero lo que sí es posible es que, ante la opinión pública y los ciudadanos, bajen mucho más los momios de las dos corcholatas, debilitando el juego político sucesorio de AMLO pero a la vez favoreciendo a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México que, por lo que dicen las encuestas, a pesar de haber bajado en simpatías en la capital y el resto del País, ha superado la crisis que le produjo el grave accidente del Metro.
No obstante, Bucareli y Avenida Juárez se agarran de donde pueden para seguir aspirando a la candidatura grande. Un claro ejemplo lo vemos con Adán Augusto, cuando interviene para defender a Héctor Melesio Cuén en el conflicto con el Poder Legislativo sinaloense y con el Gobierno del Estado. Y lo defiende porque el PAS y su propietario son, en Sinaloa, los principales soportes de su aspiración a ser la corcholata selecta. Y lo defiende porque oficializa a Cuén como -lo que todos sabemos- el verdadero dirigente de la UAS al recibirlo en Bucareli para negociar con el Gobernador Rocha Moya el acuerdo para detener las movilizaciones universitarias y no crearle al Presidente López Obrador una atmósfera de agitación en su próxima visita a Sinaloa.
Al Secretario de Gobernación no le importó comprobar con la ya famosa foto de Bucareli que en la UAS no hay autonomía porque él mismo acordó llegar a acuerdos con Héctor Melesio Cuén y no con el Rector Madueña. Lo sabía perfectamente, pero si no apoya a Cuén la UAS convertida criminalmente en la base social y política del PAS se perdería como el único recurso partidario con el que cuenta en Sinaloa para sostener sus sueños presidenciales.
No deja de sorprender como abundantes comentaristas y columnistas siguen hablando de la defensa de la autonomía de la UAS, con todo y las brutales evidencias como la foto de Bucareli, cuando tal no existe, porque Melesio Cuén y su partido, son los que toman las decisiones fundamentales de la universidad. El señor de Bucareli lo ha demostrado flagrantemente en su reunión con Melesio Cuén y Rubén Rocha Moya.
El Gobernador nos dijo “acá entre nos” que “el que manda” en la UAS es su paisano de Badiraguato y que por eso se reunió con él. En términos estrictamente legales lo mejor que hubiese hecho es no aceptar ese encuentro, pero el poder de Bucareli y que este sea una de las corcholatas lo obligó a ser políticamente realista. Pero a la vez, por lo menos, la imagen de Bucareli, donde aparecen los tres hablando sobre la casa rosalina, entrega la mayor evidencia de la violación a la autonomía universitaria: “la UAS soy yo”, nos dice un sonriente Cuén.
Pero la foto se la tomaron antes de la tragedia de Ciudad Juárez. Las cosas han cambiado a partir de entonces. Adán Augusto se debilita como nunca en sus aspiraciones y, por lo tanto, en Sinaloa se debilita políticamente Melesio Cuén. Si de por sí don Augusto, como dice Madueña, era la corcholata más débil, a pesar de ser muy amigo del Presidente, ahora lo es mucho más.
El tema de la Reforma de la Ley de Educación Superior pasó a la cancha del Poder Judicial pero, por lo pronto, el principal aliado del PAS en la UAS está en la tablita.