Desde la segunda mitad del mes de diciembre hasta la primera semana de enero, nuestros paisanos migrantes que radican en Estados Unidos regresan a México a disfrutar de las fiestas navideñas con sus familiares que se quedaron en el terruño. Miles de sinaloenses regresan en sus trocas con placas de California o Arizona, llenos de regalos para sus seres queridos y dólares para repartir (remesas de bolsillo).
Los que pueden hacerlo cada año son los que tienen documentos de residencia en aquel país, muchos tienen prácticamente toda su vida viviendo allá, pero viajan continuamente a “recargar energías” cuando lo permite el calendario laboral. Por lo general estos migrantes viajan con sus familias, incluyendo sus hijos e hijas nacidas y/o crecidas en Estados Unidos. Es decir, son visitas que involucran a migrantes de primera y de segunda generación.
En esta temporada, en los pueblos de Sinaloa con tradición migratoria (que son prácticamente todos), la vida social y las actividades económicas y culturales se revitalizan. En estas localidades se celebra a diario algún evento social en las casas o en los salones de fiesta. Cualquier pretexto sirve para reunirse toda la familia.
En los hogares, estas reuniones sociales son ocasiones para fortalecer los lazos entre los miembros migrantes y no migrantes, y hacer visible la familia extensa que está dispersa durante la mayor parte del año por las actividades laborales y escolares que realizan sus miembros en distintos lugares de Estados Unidos. Son fechas en las que pueden verse y abrazarse más allá de una fría videollamada por WhatsApp o Facebook.
A esta movilidad transnacional que realizan nuestros paisanos, se le conoce como turismo de nostalgia, y ocurre por ese sentimiento de melancolía decembrina, y/o el obsesivo recuerdo del lugar de origen en el que se ha vivido por largo tiempo. Este sentimiento lo tiene cualquier migrante por sus familiares en sus lugares de origen, por sus viejos amigos, por la música regional, por la comida, etc. Aunque muchos anhelan regresar a vivir a México, la evidencia muestra que muy pocos lo hacen; ya tienen su vida hecha allá.
El turismo nostálgico de los sinaloenses en Estados Unidos se repite cada año, mientras haya migrantes y sus hijos y nietos mantengan lazos con las comunidades de origen de sus padres y abuelos.
Durante todo el año trabajan duro en un país distinto al suyo, al que se fueron para tener una mejor calidad de vida. Nunca se han olvidado de su origen, ni de los suyos, y son el principal sustento económico de miles de familias sinaloenses.
Por todo esto, son fechas en las que merecen ser apapachados por sus familiares, y tratados con respeto y dignidad por todos los prestadores de bienes y servicios que consumen durante su estancia.
En otro tema, creo que urge establecer una mesa de diálogo con el objetivo de pacificar la Universidad Autónoma de Sinaloa. Siempre he sido un firme creyente de que el diálogo inteligente puede solucionar cualquier tipo de conflicto, y en este caso no es la excepción. El tono de las manifestaciones al interior de la institución y fuera de ella, han tenido una escalada creciente en los últimos días, que solo falta una chispa para que se encienda el fuego de la violencia; cosa que nadie queremos.
Yo no sé en qué momento se rompió la interlocución, pero creo que es momento de retomar ese diálogo entre los distintos frentes involucrados en el tema, llámese Consejo y autoridades universitarias, profesores, estudiantes y Congreso del Estado. Sigo creyendo que, si cada una de las partes cede un poco, y con la ayuda de un buen interlocutor, se puede llegar a un punto medio en el que se transite hacia la pacificación de nuestra Universidad.
Es cuanto...