Barbarie o proyecto civilizatorio

    @dayan_jacobo / Animal Politico / @Pajaropolitico
    El reconocimiento de que todos los seres humanos, absolutamente todos, somos iguales en dignidad y derechos, los órganos multilaterales, el diálogo y la justicia son los ejes civilizatorios. El fracaso es más que evidente.

    El mundo de hoy es incapaz de resolver conflictos armados. La barbarie se reproduce sin que las instancias multilaterales y supranacionales creadas para tales fines sean capaces de frenarla.

    En lo que va del Siglo 21 son cuatro los genocidios que la humanidad ha presenciado de manera pasiva: Darfur y los perpetrados contra los yazidíes a manos de ISIS, los Rohingya en Myanmar y los Uigures de China. Por distintos motivos ninguno de estos cuenta con sentencias judiciales. Los ataques criminales del 11 de septiembre dieron inicio a una guerra de Estados Unidos contra el terrorismo que generó un caos en Irak y Afganistán con un costo humano elevadísimo. Cuando fue asesinado Osama bin Laden, el Presidente Obama declaró que se había hecho justicia. Perversa forma de concebir la justicia. La brutalidad de la guerra en Siria fue contenida con más violencia. La criminal invasión rusa a Ucrania contó con insuficientes respuestas internacionales. Ahora, la barbarie perpetrada por Hamás desató la barbarie israelí como respuesta. De no contenerse pronto, este conflicto puede desbordarse rápidamente.

    En distintos momentos de la historia, la humanidad ha pretendido contener la brutalidad. Estos proyectos civilizatorios (por ejemplo, el evangelio y la Iglesia, la ilustración, los Estados, las instancias supranacionales) han buscado contener el horror, pero terminan fracasando.

    El actual pacto civilizatorio nació después de la Segunda Guerra Mundial. Los garantes de este proyecto son la Declaración Universal de Derechos Humanos, la ONU que junto con el Consejo de Seguridad tienen como misión central garantizar la paz y seguridad internacional, y la Corte Penal Internacional (CPI) que tiene competencia sobre los crímenes que golpean la esencia humana (genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y el crimen de agresión).

    El reconocimiento de que todos los seres humanos, absolutamente todos, somos iguales en dignidad y derechos, los órganos multilaterales, el diálogo y la justicia son los ejes civilizatorios. El fracaso es más que evidente. Este pacto civilizatorio no cancela el derecho de las naciones y los pueblos a defenderse y resistir ante la opresión, pero eso no es una carta blanca para hacerlo de cualquier manera. Toda respuesta debe apegarse al marco establecido en el derecho internacional humanitario y el derecho penal internacional. Es importante recordar la historia. Las atrocidades nazis no justificaron la destrucción aliada de la ciudad de Dresde, por citar un ejemplo. Por ahora, el ojo por ojo sigue siendo la respuesta, los crímenes atroces son la vía frecuente para prevenir la barbarie. De allí no hemos salido.

    El horror perpetrado por Hamás y la brutal respuesta de Israel ha revivido intensamente estas discusiones. Es importante hacerlo con menos filias y fobias. Al respecto, recomiendo ampliamente las declaraciones del fiscal de la Corte Penal Internacional y de la experta independiente relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967.

    En estos posicionamientos dejan en claro que existen obligaciones morales y legales, que la solución no pasa por la inhumanidad sino por las instituciones y preceptos civilizatorios, que los crímenes de guerra y de lesa humanidad de ambos bandos son evidentes. Hablan de la necesaria observancia de los principios de proporcionalidad y distinción para la protección de civiles, de la urgencia y obligación de permitir la entrada de ayuda humanitaria y de liberar a los rehenes.

    Preocupa a la relatora que los discursos con “intenciones genocidas” se materialicen en los hechos. Desde ambos bandos se deshumaniza al oponente y se llama a “acabar con los infieles” de un lado y se hacen referencias bíblicas de Amalek del otro. Además de las implicaciones legales, el término genocidio tiene un gran peso político, moral y simbólico. Por ello es importante comprenderlo.

    En palabras de Karim Khan, fiscal de la CPI, “la ley no es opcional, es algo que nos mantiene unidos y nos aleja de las puertas del infierno”. La CPI mantiene abierta una investigación sobre la situación de Palestina desde hace varios años. Tiene competencia por los crímenes perpetrados en y desde territorio palestino por lo que, a pesar de que Israel no reconoce la competencia de la corte, puede asignar responsabilidades a altos mandos israelís y palestinos por los crímenes atroces perpetrados desde 2014.

    Khan reflexiona, “lo que vemos en el mundo es la multiplicación de conflictos y víctimas”. Es momento de apegarse a la civilidad o seguiremos en el espiral del infierno y la barbarie. Si fallamos colectivamente y se prioriza la venganza por sobre la verdad, la justicia y el diálogo, entraremos en un punto inflexión que acabe por aniquilar el proyecto civilizatorio ya moribundo. La respuesta que demos como humanidad a estos años de violencia nos llevará al torbellino de la barbarie o a reformular el proyecto civilizatorio.

    La solución no es barbarie ante la barbarie. El camino civilizatorio es el del diálogo, la construcción de paz entre enemigos, las instituciones supranacionales tanto políticas como de justicia que requieren ser fortalecidas. Regresar al espíritu de la Carta de Naciones Unidas en la que se tienen herramientas como las sanciones económicas, diplomáticas, políticas y financieras, así como a una CPI con respaldo amplio. Es momento de recordar al segundo secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld: “la ONU no fue creada para llevar a la humanidad al paraíso, sino para salvarla del infierno”.