Bajos del Norte: más que un logro científico, un legado para México
Proteger nuestros mares es esencial para asegurar el manejo sustentable de los recursos que el océano nos brinda. Los océanos son fuente y destino de vida, y el equilibrio entre ellos y la humanidad es imprescindible. Al cuidar y preservar nuestros recursos marinos honramos nuestra conexión con el mar y aseguramos su legado para las generaciones futuras.
En septiembre de 2019, comenzando mi proyecto doctoral, pude bucear en los arrecifes de Bajos del Norte. Un sitio que carece por completo de porciones terrestres o cayos que emerjan a la superficie. Su ubicación geográfica lo hace único: es el arrecife más al norte y al oeste del Golfo de México, situándose relativamente cerca del Sistema Arrecifal Mesoamericano, lo que podría permitir una interacción biológica entre estas dos regiones.
Su lejanía de la costa (270 kilómetros), lo convierte en uno de los sistemas arrecifales más remotos y aislados de México. Estas características destacan su rareza y plantean interrogantes fascinantes sobre su biodiversidad, dinámica ecológica y los desafíos de su conservación.
En aquella ocasión, encontramos el arrecife en un estado de salud excepcional: enormes colonias de Orbicella faveolata y Montastraea cavernosa convivían con corales cerebro, corales blandos, y un paisaje submarino de montañas de coral y valles de arena. La abundancia de peces era asombrosa, un espectáculo cada vez más raro de encontrar. Durante una de las inmersiones, nos encontramos con un grupo de tiburones descansando en un valle de arena, un privilegio que la naturaleza nos concedió, pero también una clara señal de que este ecosistema goza de un buen estado de conservación y la importancia de protegerlo.
Regresamos a casa, y entonces, la pandemia de Covid detuvo nuestras rutinas por más de año y medio. Mientras las ciudades enmudecían y los cielos se despejaban, la vida en el mar seguía su curso, ajena a nuestra ausencia. En las profundidades, los arrecifes continuaban latiendo a su propio ritmo.
Cuando las restricciones finalmente se levantaron, en 2021 volvimos a Bajos del Norte con un objetivo ambicioso: recabar toda la información necesaria para respaldar su declaración como un Área Natural Protegida completamente marina. El reto no era menor.
Las primeras inmersiones parecían normales, pero pronto notamos señales inquietantes. El agua estaba más caliente de lo habitual, y en algunos sitios presentaba un tono verdoso inusual, un fenómeno que asociamos con proliferaciones algales o cambios en la calidad del agua. Lo más preocupante fue un patrón que rápidamente captó nuestra atención: los corales tipo cerebro, emblemas de este ecosistema, estaban gravemente afectados. Muchas colonias habían muerto, dejando tras de sí sus esqueletos calcáreos, testigos de lo que alguna vez fue un vibrante paisaje submarino.
Las preguntas eran inevitables: ¿Qué ocurrió mientras no estábamos? ¿Qué factores afectaron a estas especies tan icónicas? ¿Hay algo que podamos hacer para remediarlo? La declaración de Bajos del Norte como Área Natural Protegida abrió una nueva puerta para abordar estas incógnitas e implementar un monitoreo constante y detallado del arrecife, permitiéndonos pasar de ser simples detectives de eventos pasados a actores directos en la gestión y protección de este ecosistema.
La creación de Bajos del Norte como un Área Natural Protegida es más que un logro de la ciencia, es un legado para México. A pesar del impacto sobre los corales tipo cerebro, este arrecife sigue funcionando como refugio para una vasta diversidad de organismos. Vertebrados como tiburones, peces perico, boquinetes y meros encuentran aquí un sitio ideal para sobrevivir, al igual que invertebrados como langostas, caracoles y corales. Su protección no sólo asegura la conservación de estas especies, sino también refuerza la conectividad ecológica entre los sistemas arrecifales del Caribe y el Banco de Campeche, actuando como la puerta de entrada al Golfo de México.
El siguiente paso es crear el Plan de Manejo para entender mejor los cambios en el arrecife y tomar medidas concretas para garantizar su protección frente a los desafíos futuros. La tarea es inmensa, pero el compromiso con la conservación de este lugar único es más fuerte que nunca.
–
El autor es Antar Pérez, especialista en Ciencias Marinas de Oceana en México