Los niños son unas auténticas “esponjitas”. Desde temprana edad absorben todo, desde nuestras expresiones y ademanes que hacemos hasta los comportamientos cotidianos que tenemos (ellos simulan cocinar, rasurarse, etc).
Es precisamente por esta calidad de atención temprana que también son capaces de captar un ambiente casero tenso, de enojo y de conductas tóxicas.
Expertos en Psicología Infantil nos advierten sobre los efectos que puede tener entre los menores el hecho de que sus padres, por ejemplo, discutan y se peleen enfrente de ellos o lo hagan en una habitación contigua (cuyos gritos generalmente atraviesan las paredes).
Debido a ello los niños pueden sufrir de efectos psicosomáticos y presentar problemas de sueño, dolores físicos y de aislamiento. “¿Acaso yo soy el culpable?”… se llegan a preguntar los hijos.
Es importante recordar que los pequeños desarrollan su carácter mirando a los padres. De nosotros aprenden la forma de hablar, de comunicarse y de relacionarse con los demás.
¿Cuántas veces hemos participado en una reunión familiar y uno de nuestros hijos tiene “la ocurrencia” de decir una mala palabra y nos exhibe? (“Pues eso lo dices muchas veces, mamá…).
Pero este es el menor de los detalles. En muchos hogares mexicanos existe hoy en día mucha tensión y enojo derivadas de situaciones generalmente económicas (no alcanza el gasto), de rivalidad de género y de pérdida de amor.
Hay padres que tienen diferencias marcadas entre ellos y que les cuesta comunicarse con asertividad o con empatía. Es por esto que dejan la comunicación a un lado y discuten sin importarle quién esté alrededor: hijos, abuelos o amistades.
Es tanta la frecuencia en las peleas que hay parejas que hacen de esto una rutina y un hábito. Hay muchas formas de discutir, pero hacerlo de forma destructiva y delante de los niños no es lo correcto.
Todos tenemos derecho a discutir con nuestra pareja. Sin embargo, si hay familia presente, lo recomendable es no hacerlo en casa, sino buscar algún lugar neutral. Cierto que las peleas estallan de repente, pero es muy importante asumir la calma, pensar en las consecuencias y buscar trasladarse a otro lado en donde no estén los niños al alcance.
Esperar el momento oportuno nos hará calmar los nervios y nos permitirá darnos cuenta que discutir en tono agresivo no es la solución. Y si llegamos a observar que peleamos de manera recurrente siempre será mejor buscar ayuda profesional.
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