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"ÉTHOS"

"Bailar con los ojos cerrados"

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    rfonseca@noroeste.com
    @rodolfodiazf

     

    ¿Cuándo comienza la senectud? ¿Cuándo se puede decir que una persona es vieja? ¿Cuál es el umbral que conduce a la tercera edad? ¿Cuándo llegan a su fin los sueños y aspiraciones de los ancianos? ¿Cuándo clausura el pasado la ventana del presente y el futuro?

    Estas preguntas parecen plantearse en el libro de Cristina Hernández, “Bailar con los ojos cerrados. Historias de felicidad más allá de los 70”, en el que narró las entrevistas que hizo a 11 personajes que siguieron campantes, exitosos y productivos en la vejez.

    El título hace alusión a Alicia Alonso (Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, de acuerdo con su acta de nacimiento), la gran bailarina cubana de ballet que siguió en los escenarios a pesar de las recomendaciones de los médicos: “O la danza o sus ojos”.

    Tenía 19 años cuando se le diagnosticó desprendimiento de retina. Con el tiempo quedó parcialmente ciega y bailaba con el apoyo de sus compañeros, pues tenía grabados mentalmente los pasos y espacios.

    Cristina Hernández inició con un epígrafe de Joseph Joubert: “El crepúsculo de una vida cabalmente vivida trae consigo su propia lámpara”.

    Sí, Alicia Alonso tenía una lámpara incandescente que la llevó a ser considerada “Prima Ballerina Assoluta”, sobre todo después de sustituir a Alicia Márkova en 1943, en una función de Giselle en Nueva York.

    Consideró que los tres ballets que marcaron su carrera fueron: Giselle, Carmen y El lago de los cisnes. Después de hacer escuela y ayudar a nuevas generaciones de artistas, en 2015 el gobierno de Cuba puso su nombre al Gran Teatro de La Habana. Falleció el 17 de octubre de 2019, a los 98 años, aunque ella siempre bromeó diciendo que quería vivir 200.

    ¿Mantengo vivas mis aspiraciones?