10 años de la triste noche de Iguala.
10 años de que se abrió una herida profunda en el corazón de los familiares de los desaparecidos, que sigue sin cerrar y que todos los días lastima.
10 años en que las familias han tenido que lidiar con la ambivalencia y la incertidumbre inherentes a la desaparición de un ser querido.
10 años en que los padres y las madres han resistido la versión oficial conforme a la cual los 43 habrían sido incinerados, todos juntos, en un basurero, pese a que la evidencia científica no respalda esta versión.
10 años en que los familiares, y con ellos la sociedad entera, palparon el horror y la deshumanización que ha generado la violencia en México, que sigue aquí, incólume.
10 años de documentar con azoro la profundidad de las redes de macrocriminalidad en regiones de México donde la línea divisoria que debería separar a la criminalidad del Estado ya no existe.
10 años de constatar los niveles de corrupción de las policías y los políticos.
10 años de topar con la opacidad castrense y el creciente empoderamiento militar.
10 años de investigar las redes criminales implicadas en el trasiego trasnacional de drogas hacia los Estados Unidos.
10 años de aguantar la negligencia de las instancias de atención victimal creadas por el Estado.
10 años de buscar en los cerros y los campos posibles sitios de paradero, encontrando más de 200 cuerpos inhumados clandestinamente en los alrededores de Iguala.
10 años de escuchar a las y los estudiantes de las normales rurales defender su modelo pedagógico para acercar la educación a las comunidades más marginadas.
10 años de ver por la salud de los padres y de las madres, pues ya se adelantaron en el camino Doña Minerva, Don Tomás, Don Saúl, Don Venado y Don Ezequiel.
10 años de conquistar centímetro a centímetro tramos de verdad.
10 años de perseverar y aferrarse a la vida de Aldo Gutiérrez Solano, que se encuentra en coma desde el 26 de septiembre de 2014.
10 años de desafiar la negación de la crisis de desapariciones, para exigir mecanismos extraordinarios y efectivos de investigación penal, de registro, de búsqueda y de identificación forense.
10 años de observar a muchos funcionarios indolentes que se alinean a la instrucción presidencial y a unos cuantos servidores públicos que defienden la verdad.
10 años de contar con el invaluable apoyo de las instancias internacionales de derechos humanos -como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, el Equipo Argentino de Antropología Forense- para señalar los obstáculos que impiden conocer la verdad.
10 años de conocer lo que se ha querido ocultar gracias al periodismo, a los documentales, a los reportajes.
10 años sentir por medio del arte y la cultura, a través de la plástica, los antimonumentos, la literatura, la danza, el teatro, el performance, los dolores del México violento que nos ha tocado vivir a esta generación.
10 años de oír a la academia esforzarse por entender mejor a la violencia para erradicarla más efectivamente.
10 años de escuchar rezar, pedir e invocar, desde los más diversos credos, por las comunidades de fe que se han movilizado para apoyar a las víctimas.
10 años de compartir muestras de solidaridad con las familias, de quienes les abrieron la puerta de su casa o compartieron con ellos y ellas el pan y una palabra de ánimo.
10 años de soñar con que es posible un país en el que las y los jóvenes no sean asesinados; de anhelar una patria menos violenta y más acogedora donde sólo desaparezcan la indiferencia y la impunidad.
10 años de nombrar a Abel, Alexander, Adán, Abelardo, César Manuel, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, Christian Alfonso, Cutberto, Dorian, Christian Tomas, Giovanni, Everardo, Felipe, Emiliano, Jorge Luis, Jorge Antonio, Jonás, Israel, Jorge Aníbal, Jesús Jovany, Jorge, Israel, José Ángel, José Luis, José Eduardo, José Ángel, Leonel, Luis Ángel, Magdaleno Rubén, Jhosivani, Julio César, Luis Ángel, Mauricio, Miguel Ángel, Miguel Getsemany, Marcial Pablo, Marco Antonio, Miguel Ángel y Saúl. También a Julio César, Daniel y Julio César. A Aldo y a Edgar. Y con ellos a las y los más de 100 mil desaparecidos que le faltan al País.
10 años en que los padres y las madres han logrado sostener una digna exigencia de esclarecimiento, movidos y movidas por el amor a sus hijos.
10 años de protestar, de marchar, de interpelar, de organizar, de exigir. 10 años de condolernos. 10 años de dignidad. 10 años de Ayotzinapa.
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