Los ciudadanos y la sociedad en general se preguntan, ¿por qué el Gobierno, con tanta fuerza y recursos, no ha podido controlar a la llamada delincuencia organizada y no ha logrado proporcionar a la sociedad un entorno seguro? En cierta forma, la respuesta está precisamente en que la delincuencia sí está organizada y la autoridad no parece estar a la altura en organización y coordinación, para enfrentar a las diferentes bandas y carteles.
Se criticó la estrategia de Felipe Calderón de enfrentar a la delincuencia con toda la fuerza del Estado, teniendo como objetivos: bloquear las rutas del dinero, de las drogas y de las armas, además de aprehender y atacar a los principales cabezas de los cárteles, faltó en la estrategia lograr la participación de las autoridades estatales y municipales, entre otras causas, porque estaban muy infiltradas por la delincuencia; y si a lo anterior se agrega que la misma sociedad propiciaba la presencia de los delincuentes, integrándolos a la vida familiar, empresarial y social, dificultó mucho más el combate a los delitos del tráfico, producción y consumo de las drogas. En las circunstancias actuales no se puede retirar al Ejército de las calles, pero sí poner un límite en el tiempo para sustituirlo por los policías civiles.
Hay que aclarar que fue la delincuencia la que declaró la guerra al Estado, con el aumento de los delitos y asesinatos, además de que siempre han tenido un método, basado en “la guerra de guerrillas” y cuentan con organización, armas, dinero y gente muy fiel. No combaten al Ejército enfrentándolo abiertamente, sino que están aquí y allá, en todas y en ninguna parte, en pequeños grupos, están en calles y caminos, sin que se sepa en dónde realizarán los próximos golpes.
La historia muestra que ningún ejército ha triunfado en una “guerra de guerrillas”, como lo demuestran los fracasos de Rusia y Estados Unidos en Afganistán y de Estados Unidos y Francia en Vietnam, derrotados a pesar de todos sus recursos.
Sin embargo, la sociedad exige que la autoridad actúe para detener la ofensiva de los cárteles y otros delincuentes. No es posible aplicar la política de “abrazos no balazos” y menos llegar a acuerdos con los delincuentes, por lo que se debe seguir bloqueando las rutas del dinero, de las drogas y de las armas y combinar los puntos fijos de control con el patrullaje y seguir neutralizando a las cabezas principales para desorganizar las bandas.
Ha sido un grave error permitir que los convoyes del Ejército “llevaran”, precediéndolos y en las retaguardias, a los llamados “punteros” o “halcones”, que iban informando a sus jefes sobre la dirección y fuerza de los operativos; todo mundo sabía de la presencia de esos informantes y la autoridad los dejaba actuar.
Siempre se ha hablado de depurar las fuerzas civiles federales, estatales y municipales, pues los delincuentes se infiltran en cualquier momento por medio del soborno, del miedo o como empleados; lo cierto es que se requiere la colaboración de las buenas policías estatales y municipales, pues son los policías y agentes locales los que saben y conocen a los delincuentes más comunes y saben de los domicilios donde hay drogas y “casas de seguridad”, detalles que el Ejército no tiene manera de conocer.
Se requiere con urgencia un completo Sistema Nacional de Inteligencia, pues hasta ahora no se sabe quiénes son los que atacan, ni los que asesinan y tampoco quiénes son los asesinados, los desaparecidos y los extorsionados; la autoridad sólo “reacciona” después del delito y todo queda en “los expedientes”, en los ministerios públicos y en los tribunales, o sea, en la impunidad.
Con Felipe Calderón se logró equipar el Centro Nacional de Inteligencia de alta tecnología para localizar delincuentes y grupos sospechosos. El Presidente Peña Nieto continuó con la estrategia, pero sólo a medias, por lo que de nuevo aumentó la delincuencia y sus delitos. López Obrador “satanizó” la metodología diciendo que era sólo “un montaje”, que no servía, por lo que le restó recursos y atribuciones con su política de “abrazos no balazos”.
El sistema de inteligencia enlazaba información de todas las dependencias gubernamentales: del Registro Civil, del INE, de Hacienda, del Registro Público de la Propiedad, de las direcciones de tránsito y de las policías, del IMSS e ISSSTE y del sistema bancario, en tal forma que cualquier actividad quedaba registrada y si era sospechosa de ilegalidad, se podía prevenir y perseguir.
Pero todo esto ya se perdió y estamos como estamos.
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