Acorralados por la inminente derrota jurídica y moral, el grupo que controla la UAS entró en una peligrosa fase de hostigamiento, persecución y represión contra maestros disidentes.
La perversidad llegó a límites insospechados. Esta semana nos enteramos que fue despedido de manera ilegal el profesor José Antonio Chávez Sevilla de la Facultad de Derecho, integrante del Movimiento Democrático Universitario.
A petición del director de su propia escuela, al maestro Chávez se le fincó una investigación administrativa por compartir en sus redes sociales un video de protesta, y por repartir volantes con información política que supuestamente daña la imagen de la institución; lo cual derivó en juicio sumario y en la finalización anticipada y arbitraria de su relación laboral.
A los directores de todas las unidades académicas de la UAS les han dado la orden de armar expedientes, incluso con documentos apócrifos, para incriminar a los maestros que consideran, ya no sus compañeros de trabajo, sino sus rivales.
Eso ocurre en la Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas, en donde a dos profesores se les notificó de una investigación en su contra en la que se amenaza con despedirlos. Se trata de la doctora Miriam Nava Zazueta y del maestro y Diputado Sergio Mario Arredondo, que en el Congreso encabeza los llamados por la transparencia.
Hoy en la UAS existe una criminalización selectiva de la protesta. Por un lado se tolera y hasta se fomenta que cientos de maestros falten a sus responsabilidades de trabajo, dejando las aulas vacías, con tal de que apoyen las manifestaciones en los juzgados y las marchas en defensa de las autoridades acusadas de corrupción. En cambio se persigue, difama e intimida a las voces libres que denuncian.
Muy diferente el trato que reciben los que dicen defender la autonomía, y que protestan con toda tranquilidad, sin represión y sin censura, y con la certeza de saber que su cheque llegará intacto cada quincena porque el gobierno del estado, como cada año ya les aprobó un aumento al presupuesto.
Se dicen perseguidos, pero gozan de tanta libertad de acción, que se permiten suspender clases, tomar el Congreso, interrumpir sesiones legislativas, e impedir el informe de gobierno, con la absoluta seguridad de que no se les va a coartar su derecho a la manifestación. Qué bueno que así sea.
Se les tolera y se les escucha, sus acusaciones transcurren por medios judiciales, en audiencias que son públicas. Ellos, por el contrario, actúan con alevosía y sin contemplaciones, sin piedad y sin prudencia, obedientes y diligentes.
“La justicia sobre la fuerza es impotencia, la fuerza sin justicia es tiranía”, Blaise Pascal.
Si lo que el Frente Amplio por México busca en Sinaloa es mostrarse como una alternativa democrática a los excesos en el ejercicio del poder en los que ha incurrido Morena y la Cuarta transformación en los últimos años, váyanles avisando a los del PRIAN que eligieron mal a sus representantes.
Con qué cara les será posible abanderar la lucha contra el autoritarismo, la corrupción y la salvaguarda de la división de poderes y los contrapesos políticos, si a la ciudadanía le piden votar por quienes simbolizan todo eso que dicen combatir.
En el imaginario colectivo, Héctor Melesio Cuén Ojeda junto con el Partido Sinaloense han caído en el descrédito absoluto. Nadie los toma en serio. Por el contrario, la sociedad y la justicia formal ya les reclama por el uso faccioso de la universidad, el desvío de recursos, y el enriquecimiento ilícito de líderes y familiares cercanos a su movimiento.
Y en el caso del ofrecimiento de una candidatura para Mario López Valdez, de qué tamaño será el extravío en la brújula de la decencia de estos partidos, cuando pretenden resucitar a un político como Malova, cuya administración se le vincula con una época oscura de corrupción, violencia e impunidad.
Cosas que tienen en común Cuén y Malova: el más cínico oportunismo, la falta de lealtad política, la ambición desmedida de poder, un pésimo historial en la función pública, pero sobre todo, el repudio de los sinaloenses.