Hay un tramo sobre del malecón de Mazatlán que está a punto de rendirse a la incesante transformación urbana que destruye todo lo viejo para hacerlo más rentable y lucrativo. Es la Playa Norte, una zona donde todavía quedan remanentes de una ciudad folclórica y popular que hoy está siendo estilizada por el ánimo empresarial que tiende a uniformar los espacios para luego incorporarlos al mercado.
Playa Norte es uno de los lugares más antiguos y singulares de la ciudad. Inicialmente se le llamaba Bahía de San Félix, y ahí estuvo localizado el primer puerto de Mazatlán, en un tiempo donde todavía no había muelles, y los barcos eran fondeados frente a las islas, para luego descargar sus mercancías en lanchones que arribaban a esa pequeña ensenada de aguas tranquilas y que ahora también se le conoce como Puerto Viejo.
En la década de los treinta del siglo pasado, se localizó ahí mismo un pintoresco balneario que era abarrotado por los mazatlecos, principalmente en los días santos. En aquel tiempo el margen de playa era mucho mayor, y sobre la arena se hallaba un restaurante que se prolongaba hacia una terraza de madera donde se colocaban mesas y paraguas para los paseantes más elegantes que iban vestidos de ropas blancas y sombreros. El resto de los bañistas buscaba una sombra bajo los pilares de la terraza para convivir y refrescarse junto a las tenues olas de la bahía.
Luego, la construcción de la Avenida del Mar permitió la incursión a nuevas playas sobre el malecón, y así, con el tiempo, la popularidad del antiguo balneario decayó entre las clases adineradas que utilizaban el automóvil para explorar áreas más apartadas, lejos de la muchedumbre. Aun así, la Playa Norte continuó siendo un lugar de reunión, alegre y dicharachero, sólo que con un carácter social diferente.
En los años sesenta y setenta fue la playa predilecta de los jóvenes de la Colonia Reforma y la Colonia Montuosa, asentamientos precarios que surgieron con la migración del campo y conforme aumentaba la población y la mancha urbana se extendía, mostrando ya los signos de la marginación moderna.
También por esas fechas fue dragado el Canal de Navegación, y por esa razón un grupo de pescadores de Playa Sur tuvo que reubicar en Puerto Viejo su atracadero de pequeñas embarcaciones, reforzando con su presencia el folclor de esa zona que hizo suya la clase trabajadora.
Y así, con el paso de los años, la cultura mazatleca se enriqueció con las costumbres que se generan por la convivencia de quienes residen, frecuentan y trabajan en la Playa Norte. En los meses de primavera, la zafra nocturna de pajaritos es todo un acontecimiento que se hace notar por las decenas de embarcaciones iluminadas frente a la bahía oscurecida, y por las multitudes que se arremolinan muy temprano en la mañana para esperar los pequeños peces que se utilizan para elaborar un platillo tan típico en la ciudad.
La particularidad de la Playa Norte es que concentra un repertorio de actividades diversas sin una funcionalidad artificialmente orquestada. Es un espacio reducido de alrededor de 200 metros que aglomera un embarcadero, un gimnasio frente al mar, un club de natación, una cancha deportiva, tiendas, cantinas, restaurantes, y un parque en medio de casas todavía habitadas por sus propietarios. En las inmediaciones también hay un teatro, un hospital, un mercado y un centro de investigaciones de la universidad.
La prevalencia del carácter popular de Playa Norte se debió al poco interés que despertó esa parte ruinosa de la ciudad, en comparación con el ímpetu hotelero de la Zona Dorada y la Marina. Más tarde las inversiones se enfocaron en rescatar el Centro Histórico por su valor cultural, y recientemente Olas Altas se reveló también como una importante atracción turística llena de bares y restaurantes.
Hoy la Playa Norte, con toda su cultura, está en riesgo de desaparecer. A principios de este año un empresario restaurantero, dueño de El Muchacho Alegre, decidió ampliar su establecimiento que está ubicado en el corazón del Puerto Viejo. Ante la inconformidad de la comunidad, por los posibles daños al entorno, el Ayuntamiento, como era de esperarse, se deslindó de toda responsabilidad y hasta justificó la extensión del restaurante diciendo que la zona necesita mejoras porque está un poco descuidada. Esto lo dijo el Director de Planeación y Desarrollo Sustentable, Jorge Estavillo Kelly, como si su función no fuera la de mejorar la infraestructura urbana tomando en cuenta los intereses de toda la ciudadanía.
Pero la indignación mayor radica en que el dueño del Muchacho Alegre, Ricardo “El Pity” Velarde es el actual Secretario de Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Mazatlán, haciendo notar un conflicto de interés y hasta un caso alarmante de corrupción que el Gobierno del Estado debe investigar. Según las autoridades municipales, el permiso lo otorgó desde el 2018 el delegado de la Semarnat, Jorge Abel López Sánchez, un político priista que representa todo lo que alguna vez Morena dijo combatir, pero que ahora aceptan como legítimas todas sus licitaciones. Por eso ya mucha gente no cree en la legitimidad de la Cuarta Transformación. Porque al menos en Sinaloa, y en especial en Mazatlán, resultaron ser igual de transas que los que había antes.