Cuando se me invitó a colaborar en El Universal todos los miércoles, inmediatamente acepté porque se me vino a la mente que todos los que de una u otra forma hemos sido protagonistas de esta enorme crisis que padece el País seremos juzgados duramente por el pueblo.
Pienso, pues, dedicar una serie de cuatro o cinco artículos a explicar algunos de los hechos relevantes en la vida del País, en los cuáles tuve qué opinar como presidente de la Coparmex en el periodo de 1978-1980 y como actual responsable del Consejo Coordinador Empresarial en el último año y medio.
Empezaré a hacer una brevísima remembranza de lo ocurrido al final de 1976 cuando los ataques al sector empresarial estuvieron a la orden del día, propiciando incertidumbre y desconfianza. Siempre hemos sostenido que el mejor lubricante para cualquier economía, del signo que sea, es la paz o tranquilidad en el orden y, por ende, el buen político es aquel que sabe proporcionarla armonizando a todos los sectores o grupos para que éstos puedan desarrollarse integralmente, no solo en lo económico, sino también en lo familiar y lo cultural; en lo político y lo social.
Al tomar posesión el licenciado José López Portillo, retorna la paz y la confianza al País. Inicia la Alianza para la Producción y nos motiva diciéndonos que LA SOLUCIÓN SOMOS TODOS. Es importante recordar lo anterior y bien valdría la pena que psicólogos, antropólogos y politólogos estudiaran lo acontecido para explicar la forma en que López Portillo asumió el poder, buscando afanosamente la unidad, y lo entregara en un clima de división.
Pero quizá la frase del Presidente que me impresionó en su discurso de toma de posesión -la cité al iniciar mi discurso en el cincuentenario de la Coparmex- porque llenaba mis anhelos de concordia para el País, fue aquella frase que dice:
“Comprender que toda realidad está hecha de contradicciones; entenderlas como problema es nuestro imperativo; optar por resolverlas por destrucción y aniquilamiento de los opuestos o por integración y equilibrio dinámico. Definir si la lealtad a la clase, al gremio, o al interés parcial, son compatibles con la lealtad a México”.
Si entendemos por solidaridad la capacidad de conjuntar nuestras voluntades por encima de nuestras diferencias y a pesar de las divergencias, la frase del Presidente es una verdadera invitación a la solidaridad y un rechazo a la lucha de clases.
El Presidente, como político, supo al principio de su mandato proporcionar la paz al pueblo y nos unificó a todos en la Alianza para la Producción.
Al igual que casi todos los mexicanos, los conceptos antes señalados me convencieron y, lleno de emoción y patriotismo, espíritu creador y deseo de ser útil, presenté mis planes para invertir más, trabajar más y aportar algo en la reconstrucción de mi País.
A los tres días de haber tomado posesión de la Confederación Patronal de la República Mexicana, acompañé al señor Presidente de la República en su avión a la firma del convenio de la Alianza para la Producción en mi estado natal: Sinaloa. Era tal mi emoción, que los compromisos que contraje de ampliar la división aceitera de Arrocera El Palmito, reinvertir las utilidades generadas en la granja porcina Paralelo 38, ampliar la fábrica de Plásticos Industrias de Culiacán, etcétera, fueron criticados como exagerados por otros empresarios y por los coordinadores del programa. Sin embargo, todo se hizo, y algo más que no estaba planteado. Las pruebas están a la vista.
Al ver la gran concentración del pasado 3 de septiembre, donde se separó a los mexicanos en buenos y malos, donde se olvidaron las frases integradoras de los opuestos y aquella otra: “quiero convencer y no vencer”, me pregunto: ¿qué pasó?, ¿en dónde estuvo mi error?, ¿será posible unificarnos una vez más haciendo a un lado los deseos de aniquilamiento que desgraciadamente prevalecen en algunos compatriotas?
Quizá todo empezó, cuando menos para mí, a los pocos días de llegar a Coparmex, cuando un asesor de la Presidencia nos invitó a los dirigentes empresariales y nos dijo que nos convocaba para que lo ayudáramos a pensar en qué íbamos a hacer en la abundancia; que la riqueza petrolera del País era tan enorme que pronto, antes de que terminara el sexenio, estaríamos exportando capitales al igual que los Emiratos Árabes.
El shock fue enorme. Me asustaba la actitud ante la esperada riqueza y pronto empecé a decir en mis discursos y declaraciones que no conocía a alguien que se hubiera sacado la lotería y le fuera bien; que la riqueza era algo que debía asimilarse con madurez, responsabilidad y previsión, porque de otra forma nos haría daño, como a los nuevos ricos, muchos de ellos derrochadores, dispendiosos, corruptos e irresponsables.
¡Cuánto hubiera deseado haberme equivocado!
Miércoles 3 de noviembre de 1982
Durante su trayectoria política y empresarial, Manuel “Maquío” Clouthier escribió numerosos artículos de opinión, que se publicaron en su momento en el diario El Universal, y en los que vertió conceptos y reflexiones que continúan vigentes hoy más que nunca.
Por eso en Noroeste iremos replicando algunos de esos escritos, en un espacio al que hemos titulado Letras de Maquío.