Las computadoras aprenden, pero no como los humanos.
Volviendo al tema de la Inteligencia Artificial (IA), de la cual hoy tanto se habla (nos atemoriza), y continuando el diálogo con el asesor filosófico de nuestra firma, quiero esta vez tocar el tema de si las computadoras (ordenadores) aprenden.
Las computadoras o supercomputadoras funcionan ejecutando las instrucciones con las que se las ha programado; y aunque propiamente no deciden, parece que lo hacen, porque “deciden” con los criterios programados aplicándolos a datos o información que reciben de afuera, con resultados que a veces ni siquiera imaginábamos.
Si le programamos que nos pida un número y que haga algo con él, y lo hace, es muy claro que la decisión fue del programador, y no de la computadora, porque la decisión (ejecución) programada era muy directa, muy obvia.
Y si luego le pedimos que con los primeros resultados haga una segunda cosa, la acción del programador ya no es tan directa ni tan obvia, sino algo remota.
Y si luego con los nuevos resultados le pedimos que haga una tercera cosa, la acción del programador es más remota y menos obvia. Y así, podemos pedirle que con los ulteriores resultados haga más y más cosas, de modo que la acción del programador sea cada vez más remota y los resultados menos obvios.
Se puede llegar a que las acciones del programador o de los programadores sean tan remotas que parezca que una supercomputadora obra por propia cuenta: que decide, que escribe, que piensa, etcétera, cuando la realidad es que sólo “decide”, “escribe”, “piensa”, etcétera, porque quienes decidieron, escribieron y pensaron fueron los programadores, pero muy remotamente.
Las computadoras ejecutan las instrucciones programadas de manera rutinaria. Algunas de esas rutinas ejecutan procesos determinados (se llaman algoritmos). Y lo usual es que un programa o rutina principal requiera ejecutar un mismo algoritmo muchas veces. Y para no estar repitiendo ese mismo código (instrucciones) muchas veces, se lo coloca en una sola subrutina, a la cual la rutina principal se desvía, ejecuta la subrutina y luego vuelve a la rutina principal (se dice que la subrutina es “llamada”, y luego vuelve a la rutina que la llamó).
Las subrutinas pueden ser llamadas desde cualquier parte del programa, incluso desde otras subrutinas. Y las computadoras pueden incluso llamar a subrutinas que estén en otras computadoras (enormes salones de supercomputadoras conectadas en red). De tal forma, se pueden generar tejidos o redes de programación tan complejas y tan remotas de sus programadores (algunos quizá ya muertos) que se ha terminado por llamarlas “redes neuronales”.
Entonces se tiene la fuerte impresión de que esas supercomputadoras piensan por sí mismas, porque no sabemos bien lo que sucede en su interior, como tampoco sabemos bien lo que sucede al interior del cerebro humano; pero la realidad es que quienes piensan son sus muy remotos o incluso muertos programadores. Tales redes neuronales son a la fecha los más complejos sistemas expertos, y no auténtica IA. Pero a fin de llamar a todos esos sistemas expertos de una manera genérica y simple se usa la expresión IA, aunque realmente no sea tal; es sólo una cuestión terminológica sin importancia.
Sin embargo, dichos sistemas expertos son tan eficientes que realmente aprenden. Es lo que se llama machine learning, y más a fondo deep learning. En efecto, si la supercomputadora Deep Blue juega mejor ajedrez a medida que más y más juega, es obvio que aprende a jugar mejor a partir de los datos de tanto jugar.
Hay una diferencia entre el aprender humano y el aprender de las computadoras. El aprender humano es general y autónomo, es decir, se da en todos los campos, mientras que los sistemas expertos sólo aprenden en los campos que se les indica y usando las herramientas que se les proporciona. El hombre maneja conceptos y razona con su intelecto y talento. Las computadoras manejan muchísimos datos con su llamada fuerza bruta.
Habrá que abundar sobre esto en otro artículo.
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Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.