Por encima del caos de las calles
con sus caídos pozos
el asfalto lanza su quejido al ser desmoronado
y el ruido de las máquinas huye despavorido
entre el sonido ensordecedor que busca al eco del día.
Por esas calles en ruinas,
por esa ciudad agonizante,
despedazadas en sus delgados cuerpos
y semi maquilladas en sus caras
caminan lentamente los mazatlecos
con hastío absoluto
por la tardanza y logística
de tan costoso proyecto.
Solo el Sol extiende sus brazos tropicales
y abraza con cálida ternura
a la remodelación de la ciudad
con palmeras que se mueven
condecoradas por el viento,
por ciclovía que serpentea
por el remozado malecón
que pretenden ser una reliquia
para postales y tianguis de turistas.