Bajo el resplandor esperanzador de las luces navideñas, nos preparamos para darle la bienvenida al 2025, dígito que nos recuerda que ya consumimos un cuarto del primer siglo del actual milenio. El nuevo milenio, al que antes de su arribo, se le pronosticaban optimistas expectativas acerca del nacimiento de una nueva actitud de la humanidad, con individuos más abiertos a la fraternidad, lo cual, se decía, propiciaría el arribo de la concordia universal.
Tal expectativa, sin duda, fue ensoñadora, ya que, a la fecha, no se ven por ningún lado señales de que nos encaminamos por la vereda para la realización de tan grande aspiración. El egoísmo continúa marcando supremacía entre la sociedad y los gobernantes, amantes de los conflictos bélicos, mantienen en vilo la paz universal.
Pero a pesar de todo, sigamos con la esperanza de la armonía social, cultivando en nosotros mismos y dentro de nuestro núcleo de influencia, una actitud de respeto hacia nuestros semejantes y hacia el patrimonio común.
Venga pues, el conteo numérico de este nuevo año que está por iniciar y que al deseo de cambio le emparejemos, con disciplina, el esfuerzo requerido, recordando el dicho de que mientras haya vida hay esperanza, mismo que también precisa el escritor peruano, Julio Cortázar con la siguiente frase: “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”.
Y el pensamiento resiliente de Cortázar me lleva a citar algunas frases de notables, adecuadas para la inminente celebración del cambio de calendario.
Inicio el desfile de sabiduría transcribiendo un fragmento del poema Feliz año nuevo para mi patria en tinieblas, de la autoría del celebrado poeta chileno Pablo Neruda, muy ad hoc a la intranquilidad que los sinaloenses estamos viviendo: “... Feliz año nuevo para mi patria en tinieblas. Vamos juntos, está el mundo coronado de trigo, el alto cielo corre deslizando y rompiendo sus altas piedras puras contra la noche; apenas se ha llenado la nueva copa con un minuto que ha de juntarse al río del tiempo que nos lleva. Este tiempo, esta copa, esta tierra son tuyos: conquístalos y escucha como nace la aurora.”
La celebración de la llegada de un nuevo año, nos debe mover a tomar el pasado como lecciones aprendidas y no como cadenas que nos inmovilizan a estar mirando por el retrovisor de nuestra vida. En ese sentido, el teólogo español Enrique Miret Magdalena, escribió lo siguiente: “Lo que tenemos que hacer es crear un mundo mejor, sin lamentarse de lo que pasó. Los recuerdos solo me sirven para no repetir lo mal hecho, no quiero perder el tiempo en repetir lo que ya pasó, sin fijarme en el futuro que está en mi mano.”
Ellen Goodman, es una destacada periodista estadounidense y al respecto de las doce campanadas que anuncian la despedida del año viejo y el arribo del nuevo, escribió la siguiente frase poderosa: “Pasamos el 1 de enero recorriendo nuestras vidas, habitación por habitación, elaborando una lista de trabajo por hacer, grietas por reparar. Tal vez este año, para equilibrar la lista, deberíamos caminar por las habitaciones de nuestras vidas... no buscando defectos, sino potencial.”
Año nuevo, tiempo de reflexión, de plantearse propósitos con los pies plantados en la tierra, de hacer un análisis de nuestra hoja de resultados, de invocar por salud y armonía; de antemano les digo: ¡Feliz año nuevo!
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