Aunque no ha dado señales de promover la bicicleta, debo reconocer que Jesús Estrada Ferreiro, Alcalde de Culiacán, ha dado señales importantes de atender la prioridad de los peatones en la ciudad al grado de proponer que en Culiacán el 2022 será “el año del peatón”. Otros signos importantes de su preocupación han sido los cruces seguros a nivel de banqueta, la eliminación de puentes “anti-peatonales” y los reiterados intentos de ampliar el espacio para caminar en el centro histórico.
La labor es titánica. No es solo de un Alcalde o de una administración gubernamental. Esta es tarea de toda una sociedad que aún nos cuesta mucho trabajo aceptar la prioridad ciudadana y toleramos escenas urbanas como la de una persona con un bebé en brazos o con niños de la mano esperando largo tiempo bajo el sol hasta encontrar el momento de poder cruzar la vialidad con relativa seguridad. O la persona de edad avanzada o en silla de ruedas que requiere desplazarse por la calle debido a que las banquetas están obstruidas o peor aún, modificadas para facilitar el eventual momento en que una persona necesita acceder en su automóvil a su propiedad y para lo cual decidió transformar la banqueta en una lisa rampa de azulejo.
Modificar las banquetas lo prohíbe claramente el Reglamento de Construcción de Culiacán que cita en el artículo 20 “Los cortes y rampas en banquetas o guarniciones para entrada de vehículos a los predios no deberán entorpecer ni poner en riesgo la integridad física de los peatones” y además, en el artículo 22 exige que “las banquetas deberán tener un ancho mínimo de 2.00 metros y una pendiente transversal mínima de 2 por ciento” (no una rampa). Esta mínima pendiente no entorpece el caminar de los peatones en la banqueta. Solo aplicar el reglamento implicaría reconstruir toda la ciudad a favor del peatón.
Un derecho fundamental para una ciudad es garantizar el libre desplazamiento de las personas (caminando, no en automóvil) sin correr peligro. La arquitectura y el diseño del espacio público tiene mucho que aportar aquí. Cuanto más se piense y favorezca a quienes van caminado de un lugar a otro, más se aportará a la ciudad. Arquitectos, Ingenieros, autoridades y sociedad hemos sido cómplices de la ausencia de esta condición en Culiacán.
Izaskun Chinchilla, en su reciente libro La ciudad de los cuidados describe que la movilidad de los peatones está severamente limitada, no solo por las distancias, sino, principalmente, por la continuidad. “Mientras que el espacio para el vehículo se concibe como un continuo de calles, autopistas, avenidas y bulevares” dice, “los peatones encuentran de forma permanente barreras infranqueables”. La ciudad de los cuidados, en este sentido, “debe estructurarse en torno a un tejido peatonal continuo, apto sin duda para bicis y otros vehículos de bajo impacto, pero que reserva la mejor conectividad al peatón y garantice la accesibilidad universal”.
En otro apartado de su libro, la arquitecta Chinchilla se refiere a la niñez, como un grupo de población al que se le niega la ciudad, por lo menos con la autonomía que merecen. Ella destaca que “lo óptimo para el desarrollo cognitivo de las y los niños sería comenzar a hacer en la ciudad pequeños itinerarios independientes a la edad de 4 años”. Evidentemente esto no sucede. Actualmente en ciudades como Culiacán esto comienza a suceder cuando entran a la adolescencia. Podemos justificar (con toda razón) motivos de riesgos de seguridad vial y de la integridad física y emocional de las y los niños ante lo que Izaskun cuestiona ¿merece la pena retrasar el desarrollo cognitivo de toda la población de una ciudad para que un porcentaje pequeño de la misma pueda ir en coche a trabajar?
Una fuerte denuncia al respecto es la que expone el pedagogo Francesco Tonucci en una de sus múltiples entrevistas donde se refiere a una persona de edad avanzada que confiesa que ya no sale de su casa porque no alcanza a cruzar la calle por el tiempo que el semáforo “otorga” a los peatones. Algo cotidiano en Culiacán donde mucha gente de a pie queda “atrapada” entre vialidades sin posibilidad segura de continuar sus traslados.
Finalmente quiero reiterar mi aprecio a la postura del Alcalde de Culiacán. No es fácil atreverse a modificar un crucero vial (Américas y Universitarios, próximo a inaugurarse) donde claramente se incrementará la seguridad de los peatones que lo cruzan a costa del sacrificio de muchos automovilistas que alegan verse “afectados” por esta remodelación cuyo objetivo fue mejorar la seguridad de los peatones (entre ellos muchos jóvenes universitarios), no para agilizar la movilidad de los automovilistas. Esperemos que esta intervención no corra la mala suerte del paso peatonal que se construyó en el malecón para acceder al Parque Acuático donde el clamor social impulsó al Gobierno Estatal a destruir una obra municipal para instalar un semáforo peatonal de botón y complacer así el voraz deseo de los automovilistas culichis de no frenar.
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