Aniquilar al PRI para resucitar a 'Alito'
Paola y Bernardino: Sinaloa en la farsa
Las frases de motivación y los rostros jubilosos de Paola Gárate Valenzuela y Bernardino Antelo Esper, presidenta y secretario general del Partido Revolucionario Institucional en Sinaloa, no corresponden a la eutanasia política que se le aplicó al PRI en la sesión 24 de la Asamblea Nacional Ordinaria que se realizó el domingo en la Ciudad de México, al habilitar al dirigente Alejandro Moreno Cárdenas como el aniquilador y sepulturero de las siglas que del tricolor transmutan al negro de duelo.
El ambiente, con todo y las porras para “Alito” y la comparsa de la renuncia al neoliberalismo, fue el de unos pocos que se sirvieron de las migajas de la elección del 2 de junio, en plena catarsis para darse ánimos entre ellos mismos. Gárate con la arenga de “vamos con todo con nuestro líder nacional y la reestructuración del partido” y Antelo en la selfie de él y Alejandro Moreno de caritas felices, no son otra cosa que la mascarada de los castigados por el voto popular.
Con las diputaciones plurinominales ya amarradas para ellos, los dos cabecillas del priismo estatal ven de manera distinta el colapso de su partido. Desde la condición de triunfadores en medio del síncope tricolor van y le alzan la mano a Moreno Cárdenas para un caudillismo fundado en el peor resultado electoral y que de pronto se acuerda de refundar el pacto social y fortalecer la alianza popular. Y celebran la nueva declaración de principios asumiéndola como tajada adelantada de un pastel amargo que engullen sin hacer gestos.
Y así los capitanes del PRI después de oír el reclamo y sufrir la reprimenda de las urnas electorales, se resisten a escuchar a los ciudadanos que vivieron en carne propia las consecuencias de la dictadura perfecta. Presentan la nueva entelequia de partido que a sus 95 años, caduco y vapuleado, finge la muda de métodos en imitación a la serpiente en cuya metamorfosis cambia de piel pero sigue siendo víbora. Viva el fingimiento donde en vez de plañideras los 3 mil 200 delegados aprendieron a reír llorando.
Que se traguen sus propuestas Dulce María Sauri, Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y Francisco Labastida que piden transitar de un partido hegemónico a otro que se transforme conforme lo determinen las bases; que les estrellen las puertas en sus narices a los que quisieron entrar a la asamblea a advertir del exabrupto de eternizar a “Alito” en el control priista. Que apague la ovación ofrecida para el enterrador del partido las voces que se colaron al cónclave absurdo para alertar sobre la ruta hacia el abismo.
No hay transformación del PRI con la perpetuidad del líder que ha llevado al partido a sus peores tiempos. Con la simulación que expulsa el ideario del neoliberalismo a manera de lavado de la cara y de las manos, y también mea culpa, por los agravios causados por la pobreza, violencia y desigualdad social “que distanciaron de los grandes grupos de la población”.
Escúchese sin ánimo de creerle al Diputado federal Rubén Moreira que sin sonrojo alguno ensalza a “Alito” y ofrece a la vez luchar por una mejor distribución de la riqueza, pensiones justas, mejor sistema de salud, empleos dignos, energías limpias, defensa del medio ambiente, derecho humano al agua, reducción de la jornada laboral a 40 horas y defensa de mexicanos en el exterior, comunidades indígenas, pueblos afroamericanos, mujeres y comunidades de la diversidad sexual.
Viva entonces un PRI de antemano muerto y cuya herencia de autoritarismo, crímenes políticos, corrupción y agandalles es lo único que queda para que se repartan los que se declaran como beneficiarios de aquellos ultrajes. Larga vida a Su Majestad Alejandro Moreno porque, según Augusto Gómez Villanueva, “su valor, talento y capacidad nos ha permitido desafiar a un gobierno dictatorial al que la historia calificará como el periodo de la destrucción del régimen constitucional y las instituciones”.
Todo esto como un “domingo siete” que desvíe la atención a cualquier parte para que nadie se dé por enterado de la muerte del partido, mil veces anunciada y en enésimas ocasiones empujado hacia el sepulcro. Allí, al pie de la tumba, la emergencia dejó de ser la salvación del PRI al fraguar la pertinencia de resucitar a “Alito” sin que importe la estruendosa inconformidad de los auténticos priistas, los que no pelean como buitres por la materia tricolor podrida.
Silencio pues, aunque no sea para intentar la autocrítica sino para vanagloriarse del desastre. También capacidad para contener la ira, disfrazándola de risa, por las dirigencias estatales que acudieron a las exequias mostrándose felices por la desgracia comicial que acaban de asestarle al partido los votantes. Piel dura a Paola Gárate y Bernardino Antelo al regresar a Sinaloa a encarar a la militancia que les exige al menos un sencillo ejercicio de valoración sincera sobre lo que sucedió el primer domingo de junio.
Lo demás llegará por inercia propia si es que aún le puede ocurrir algún otro infortunio al PRI después de que el cónclave meloso y sumiso le asestó el último golpe al dejarlo en manos de quien matando al partido opta por salvarse a él mismo.
De los gandallas y su rito,
Provino la impúdica ley,
Donde alegre grita el rey:
“muerto el PRI; viva Alito”.
De no haber elementos de delincuencia organizada, la Fiscalía General de la República se excusará de atraer el caso de los disparos de arma de fuego contra el vehículo que conducía Arnoldo Valle, el 5 de junio en el campus Buelna de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Los abogados de la Universidad insisten en tratar sus asuntos en instancia federal creyendo que en éstas les irá mejor. Híjole, como que le están echando gasolina al fuego de la conversación pública que le atiza a hipótesis peores a las que tienen los fiscales.
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