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Columna

André Malraux, la cultura como acción política

EL OCTAVO DÍA

    “El Mediterráneo atraviesa Francia como el Sena, París”, decía André Malraux el creador no solo de los modernos mecanismos y procesos de difusión de las artes, sino también de la diplomacia cultural.

    Así se refería a que Francia debía tomar un protagonismo en la vida cultural del viejo mundo, luego de la caída de Alemania, el shock de Italia y la ruina económica de Inglaterra.

    La bella Francia también quedó muy golpeada y con un conflicto moral por el colaboracionismo con los nazis, pero él se encargó de revivir el Patriotismo cultural y hacer grande la imagen de su nación, empequeñecida por esos dos colosos que eran los Estados Unidos y la Unión Soviética.

    Malraux es más conocido por sus novelas “La condición humana” y “La esperanza” que por la siempre malentendida burocracia cultural. Octavio Paz reconocía haberlo admirado tanto que fue unas de las figuras que le hizo virar en los años treinta al marxismo.

    Su gran periodo como funcionario comenzó cuando el Gral Charles DeGaulle lo nombró ministro del Interior, y luego de Cultura de 1958 a 1969, donde sentó la base de no pocas instituciones.

    Como ministro, Malraux fue mezcla política de prestigio y de obra social. Lo mismo lo sentaban con Mao en Pekín que con Jaqueline Kennedy, quien se había educado en Francia y estaba impresionada del antiguo comandante de la resistencia francesa y jefe de una escuadrilla aérea en la España de la guerra civil.

    Gracias a esa reunión con los Kennedy, que tenían el francés como segunda lengua, la Mona Lisa hizo una gira a un museo gringo... Fue llevada en un buque de guerra, aunque Malraux no logró que fuera recibida con 21 cañonazos al llegar al muelle de Nueva York.

    No debe olvidarse que fue el pionero de las Maisons de la Culture que marcaron profundamente la vida de los municipios y de los barrios en Francia durante varias décadas.

    Aquí en México fueron imitadas con éxito por el INBA como las famosas casas de la cultura.

    En su momento fueron muy criticadas, se decía bajo cierta lógica que era imposible meter “toda la cultura” en una casa. Nadie pensó el efecto demoledor y positivo de esos centros artísticos en que se daban clases básicas de artes y oficios culturales.

    Claro que en Francia dar clases de ballet y pinturas de oleos es el equivalente aquí, lo digo sin burlarme, a impartir clase de danzas indígenas y alfarería tradicionales: nuestros valores culturales históricos más inmediatos puestos al alcance del ciudadano común.

    Al principio de su gestión, el presupuesto cultural era ínfimo, sólo el O.34 % del producto interno bruto y no podía emplearse con libertad.

    “La libertad no siempre tiene las manos limpias, pero siempre hay que escoger la libertad”, dijo en un furibundo discurso don André Malraux ante la asamblea nacional de Francia. (La cámara de diputados, pues)

    También añadió que no era mucho el gasto comparándolo con otros usos: “Lo que les pido son 25 km de carretera” es otra de sus frases famosas de esa tarde.

    Otra de sus aportaciones fue la protección del patrimonio cultural, especialmente en lo arquitectónico. No solamente aplicada a los hoy tan de moda en México centros históricos sino también una Ley de barrios protegidos... algo que nos URGE ya en Mazatlán.

    “La Cultura es el conjunto de respuestas misteriosas que una persona encuentra, al mirar en un cristal, un cuadro o un libro, como será su rostro cuando esté muerto” es una de las frases más enigmáticas de André Malraux.

    Malraux es más conocido por sus novelas “La condición humana” y “La esperanza” que por la siempre malentendida burocracia cultural. Octavio Paz reconocía haberlo admirado tanto que fue unas de las figuras que le hizo virar en los años treinta al marxismo.