Martín Moreno
@_martinmoreno
SinEmbargo.MX
Hay que frenar a Calderón…-, dijo en días pasados Andrés Manuel López Obrador, durante una reunión privada.
En el primer círculo de López Obrador, la consigna es directa: tienen que utilizar todos los recursos del Estado para frenar -a cualquier precio, al costo que sea- el avance político del ex Presidente panista, vía “México Libre”, que prácticamente ha reunido todos los requisitos que marca la ley electoral para convertirse en partido político, al rebasar las 200 Asambleas y estar a alrededor de 50 mil afiliados para alcanzar la cifra mágica: 233 mil 845. Hasta el corte del 9 de enero, registraba 181 mil 907.
¿Por qué quieren frenar desde el Gobierno a Felipe Calderón?
Por razones de fondo, peso y sobrevivencia política:
Porque Calderón ha sido la bestia negra de López Obrador en los últimos años, siendo capaz de derrotarlo electoralmente en el momento de mayor fuerza de AMLO.
Porque algo tiene o algo hace el panista, que es competente para dañar políticamente al tabasqueño.
Porque a la hora del debate, algo dice o sabe decir Calderón que incomoda a López Obrador. Le halla el modo, como decían las abuelas.
Porque -como en el futbol-, siempre habrá un defensa que se le indigeste al mejor delantero a la hora de marcarlo.
Y porque el primero que sabe que Calderón se le indigesta en la arena política, es el propio Andrés Manuel. Se le atora. No le resbala bien.
No quieren al panista ni a “México Libre” en la boleta electoral a mediados del 2021-elección intermedia-, porque también saben que sería el rival a vencer. Porque ante el pésimo Gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación, el voto adicional que AMLO recibió en julio de 2018 -alrededor de 15 millones de votos correspondientes a indecisos decepcionados por Peña Nieto y a priistas enojados por la imposición de José Antonio Meade como candidato-, bien podría irse ahora -volátil y caprichoso- a las opciones políticas que presente “México Libre”, ante el fracaso que ha resultado la actual administración. 2021 será un referéndum directo para el Gobierno en turno. Y en política, el que a hierro mata, a hierro muere. El que con votos llega, con votos se va.
(El piso electoral de López Obrador es de alrededor de 15 millones de votos registrados en la elección presidencial del 2012).
Y eso lo sabe AMLO y su primer equipo: todo mal Gobierno paga las facturas correspondientes en las urnas, en la elección intermedia. Le ocurrió a Calderón. Le pasó a Peña Nieto. Y López Obrador -a cómo van las cosas-, no tendría por qué ser la excepción.
Por eso, la orden presidencial es: hay que frenar a Calderón.
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Calderón ha resultado kriptonita para López Obrador. Lo vimos en 2006, cuando a sólo tres meses de la elección presidencial, AMLO llevaba 10 puntos promedio de ventaja sobre Calderón, quien además del discurso directo en contra de la propuesta política del tabasqueño y de exhibir sus falencias, aprovechó dos errores de peso de su rival: no asistir al primer debate presidencial y ofender sistemáticamente al entonces Presidente Vicente Fox, todavía con un alto nivel de popularidad y de aceptación durante aquellos turbulentos días de 2005-2006, mediante un lenguaje violento y ofensivo que provocó desconfianza entre algunos sectores. AMLO estaba desbocado, minimizó sus fallas, se confió de más, y perdió finalmente la elección presidencial.
(Hoy por hoy, incluido López Obrador, sus incondicionales, periodistas afines y fanáticos, insisten, sin pruebas sólidas ni testimonios confiables, que a AMLO le hicieron fraude electoral en 2006. Mienten. No fue así. A mayor detalle, les invito a revisar mi columna -con pruebas, más que opiniones-: “2006: nadie sabe quién ganó”. SinEmbargoMX. 27/XI/2019”).
Soslayando a Felipe Calderón, López Obrador olvidó una máxima de la política: “El mejor secreto del diablo es hacer creer que no existe”, y cuando faltaban pocos días para la elección del 2 de julio, las encuestas mostraban una tendencia cerrada entre AMLO y Calderón, quedando prácticamente eliminado el priista Roberto Madrazo. Aún más: una encuesta del diario El Universal, daba una ventaja de 3 puntos al panista.
La prueba mayor de cómo Calderón supo derrotar a López Obrador, la recibió AMLO durante la madrugada del lunes 3 de julio de 2006, después de que prácticamente todas las encuestas de salida daban por empatada la elección presidencial.
En su libro 2 de Julio, Carlos Tello (pg. 160), hace una revelación fundamental: Ana Cristina Covarrubias, la encuestadora personal de Andrés Manuel López Obrador y que gozaba de todas sus confianzas, asegura: “A la una de la mañana, yo directamente se lo dije al licenciado López Obrador. Andrés Manuel iba 1.3 puntos debajo de Calderón…”. Hasta aquí, la cita de Tello.
Justo en ese momento, cuando Covarrubias le confirmó que iban perdiendo la elección y que Calderón estaba ligeramente arriba, AMLO comprendió que el panista había sido capaz de alcanzarlo y rebasarlo. Algo había hecho bien Calderón que, sencillamente, López Obrador no pudo mantener su ventaja de 10 puntos y entonces le disputaba, voto a voto, la Presidencia.
AMLO entró en shock: la derrota no estaba entre sus planes.
AMLO supo que Calderón lo estaba venciendo.
AMLO jamás lo pudo superar.
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López Obrador y sus incondicionales saben que Calderón es capaz de derrotarlos en una elección, y por eso insistirán en dos vías de alto riesgo:
Primero: evitar que “México Libre” reciba su registro como partido político. Ante el desgaste del PAN y la decadencia del PRI, el partido de los Calderón-Zavala aparecería como una opción electoral viable. Un contrapeso real al actual Gobierno. De ahí, que la detención de Genaro García Luna en EU se haya convertido en una obsesión para AMLO y sus panegíricos, que rezan para que el ex jefe policiaco incrimine a Calderón durante su juicio en NY.
Segundo: controlando al INE. ¿Cómo? Quitando a Lorenzo Córdoba de la presidencia este año e impulsando, en su lugar, a uno de los aliados de AMLO, además de los nuevos consejeros a elegir. Como lo hicieron con la CNDH. Sin embargo, este sería un lance de alto riesgo, ya que de lograrlo, habría una regresión democrática brutal para el país: nada menos que el Gobierno controlando de nuevo las elecciones. Sí, como en los viejos tiempos del PRI. De Bartlett y compañía.
Por todo ello, AMLO quiere frenar a Calderón.
De ahí, el miedo al panista.
Por algo.