AMLO baja: 56% de aprobación

    La radicalización de AMLO. A partir de que prácticamente ha perdido el control del País, el Presidente radicaliza sus ataques contra sus enemigos favoritos: oposición, clase media, intelectuales, periodistas críticos, etc. Si bien este discurso de ataque a sus críticos y culpar de los problemas del país al pasado neoliberal le funcionó al principio, hoy es un discurso desgastado, agotado y, por tanto, poco creíble e intrascendente. Hasta aburrido resulta.

    En sólo un mes, la aprobación ciudadana para López Obrador cayó siete puntos, equivalentes a 3.5 millones de votos menos para su movimiento. De acuerdo a la encuesta de Consulta Mitofsky registrada hasta el domingo pasado, el respaldo a AMLO se ubica en 56.4 por ciento, cuando el 24 de abril era de 63.2 por ciento. Su desplome es paulatino, constante y marcado.

    ¿Es para presumir la actual aprobación para AMLO? No. De hecho, es muy mediana, de medio pelo. Y damos razones y cifras:

    Salinas de Gortari, a la mitad de su mandato, registraba un respaldo popular del 77 por ciento, reportan las encuestas en promedio.

    Ernesto Zedillo, del 56 por ciento.

    Vicente Fox, del 59 por ciento.

    Felipe Calderón, del 64 por ciento.

    Peña Nieto, del 37 por ciento.

    Es decir: justo a tres años de Gobierno, Salinas apabulla a López Obrador en aprobación ciudadana. Calderón lo rebasa con facilidad: 64 vs 56. Fox le gana por 3 puntos. Empata con Zedillo y al único que AMLO rebasa, es a su protegido: Peña Nieto, aunque es mérito irrisorio: EPN es el Presidente con menor nivel de aprobación de la historia contemporánea. Cualquiera le gana.

    Así que López Obrador anda en la medianía de aprobación ciudadana.

    Medianito, pues.

    Y su tendencia es que va a la baja.

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    Los desplomados niveles de aprobación de López Obrador preocupan, y mucho, en Palacio Nacional. De ahí que veamos y escuchemos a diario a un Presidente fuera de control, esquizofrénico, como lo hemos apuntado en no pocas ocasiones en esta columna.

    Por ello se explica ese desafortunado ¡Al carajo! que soltó AMLO al defender a los “médicos” cubanos enviados a nuestro País por su amigo, el dictador Díaz-Canel. Vemos así, día tras día, a un Presidente con mayores extravíos emocionales. Y no cambiará. Seguirá igual. O peor.

    Pero lo que nos ocupa son las razones por las cuales AMLO ha comenzado a perder respaldo popular durante las últimas semanas.

    Aquí, un recuento de los factores del desplome paulatino de López Obrador:

    Su acercamiento y adoración para con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es un factor sensible para los mexicanos que no es bien visto por las mayorías.

    Su pleito innecesario con los Estados Unidos. Si bien hay cierta reserva histórica por la actuación tradicional del poderoso vecino del norte, preocupa, y mucho, que por defender a sus amigos dictadores, López Obrador compre un pleito del cual México saldrá perjudicado al ser EU nuestro principal socio comercial. AMLO se va en 27 meses. Los demás, nos quedamos.

    La economía sigue en punto muerto. De acuerdo a la CEPAL, el crecimiento económico de México en 2022 será de apenas 1.7 por ciento. Pero más que “crecimiento”, sólo será un “rebote” tras la caída histórica del -8 por ciento del PIB en 2020. Lo hemos escrito: nuestro País volverá a los niveles del 2018 (crecimiento del 2 por ciento anual) hasta 2025. En lo económico, el régimen de López Obrador ha sido un sexenio perdido.

    La radicalización de AMLO. A partir de que prácticamente ha perdido el control del País, el Presidente radicaliza sus ataques contra sus enemigos favoritos: oposición, clase media, intelectuales, periodistas críticos, etc. Si bien este discurso de ataque a sus críticos y culpar de los problemas del país al pasado neoliberal le funcionó al principio, hoy es un discurso desgastado, agotado y, por tanto, poco creíble e intrascendente. Hasta aburrido resulta.

    Los apapachos de AMLO al crimen organizado, particularmente al narcotráfico, no han sido bien recibidos por la mayoría de la población. ¿Por qué diablos el Presidente proclama y cacarea que su Gobierno también cuida a los criminales, si continúan asesinando, secuestrando, extorsionando, matando a civiles inocentes, victimando a mujeres con absoluta impunidad? Es una estrategia suicida de AMLO que no parece darse cuenta que su querencia con los criminales solamente aumenta el nivel de impunidad y abre mayores brechas de indefensión para la sociedad, harta ya de violencia por todos lados. Esa actitud irresponsable de AMLO le ha restado puntos.

    La corrupción galopante tanto en el Gobierno como en la familia presidencial: la vida millonaria de su hijo José Ramón en Houston, sus hermanos impunes, los escándalos de sus colaboradores, el 95 por ciento de contratos de Gobierno sin licitación, etc. “Es una casa modesta”, defendió López Obrador la riqueza inocultable de Carmelina Esquer en Houston (sí, otra vez Houston), hija de su secretario particular. Y esas respuestas cínicas de AMLO ya no causan gracia. Ejemplo: el 74.4 por ciento de los mexicanos considera que hay “mucha o regular” corrupción en el Gobierno de la 4T, según la encuesta de Mitofsky, dirigida por Roy Campos.

    Los ataques de AMLO en contra de los médicos mexicanos, quienes estuvieron de manera valiente en la primera línea de contención, durante los meses más severos de la pandemia. López Obrador los ha tachado de mercenarios, irresponsables, conservadores, y por ello justifica la llegada de los cubanitos. Es una batalla perdida para el Presidente que, sin duda, se refleja en las encuestas.

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    AMLO ya comienza a pagar facturas por el fracaso innegable de su Gobierno en, prácticamente, todos los sectores: economía, salud, seguridad, pandemia, crecimiento, desempleo, etc. Y sus ataques cada vez más aberrantes y absurdos, están hartando a la población. Su lengua de víbora, su siembra de odios, que antes le funcionaron, hoy contribuyen a su desplome en el respaldo ciudadano.

    AMLO sabe que fracasó como Presidente.

    Cada vez le queda menos tiempo.

    Por eso, sus ataques y locuras.

    2024: nos vemos en las urnas.