Algo deja la frustrada reforma energética. Restablecido el contrapeso del Legislativo

OBSERVATORIO
    A no ser que los equilibrios políticos sean cosa a exhibir en el museo de las conquistas ciudadanas perdidas, la acción legislativa de rechazo a la reforma energética es parte del desarrollo democrático y no cuestión de traiciones y lealtades, ni razón para que las bancadas que coexisten en la Cámara de Diputados se enfrenten como gallos de pelea en el redondel de las peores bajezas. Todos los gobiernos, independientemente del signo político del cual emanan, deben reconocer y fomentar los contrapesos entre poderes constitucionalmente instalados.

    Como si a los mexicanos nos hicieran falta más espantajos de los que ya tenemos, la llamada Cuarta Transformación insiste en el discurso que incita a la consternación nacional por la votación que el domingo le cerró el paso a la iniciativa de reforma energética del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Un País de por sí desmadejado es inducido desde las altas esferas del gobierno a las alegorías del infierno para los indóciles y el paraíso para los mansos, sin que alguien pondere la esencia de la reconciliación.

    El sobrecalentamiento de las pasiones políticas, escenificado en la cúpula del poder público sin receptores en un pueblo en plena actividad lúdica por Semana Santa, prescinde de la toma de conciencia sobre la semilla del odio que se siembra a sabiendas de que la cosecha de rencor será tarde temprano abundante. Cuando perdemos la capacidad de asombro por las consecuencias de las guerras intestinas de la delincuencia organizada con inocentes como víctimas colaterales, se decreta desde el escaño y el pódium la conflagración de los mexicanos buenos contra los mexicanos malos. “Cuídate del que delibera desde las ideas y confía en quien propone desde el fanatismo” es la monserga de moda.

    A no ser que los equilibrios políticos sean cosa a exhibir en el museo de las conquistas ciudadanas perdidas, la acción legislativa de rechazo a la reforma energética es parte del desarrollo democrático y no cuestión de traiciones y lealtades, ni razón para que las bancadas que coexisten en la Cámara de Diputados se enfrenten como gallos de pelea en el redondel de las peores bajezas. Todos los gobiernos, independientemente del signo político del cual emanan, deben reconocer y fomentar los contrapesos entre poderes constitucionalmente instalados.

    En la gresca, transmitida en vivo por todos los sistemas de comunicación de masas, los diputados del Movimiento Regeneración Nacional que extrañaban el acompañamiento de los legisladores del Partido Revolucionario Institucional en anteriores trámites parlamentarios, acusaban a los priistas de ser “un remedo de partido, traidores a la patria” y éstos en respuesta le endilgaban a Morena “mentiras y más mentiras, no hay razón para creer en quienes desde hace cuatro años le mienten al pueblo de México”.

    Todos contra todos, a grito abierto, a racionalidad cerrada, para que la Cámara de Diputados ofreciera al fin una muestra gratis de la función de contrapeso que le corresponde desempeñar al Poder Legislativo. El abandono de las razones, la ausencia de civilidad política y el error de dar por automática la aprobación de todo lo que provenga de Palacio Nacional, chocando en el mismo espacio con el cruce de calificativos de traición entre guindas y colorados.

    Los siempre dispuestos aliados, hasta algunos del Partido Verde, le fallaron a Morena; los cabilderos de la 4T no hicieron bien la chamba; la alianza PRI-PAN-PRD siguió firme en lo anunciado en la víspera, la operación bisagra de Movimiento del Movimiento Ciudadano viró hacia el voto en contra y de la reforma energética y aun así del pandemónium nacieron los equilibrios que quiérase o no urgían en México para moderar los controles que uno solo ejerce sobre los demás componentes del sistema político. A reserva de que se enfríen los ánimos y se conozcan las pérdidas o ganancias y las victorias o frustraciones de este capítulo camaral, saboreemos mientras tanto el agradable fruto de la representación popular.

    Pero más allá del sensacionalismo del “yo acuso” cuyo propósito consiste en profundizar la rivalidad de los proclives contra los hostiles, el revés a la reforma eléctrica trae lecciones a aprender por López Obrador, los mismos legisladores, los intereses económicos en conflicto, los mexicanos en lo general y la comunidad internacional en lo macro político. Tal enseñanza resalta el desenlace fallido del encaprichamiento que desdeña la negociación como posibilidad intermedia de acuerdo sin que lo cardinal esté en situación de riesgo.

    No nos asustemos más con los cuentos de fieros conservadores devorando a angelicales transformadores. De más terribles invenciones pudimos escapar para continuar la construcción del México incluyente y polemista donde nadie sea más ni sea menos solamente porque su color ideológico deslumbra en el caleidoscopio de la democracia. Puede ser que diéramos un paso atrás en materia energética, eso lo dirá el tiempo, pero dimos dos pasos adelante en hacer valer el legítimo contrapeso del Congreso frente a cualquier sesgo totalitario.

    Presenciamos el fundamento de un régimen donde los pilares Ejecutivo, Legislativo y Judicial deberán sostener con mayor firmeza el edificio social sin que alguna de las tres columnas sea socavada por la fuerza de la otra. Esto es lo que ha sucedido por más que lo planteen como catástrofe fraguada por mansedumbres y felonías. Celebremos el retorno del esquema constitucional donde el Presidente propone y el Congreso de la Unión dispone.

    Reverso

    Cuando cesen los exabruptos,

    En la rebatinga frenética,

    Veremos los mejores frutos,

    De la reforma energética.

    Acotación pacificadora

    A pesar de que en la conferencia de prensa semanera de ayer fue muy claro en la postura de que el revés por el rechazo a la reforma energética no es para Morena sino para los mexicanos porque se impidieron beneficios con la baja de las tarifas eléctricas domésticas para 46 millones de hogares, el Gobernador Rubén Rocha Moya cuidó la relación políticamente correcta que tiene con la Oposición en Sinaloa sin caer en la dinámica de San Lázaro que un día antes no dejó títere con cabeza. “Por fortuna ni los priistas, panistas o perredistas, ni los del Movimiento Ciudadano de Sinaloa están involucrados porque no hay más que una diputada del PRI en esta Legislatura; es un problema nacional, no local”, declaró.