Está por cumplirse un año de las devastadoras inundaciones ocurridas en el estado de Hidalgo que durante días convirtieron los hogares de miles de familias en infiernos anegados en aguas de excremento. El resultado final fue la muerte de 17 personas y daños materiales a más de 70 mil habitantes de la zona comprendida entre Tepeji del Río y Tula.
A pesar de que las autoridades reiteradamente señalaron que este fenómeno, el más trágico en su tipo de los últimos 40 años, se debió a las inclemencias del clima por las lluvias intensas que ocurrieron durante esos días, análisis más objetivos han demostrado que detrás de esa tragedia hay en realidad un factor humano y de desigualdad que pudo evitarse.
Se ha evidenciado que las inundaciones son el resultado de una decisión política. Más que un capricho del cielo, es necesario mirar aguas arriba, hacia la Ciudad de México. Cuando las lluvias son muy intensas, cabe señalar que este es uno de los efectos del cambio climático que se espera ver de forma cada vez más reiterada, el control del agua acumulada depende de la apertura de compuertas, el bombeo hacia túneles emisores y otras infraestructuras que al verse saturadas, requieren tomar una decisión crucial: “¿A quiénes inundamos?”. Regularmente siempre se termina inundando a las zonas más pobres y con menor poder político.
En el 2021 le tocó a Hidalgo. Las autoridades federales y capitalinas decidieron enviar aguas negras hacia Tula para evitar afectaciones a la Ciudad de México. Se sabe que este tipo de dilemas podría evitarse si la Ciudad de México tuviera una mejor y mayor infraestructura descentralizada de tratamiento de aguas residuales.
A pesar de las grandes obras que se han construido, cada vez más grandes y costosas, como el flamante Túnel Emisor Oriente o la macro planta de tratamiento de Atotonilco, notoriamente no han sido suficientes para evitar tragedias como la de Hidalgo.
Diariamente se evacúa a través de esos tubos gigantes un promedio de cuatro albercas olímpicas por minuto, mezclando la valiosa agua de lluvia con la del drenaje, lo cual es sin duda un acto de desperdicio masivo. Debido a la falta de infraestructura dentro de la propia ciudad, perdemos la oportunidad de capturar grandes cantidades de agua de lluvia que podrían ser una fuente de abastecimiento para las personas, o ser conducidas hacia el subsuelo para recargar los acuíferos, que son reservas subterráneas de las que dependemos.
¿Qué debería hacer Claudia Sheinbaum urgentemente para garantizar el bienestar de las personas tanto de la CdMx como de Hidalgo? Elevar el volumen de tratamiento de aguas residuales, que hasta la fecha no supera el 15 por ciento del total generado en la ciudad. A pesar de contar con 26 plantas de tratamiento, éstas operan en promedio por debajo del 50 por ciento de su capacidad. También podría buscar una posición de mayor liderazgo para que otras demarcaciones del Valle de México adopten una nueva visión sobre la gestión del agua.
El actual modelo lineal de manejo de agua en la Cuenca del Valle de México sigue siendo insostenible, a pesar de las múltiples alertas que especialistas en la materia han hecho desde hace años. Ese modelo se basa en la idea de que el agua es un recurso que se extrae, se utiliza y se desecha, sin estimar sus altos costos ambientales, sociales y económicos. Por el contrario, una visión circular del uso del agua mediante un aumento ambicioso en su tratamiento, podría hacernos depender menos de fuentes externas de abastecimiento como el sistema Cutzamala que es altamente costoso y contaminante.
La carrera a la Presidencia de la República ha iniciado de forma extraoficial y cada vez más miradas están siguiendo con atención a los principales punteros para ocupar la silla presidencial en 2024 en su proselitismo continuo en medios y redes, incluyendo los tiktoks de sus vidas personales para ganarse la simpatía y la confianza de un electorado joven, entre quienes está Claudia Sheinbaum. Lo único que podemos decirle es “aguas”, porque más allá de mostrarnos su humilde departamento y su guitarra, esta es una oportunidad de oro para probar que también vela por las personas que están más allá de la Ciudad de México. Comprometerse a tratar al menos la mitad de las aguas residuales de la ciudad sería un buen paso.
*Carlos Samayoa es Coordinador de Ciudades Sustentables en Greenpeace México