Adornaos, oh príncipes, ¡es tu ciudad, dador de la vida!

EL OCTAVO DÍA
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    Yo no fui chilango, no me vi obligado a cursar mi carrera en la antigua región más transparente del aire, aunque he ido a disfrutarla y sufrirla las suficientes temporadas. Mi visión de la capirucha fue a larga distancia, fui un cuate de provincia.

    Hoy la gran Ciudad de México está de fiesta y de luto.

    Los aztecas son un pueblo originario, pero no necesariamente son el origen de toda la mexicanidad como nos lo ha hecho creer el sempiterno centralismo. Un México sin los mayas ni los tarascos es un universo incompleto, por mencionar solo otras dos de nuestras etnias más extendidas.

    Pero hoy se conmemora un aniversario de la valiente caída de la gran ciudad, la orgullosa Tenochtitlán, bajo la amenazante fuerza del capitán Hernando Cortés y Monroy, nativo de la ciudad de Medellín, provincia de Extremadura.

    ¿Tenía usted presente eso? Cuando voy a escuelas a hablar de la historia del idioma español les digo a los chicos que me digan un nombre importante en historia de México que haya nacido en la ciudad de Medellín. Usted de seguro imagina la respuesta que ellos me dan con gran jactancia de su conocimiento de las series de Netflix... el otro libro de texto de la actual sociedad mexicana.

    Cortés es el perfecto villano y solamente se nos dice los libros de texto que él y sus huestes venían de España. Tal vez sería bueno matizar que la mayoría de los conquistadores que vinieron en esa hornada provenían de la provincia de Extremadura, una región árida y difícil. Incluso él y Pizarro, dominador de los remotos incas, eran parientes.

    La ciudad, agotada más por la falta de alimento y la viruela que del ataque directo, cae un 13 de agosto, día de San Hipólito, que por ese motivo es el santo patrono de la capital mexicana. Nuestra metrópoli se fundó con una derrota: no hubo una proclamación de algún capitán ante una atenta tropa de soldados e indígenas, tal como hizo Cortés con La Villa Rica de la Vera Cruz, la verdadera cruz, o sea Veracruz.

    Y aunque San Hipólito no es un santo muy popular - fue un escritor romano muy prolífico- hay la figura de un santo que estuvo en su más antigua iglesia que, hasta la fecha es muy venerado y su devoción se magnificó por ese rumbo: San Judas Tadeo, uno de los doce apóstoles.

    Ahora bien, ¿por qué tenemos que iniciar oficialmente a contar nuestra historia con la llegada de los dominadores? Ahí tiene razón la 4T en buscar los antecedentes de la fundación Tenochca.

    África tiene ese problema, sobre todo en países que eran factorías o cabezas de playa de los europeos y que tenían geografía y etnias discordantes, hoy en guerra como Ruanda. El reciente genocidio tutsi acabó con 5,500 millones de seres humanos, un poco menos que el holocausto nazi.

    Aquí las hegemonías azteca, maya y chichimeca -por englobar en un nombre a los variados pueblos seminómadas del norte - han logrado cohesionarse con criollos y mestizos, bajo el águila y la serpiente y la arqueología forjó en piedra nuestro destino. Los whitexican son odiosos, pero por fortuna estamos lejos de la violencia étnica de la ex Yugoslavia.

    Yo no fui chilango, no me vi obligado a cursar mi carrera en la antigua región más transparente del aire, aunque he ido a disfrutarla y sufrirla las suficientes temporadas. Mi visión de la capirucha fue a larga distancia, fui un cuate de provincia.

    La Ciudad de México era un sitio muy omnipresente en la vida de quienes teníamos la tele como espejo del mundo y, a la fecha, al transitar por sus calles me agolpa la memoria de recuerdos audiovisuales. Aldama y Mina, la esquina que domina. Circo Atayde Hermanos en Buenavista, Buenavista, Buenavista. Muebles Troncoso en Francisco del Paso y Troncoso. Eckar de Gas. Televisa Chapultepec 18. XEW, Ayuntamiento 52. Arena Coliseo, calle Perú 77, donde se transmitía el box internacional todos los sábados, antes de la película del mazatleco Pedro Infante.

    Los exteriores del metro siguen iguales. Los puestos de fritangas, el oscuro aceite acumulado en los comales, de ese color que según mis amigos gourmet, le da el verdadero y justo sabor a los tacos de suadero.

    A los provincianos aún nos cuesta ver a gente tan trajeada y elegante echándose un taco de longaniza y otro de cachete en una esquina plena de moscas. ¿Serán ellos una alegoría viviente de las contradicciones que asume para sobrevivir este país?

    Creo que vivimos un espejismo y nuestra modernidad es como los ambulantes del Metro: mejores equipos, mejor comportamiento, pero en el fondo, la misma pobreza y el mismo modelo económico que nos aturde, asfixia y nos quita los sueños antes de tenerlos.

    Lo bueno es que la gente de la Ciudad de México sigue conservando su humor, su energía, y son los primeros, en protestar a la hora en que el modelo económico nacional sólo favorece a unos pocos, a unos cuantos, a unos miembros de una casta de bandidos. Cualquiera que haya sido el partido.

    Aprendamos de los capitalinos lo bueno y felicitemos a la ciudad en su aniversario.