Sobre la tragedia que viven los guerrerenses, provocada por los furiosos embates del huracán Otis, circundan el dolor, la solidaridad social, el irresponsable gandallismo político y las reprobables acciones de saqueo de gente que, a la menor provocación, le brota su naturaleza delincuencial. Todo lo cual, lo estamos viendo en la desgracia que viven los habitantes de los municipios como Acapulco, Coyuca de Benítez, Benito Juárez, Atoyac de Álvarez, Técpan de Galeana, San Marcos, Florencio Villarreal, Petatlán y Zihuatanejo, poniéndose en primer plano el caso de Acapulco, dada la presencia mediática que tiene, en virtud de su importante aporte a la economía del siempre caliente estado de Guerrero.
Las imágenes que nos llegan a través de los medios de comunicación, nos pintan a comunidades totalmente destrozadas, cual si fueran zonas de guerra de Ucrania o de la Franja de Gaza. De esa manera, vemos impactados a los grandes edificios hoteleros y condominales, negocios de distintos giros, infraestructura urbana, así como casas habitación de diferentes estratos sociales, todo ello, significando que la fuerza de la naturaleza no hace distingos.
Afortunadamente, sin los caprichosos cambios de rumbo y de alcance de fuerza que están presentando los huracanes, lo que hace quedar mal las proyecciones de los meteorólogos, la solidaridad ciudadana ha brotado por todos los rumbos del país con un destino bien definido, rasgo que supera, y por mucho, la evidente división a la que nos ha conducido la polarización política en la que se encuentra el país, provocada por el Presidente de la República que ha recurrido a la estrategia de divide y vencerás, para darle viabilidad a su proyecto político, lo que hasta ahora, le ha dado buenos resultados; pero pese a todo, la solidaridad continúa imperando.
Sin embargo, también hay que señalar que los adversarios del actual régimen, no están tomando la vereda de ayuda, sino la del fomentar el odio hacia el Ejecutivo federal, con base en la difusión de falsas versiones sobre las acciones gubernamentales encaminadas hacia el auxilio de los damnificados y el rescate de la infraestructura urbana y de servicios. Cierto, hay mucho que criticarle al nivel de respuesta del gobierno y es válido hacerlo y difundirlo, pero lo que no es correcto, y cae en la perversidad, es el tratar de agitar las aguas a base de mentiras, como las versiones del robo de apoyos por elementos de la Guardia Nacional; el que hay decenas de cadáveres abandonados en las calles o que Acapulco contará con energía eléctrica hasta el próximo año. Y lo peor, invitando a no cooperar.
Se vale, sin lugar a dudas, señalar con índice de fuego la pasividad de las llamadas fuerzas del orden ante los actos de pillaje, cometidos ante sus narices, por gente que está sacando lo peor de su ser, procurando, por medio del vil robo, hacerse de dinero. No son gente que actúe para paliar las necesidades que les ha provocado la tragedia ni tampoco merecen ser justificados como actos de justicia social, como han pretendido algunos. No, estamos hablando de actos de pillaje cometidos por vulgares rateros, ante los cuales, las corporaciones armadas y las policías locales, simplemente, se han hecho los omisos, tendiéndoles un manto de cómplice impunidad a los asaltantes.
Acapulco y todas las comunidades golpeadas inmisericordemente por el huracán Otis, requiere de la solidaridad de todos; desafortunadamente, la desgracia provocada por la naturaleza no ha tenido el suficiente impacto para que la clase política y los fanáticos de los bandos en conflicto, cesen temporalmente, el odio que mutuamente se manifiestan y que lastima al tejido social. ¡Buenos días!