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Cuentan los relatos del cristianismo que tres reyes magos venidos del oriente, acudieron a Belén para dar testimonio del nacimiento de Jesucristo, llevando en sus alforjas incienso, mirra y oro, a manera de mostrarle respeto al recién nacido, lo que según la narrativa religiosa cristiana, dichos presentes tienen diversos significados, entre ellos, el de las entidades que componen la llamada santísima trinidad: el padre, el hijo y el espíritu santo.
Con el paso del tiempo, en algunas regiones de nuestro país, así como en otras naciones, la combinación de intereses religiosos y comerciales se combinaron para erigir al día 6 de enero de cada año, como la llegada de los reyes cargados de juguetes para la chiquillería, en contraposición al simpático Santa Claus, popularizado mayoritariamente por la mercadotecnia.
Al igual que todos los años, bajo condiciones especiales, este 6 de enero arribaron a tierras mexicanas, para el disfrute infantil y al final para todos, pues no faltó la rosca en sus diversas versiones, cual más de todas ricas, acompañadas por el tradicional chocolate o por aromática taza de café sin azúcar, por aquello de la glucosa.
Por supuesto, en la tierra de las barras y las estrellas, también se celebra la llegada del “Three Kings Day” y se les recuerda con una rica “King Cake”, y este año, a riesgo de la pandemia, cuyos niveles están por encima de no pocas naciones latinoamericanas, los reyes orientales llegaron a la mera capital estadounidense, pero a diferencia de otros años, la simbólica repostería para celebrar el suceso, tuvo un sabor más que amargo, con los desmanes cometidos por la muchedumbre convocada por la peligrosa rabieta presidencial que tuvo como resultado decenas de heridos, uno que otro detenido, cinco vidas perdidas y una abolladura de considerable tamaño, en la parte frontal de la democracia y el orgullo estadounidense, acción que según versión del ex Presidente George W. Bush, solo se ve en repúblicas bananeras, en las que la fragilidad de la democracia constantemente es cuestionada o zarandeada por los perdedores de las contiendas electorales.
Cierto, lo dicho por Bush, pero también hay que replicarle que tener un Presidente del talante de Donald Trump, también es característica de lo que él llama repúblicas bananeras. Y peor tantito, su referido Presidente, tiene acceso a los botones de comando que pueden activar una guerra nuclear.
Hace algunos años, Donald Trump, el millonario al que no le bastó su cuestionado poderío económico, se montó en el lomo de la democracia, para arribar a la cima del súper poder de la nación arropada por el lábaro de las barras y las estrellas, consiguiendo, desde la definición de su candidatura, despertar entre el segmento extremista de los votantes, el sentimiento supremacista de la raza blanca, y no solo eso, el odio hacia los migrantes.
En el caso de los nuestros, afirmó que México enviaba a tierras norteamericanas a pura gente peligrosa, tal como violadores, rateros, asesinos y narcotraficantes; a los “bad mens”, es decir, a los chicos malos de la barriada. Y mucha gente se lo creyó, a pesar de la evidente aportación azteca que a base de alma, corazón y vida, ha puesto carretadas de arena y cemento en beneficio de la construcción del llamado Coloso del Norte.
A pesar de ser un mal perdedor, Donald Trump se despedirá de la presidencia estadounidense como un hombre poderosísimo que acumula cuantiosa fortuna económica y una envidiable base electoral que lo convierte en un amenazante y real “bad man” para la estabilidad política de la sociedad estadounidense.
Como quien dice, se impuso el karma y los norteamericanos que creyeron en Donald, ya tienen a sus chicos malos, con Trump y el segmento de rabiosos que le acompañan. ¡Buenos días!