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PUERTO VIEJO

A como van las cosas...

    Las criaturas de los cinturones de miseria de nuestro país, son parte de la retórica política que explota la necesidad de la población más necesitada; la que se hace visible a lo largo de las campañas políticas, con promesas que cuando mucho, se concretan en magras despensas y atados de láminas, cuando la realidad grita que para los infantes el futuro es hoy.

    osunahi@hotmail.com

    A lo largo del presente sexenio se ha hecho costumbre que la agenda nacional la marque el Presidente de la República, a través del llamado púlpito presidencial, es decir, desde su espacio de comunicación diaria, conocido como Las Mañaneras, ejercicio inédito, sin duda alguna.

    Durante los primeros días de la presente semana, y para no variar, el Ejecutivo federal no faltó a su costumbre de marcar la tendencia informativa, pero en esta ocasión, por su estado de salud, sobre el que llovieron especulaciones de mala leche de sus adversarios, peticionando un mal mayor, mientras le daban vuelta a las cuentas de sus rosarios.

    Pero vayamos a otra cosa, pues hoy en todo México se celebra el Día del Niño, llamado ahora el Día de las Niñas y los Niños, cuando se podrían evitar todos los enredos verbales de la tan de moda equidad de género, denominando a la bonita festividad como el día de la niñez mexicana.

    La fiesta me remonta a mi ya lejana infancia, ya que los de casa, teníamos doble banquete. El que recibíamos en el plantel escolar y lo que quedaba de lo que preparaban para sus alumnos mi madre y mi abuela materna, ambas como maestras de escuela pública.

    En el año 1924, el entonces Presidente de la República Mexicana, General Álvaro Obregón, determinó que el 30 de abril de cada año se celebrará el Día de la Niñez, en apego a la Declaración de Ginebra sobre los derechos de los infantes. Tal inquietud la recoge nuestro texto constitucional, específicamente, en el artículo 4, en el cual, entre otras cosas, se establece:

    “En todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Este principio deberá guiar el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la niñez”.

    Lo anterior queda reglamentado en la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, todo un enmarque teórico, cuya esencia, solo queda en una mera buena intención legislativa, de otra manera, no veríamos, por ejemplo, que miles de criaturas, desde sus primeros días de vida, empiezan a sufrir los rigores de la vida sobre las espaldas de sus madres que laboran en el campo, los que a los pocos años de su nada prometedora existencia, son bajados a caminar por los surcos y empezar a dejar a girones su infancia, desempeñándose como recolectores de cosechas, dando la impresión de que esas criaturas nacieron en algún país africano o asiático en los que no se reconocen los derechos de la niñez.

    Las criaturas de los cinturones de miseria de nuestro país, son parte de la retórica política que explota la necesidad de la población más necesitada; la que se hace visible a lo largo de las campañas políticas, con promesas que cuando mucho, se concretan en magras despensas y atados de láminas, cuando la realidad grita que para los infantes el futuro es hoy.

    Al respecto, la brillante y pedagoga chilena, Gabriela Mistral, escribió lo siguiente: “Muchas de las cosas que nosotros necesitamos pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el momento, sus huesos están en formación, su sangre también lo está y sus sentidos se están desarrollando, a él nosotros no podemos contestarle mañana, su nombre es hoy”.

    A como van las cosas, el proyecto de la 4T no concretará las condiciones urgentes y necesarias para que nuestras semillas del futuro florezcan en todo su esplendor; pero por lo pronto, cierro con la siguiente frase del inolvidable poeta chileno Pablo Neruda: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. ¡Buenos días!