En la actualidad, los océanos globales enfrentan una crisis sin precedentes debido a amenazas que tienen su origen en la acción humana, como la contaminación por plásticos, la minería en aguas profundas, la explotación petrolera, la pesca industrial excesiva y el cambio climático, entre otras. Dichas amenazas afectan grandemente a la biodiversidad marina y de paso a la vida de millones de personas que a lo largo del mundo necesitan de los océanos para subsistir. Por ello, la comunidad internacional, cada vez más consciente de la urgente necesidad de protegerlos, se está congregando en torno a dos procesos internacionales, uno incipiente y otro de más larga data, para garantizar la protección de los ecosistemas marinos en los próximos años. Se trata de las negociaciones para aprobar un Tratado Global de Plásticos, por un lado, y de un Tratado Global de los Océanos, por el otro.
En relación al primero, el pasado 2 de marzo en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA 5.2), efectuada en Nairobi, Kenia, los más de 150 países participantes aprobaron una resolución que llama al inicio de las negociaciones para adoptar un Tratado Global de Plásticos de aquí al 2024. Para ello se espera la conformación de un Comité Intergubernamental de Negociación que iniciará sus trabajos en la segunda mitad de este año. Este hecho hace historia por ser la primera vez que la comunidad internacional se junta en el reconocimiento de la necesidad urgente de actuar coordinadamente para frenar la contaminación por plásticos y sus efectos en los ecosistemas marinos.
Sin embargo, la riqueza de esta propuesta va más allá de solucionar el problema de la basura marina, ya que la resolución llama a negociar un Tratado que considere todo el ciclo de vida de los plásticos, no solo la fase en que se vuelven residuos. Esta perspectiva es muy importante dado que permite tomar en cuenta los efectos negativos que tienen los plásticos de un solo uso en el medio ambiente, e incluso en la salud humana, desde su diseño y producción, como es el caso de las emisiones de gases efecto invernadero derivadas de la extracción de los combustibles fósiles necesarios para producirlos.
Si bien lo sucedido en Nairobi es de gran importancia, es solo el primer paso en un camino de negociaciones de al menos dos años, en donde los gobiernos del mundo deberán asegurar el diseño de un Tratado lo suficientemente ambicioso como para poder combatir la contaminación por plásticos desde su raíz, es decir, desde la producción y consumo de productos diseñados para tirarse. El enfoque de la prevención en la generación de residuos y la necesidad de avanzar hacia alternativas reutilizables será esencial.
Por otro lado, desde hace más de dos décadas, la comunidad internacional ha buscado la adopción de un Tratado Global de los Océanos que proteja las aguas internacionales, lo cual se ha avanzado desde el proceso BBNJ de las Naciones Unidas (Biodiversidad más allá de la Jurisdicción Nacional). Finalmente, luego de años de negociaciones y de una pausa de más de dos años debido a la pandemia de Covid-19, los gobiernos del mundo se reunirán en Nueva York del 7 al 18 de marzo para la Cuarta Conferencia Intergubernamental de este proceso (IGC4, por sus siglas en inglés) en la que esperamos que el Tratado sea finalmente adoptado.
Mediante este Tratado se busca dar a los gobiernos herramientas para proteger las aguas internacionales, aquellas fuera de la jurisdicción de cualquier país, mediante la creación de una red de santuarios marinos o áreas marinas altamente protegidas que proteja al menos el 30 por ciento de los océanos hacia el 2030. Este objetivo, conocido como el 30×30, es lo mínimo que recomienda la comunidad científica como necesario para poder brindar a los ecosistemas marinos la oportunidad de restaurarse y alcanzar la resiliencia necesaria para enfrentar el cambio climático.
Los océanos albergan una gran biodiversidad y además proveen a las personas de servicios ecosistémicos esenciales, como la generación de alimentos y de oxígeno, la purificación del aire, la regulación del clima del planeta, de espacios para el ocio y la recreación, así como formas de sustento para millones de personas. Por ello, es esencial que la comunidad internacional pueda aprovechar las dos oportunidades que tenemos este año para efectivamente protegerlos mediante estos dos instrumentos jurídicos internacionales. Es importante que en ambos primen las consideraciones ambientales y el bienestar de las personas, y no los intereses de empresas o gobiernos que han definido hasta ahora la gobernanza global de los océanos y que nos han llevado a la situación de crisis que sufren en la actualidad debido a su ineficacia. El tiempo de actuar por los océanos es ahora.