"Vecindad geográfica es destino"

"La vida infantil deja huellas indelebles en nosotros, pero en otras fases la creatividad o simplemente la aleatoriedad de la vida puede reorganizar nuestro destino"
07/11/2015 12:04

    Arturo Santamaría Gómez

    1. Santiago Ramírez, quizá el más afamado y leído de los psicoanalistas del país, sobre todo por su obra “El Mexicano, Psicología de sus Motivaciones”, dijo, como pronóstico de vida, que “infancia es destino” para afirmar deterministamente que esa primera etapa de la vida establece las principales pautas psicológicas de la vida adulta.
    Una interpretación mecanicista del análisis de Ramírez podría hacernos pensar que las etapas de la vida posteriores a la infancia no son más que una prolongación mecánica de la fase inicial de nuestro crecimiento; sin embargo, eso no es así de simple. La vida infantil deja huellas indelebles en nosotros, pero en otras fases la creatividad o simplemente la aleatoriedad de la vida puede reorganizar nuestro destino.
    De una manera semejante, parafraseando a Santiago Ramírez, y con los matices señalados, podríamos decir que la geografía y/o la vecindad geográfica es destino.
    Esta idea viene a colación cuando leemos día a día Noroeste o cualquier otro periódico mexicano y nos damos cuenta, sin necesariamente hacer una contabilidad, que el país del que proceden la mayor cantidad de noticias después de México es Estados Unidos. ¡Ah!, los lectores podrían objetar, si es así, entonces, porque Guatemala no aparece con una frecuencia y magnitud semejante.
    La objeción sería totalmente válida, pero a la vez confirmaría el matiz que establecemos a la tesis de Santiago Ramírez: hay determinaciones en las diferentes manifestaciones de la vida natural y social, pero éstas pocas veces son mecánicas y siempre iguales.
    En el caso de la geografía, y más particularmente, en el de la vecindad geográfica, para que esta marque pautas de largo aliento y sólidas es necesario que intervengan otros factores.
    Es muy claro que la principal diferencia que hay en la importancia de los vecinos de México es el nivel de su poderío económico y político. Son precisamente estos factores, más que ningún otro, los han decidido que Estados Unidos sea una determinante geográfica en nuestra vida como país.
    Si a lo largo de casi toda nuestra vida independiente esa nación ha sido una presencia constante e influyente en la sociedad mexicana, en los últimos quince, es decir, desde que se echó a andar el TLC, su incidencia es inevitable y con frecuencia arrolladora.
    No podríamos decir exactamente lo mismo de la influencia y presencia de México en Estados Unidos porque los poderes son muy desiguales, pero también podemos afirmar que la importancia de nuestro país es cada vez mayor en el gigante del norte.
    Un ejemplo de lo anterior, lamentable en muchos sentidos, pero inobjetablemente cierto es que, tal y como lo dice Noroeste en su portada del pasado 21 de julio, “Controlan mexicanos narcotráfico en Estados Unidos”.
    ¿Nos damos cuenta cabal de lo que estamos leyendo en esa noticia?
    Los carteles mexicanos, entre los que destacan los sinaloenses, son dueños, en un 99%, según la DEA, del tráfico ilegal de enervantes en el territorio de nuestro vecino. Es decir, los capos mexicanos no solo trasiegan la droga a ese país si no que también la comercian dentro de sus fronteras. Es decir, exportan y a la vez controlan el mercado interno de la venta de drogas en Estados Unidos.
    El mercado interno de las drogas es posiblemente el único que monopolicen los capitales de origen mexicano en la economía más importante del mundo. Y es un mercado enorme y riquísimo.
    Es incómodo tanto para el gobierno como para los empresarios mexicanos que actúan dentro de la ley escuchar que los carteles sean una empresa o conglomerado de empresas, pero eso son. Ilegales, clandestinas, dañinas, criminales, sí, pero a final de cuenta son negocios, es decir empresas, porque obtienen ganancias y desarrollan capital.
    Molestó a muchas personas en México que la revista Forbes clasificara al Chapo Guzmán como uno de los hombres más ricos de México y del mundo, pero no es nada difícil entenderlo y creerlo cuando sabemos que es uno de los principales dueños del mercado de drogas más grande mundo.
    Sabiendo leer esa noticia que da a conocer Noroeste, es muy fácil concluir con esta opinión: tal y como se advirtió desde un principio, la guerra contra los narcos que emprendió el Presidente Calderón está irremediablemente perdida. Policial y militarmente no hay manera alguna de ganarles a los capos. Las leyes del mercado no se derrotan con armas. Milton Friedman lo entendía perfectamente, pero sus discípulos neoliberales en el Gobierno Mexicano, no.

    Los periódicos y la democracia
    2. En otras sociedades con democracias consolidadas el periodismo independiente del control político hizo posible que “las noticias contribuyeran al buen funcionamiento de la sociedad en tanto que permiten que el público le exija cuentas al gobierno y otras instituciones”, dice Paul Starr, en un estupendo artículo sobre el papel de los periódicos en la vida pública de Estados Unidos que publica la revista Letras Libres en su más reciente edición.
    Los periódicos han cumplido un papel fundamental en el surgimiento y desarrollo de la sociedad y la democracia en Estados Unidos y otras sociedades. Cuando los diarios lograron su independencia económica también lograron, muchos de ellos, su independencia del poder político. Tal autonomía permitió vigilar a los gobernantes y combatir la corrupción; la cual sin duda disminuyó conforme hubo más lectores y, por lo tanto, ciudadanos informados.
    Tal logro histórico lamentablemente, nos explica Paul Starr, tiende a desaparecer conforme los periódicos pierden lectores. Es decir, hay una relación muy estrecha entre presencia periodística, lectores abundantes e informados, disminución de la corrupción y calidad de la democracia.
    Starr sostiene, lo cual no es muy difícil comprobar, que conforme vayan disminuyendo los lectores los periódicos irán desapareciendo y la democracia debilitándose.
    El ensayo de Starr, intitulado “Adiós a la era de los periódicos (Bienvenida una nueva era de Corrupción)”, merece comentarios más abundantes y finos porque es muy rico y extenso, pero por falta de espacio aquí nos limitamos a externar la tesis de la importancia del periodismo para el combate de la corrupción y el desarrollo de la democracia.
    El análisis de este autor nos sirve también para darnos cuenta que, en países como México, el papel vigilante de la prensa sobre el poder político no necesariamente logra que disminuya la corrupción y se fortalezca la democracia. Esta es una triste realidad, pero es cierta.
    Podemos ver como, prácticamente cada semana, periódicos mexicanos descubren y denuncian casos de corrupción y el poder político sigue campante como si nada pasara.
    El poder político en México se ha hecho tan cínico y la sociedad civil sigue siendo tan débil que no se logra castigar prácticamente a nadie.
    Noroeste, tan sólo en las últimas semanas, ha dado a conocer denuncias de flagrante corrupción y abuso de poder de la clase política, como el caso de los presuntos diputados lenones, la construcción de la Presa Picachos o de las anomalías en SCOP y Cocosin, y no pasa nada.
    A la clase política no le gustan las denuncias de corrupción pero es inmune a ellas. Los periódicos por más que las den a conocer no le hacen mella a los corruptos. Esto nos lleva a otra tesis: si no hay una sociedad civil activa, si no hay una ciudadanía crítica y movilizada, los periódicos independientes por más que revelen casos de corrupción y abuso de poder la clase política seguirá haciendo de las suyas.
    Es muy claro: para que haya una democracia sana debe haber consonancia entre periodismo independiente y ciudadanía organizada y activa.