"Perseguida por la leyenda"

"El deceso de Ángela Peralta en Mazatlán marcó nuestra historia, porque, al morir aquí 'El Ruiseñor Mexicano', nació su leyenda"
10/11/2015 07:11

    Enrique Vega Ayala

    MAZATLÁN._ María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta y Castera murió en este puerto el 30 de agosto, en el año de 1883. Bajo su nombre artístico Ángela Peralta se dio a conocer en México y Europa por sus dotes como cantante de ópera. Más de cien años después de su fallecimiento sigue siendo la soprano más importante que ha dado nuestro país al mundo.
    Se tiene a la Ciudad de México como su ciudad natal, el 6 de julio de 1845. Su deceso en Mazatlán marcó nuestra historia, porque, al morir "El Ruiseñor Mexicano", aquí nació su leyenda.
    De hecho, Mazatlán es una de la ciudades dónde más se le recuerda. Desde 1937, cuando sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en el Panteón de Dolores, en el DF, su sepultura mazatleca quedó vacía y sólo sirve como monumento idóneo para que el Panteón Municipal número 2, siga siendo llamado Ángela Peralta.
    El antiguo Teatro Rubio, sitio escogido para la "última" presentación de la diva y su "compañía de ópera italiana", desde 1943, también, lleva su nombre. Hay, además, aquí por lo menos dos calles que la rememoran.
    El paso de Ángela Peralta en Mazatlán está envuelto por un halo legendario. Su muerte, debida al contagio del níquel —fiebre amarilla—, en el cuarto número 10 del Hotel Iturbide, dejó profunda huella en la historia del puerto.
    Lo que conocemos de los sucesos ocurridos entre su llegada al puerto y su fallecimiento es una historia tejida entre escasos testimonios escritos y numerosas versiones orales que se han convertido, a fuerza de repetirse, en verdades incontrovertibles.
    No se puede comprobar fehacientemente que la recibieran tan apoteósicamente como se cuenta, al grado de que un grupo de mazatlecos desengancharan las mulas para jalar su carruaje por las calles del puerto. Tampoco hay evidencia alguna de que la soprano haya actuado ante el público mazatleco; pero se le conmemora cantando en el balcón del edificio donde estuvo el hotel en que se hospedó y hasta el nombre de la canción precisa que entonó en esa ocasión, ha pasado de boca en boca con extraordinaria fidelidad.
    De su matrimonio "in articulo mortis" y de su muerte hay actas que avalan lo sucedido; aunque de ellas se han desprendido especulaciones al por mayor. Entre el enlace matrimonial y el fallecimiento trascurren 45 minutos, según lo asentado tales documentos.
    Se presume maliciosamente que la Peralta ya había muerto cuando la casaron; y, por tanto, se sospecha que la boda fue simulada para garantizarle a su amante, Julián Montiel y Duarte, la herencia del tesoro en joyas que la Peralta, se dice, no sólo poseía, sino que traía consigo en su gira artística. Igualmente, se supone que el juez y los testigos firmantes recibieron parte de las alhajas, en compensación por su complicidad.