"NANOOK EL ESQUIMAL: La verdad re-construida"
"Lo vi en la tele, en un reportaje, es cierto". "Es un documental, yo lo vi", son palabras que comúnmente se usan para asegurar que aquello que se vio es cierto. Es decir, si la cámara capta algo que, al parecer, es real, entonces esa realidad es verdadera, diría la lógica. Por supuesto, esto no es así. O no completamente. Y para muestra, analicemos la legendaria cinta Nanook el Esquimal (Nanook of the North, EU-Francia, 1922), opera prima del patriarca del cine documental Robert Flaherty, filme que está disponible en diversas ediciones en DVD y, legalmente y completita, en youtube.com.
Flaherty, el aventurero
Contra lo que algunos podrían suponer, Nanook el Esquimal no es el primer largometraje documental en la historia del cine, aunque sí es, sin lugar a dudas, la primera obra maestra del documental, una de las tres grandes avenidas fílmicas existentes -que no géneros- en la industria cinematográfica desde sus inicios, las otras son, por supuesto, el cine de animación y, claro está, el cine de ficción.
Nanook el Esquimal surgió, en parte, como una extensión natural de la propia vida de Robert Flaherty pero también a partir de la mera casualidad. Hijo de un audaz minero de origen irlandés, Flaherty trabajó varios años en compañías mineras americanas y canadienses como prospector -o sea, "buscador" de minerales- y así llegó, en 1910, a los terrenos que una década más tarde filmaría en Nanook el Esquimal. Me refiero al noreste de Canadá, la bahía Hudson, las desconocidas -y prácticamente vírgenes- islas Belcher y la enorme península de Ungava. De 1910 a 1914 exploró estos territorios para la compañía minera con la que trabajaba, compartiendo la vida con los habitantes de esa región, los esquimales, a los que empezó a conocer y apreciar.
En 1913, en una de sus muchas exploraciones, el dueño de la compañía le sugirió a Flaherty que se llevara una de esos "aparatos nuevos" con él -es decir, una cámara de cine- para completar visualmente el concienzudo diario que Flaherty escribía de manera cotidiana.
Para 1915 Flaherty había filmado unos 70 mil pies con imágenes de los habitantes de esos territorios en su vida cotidiana -cazando, construyendo iglús, haciendo sus artesanías- y aunque logró editar y mostrar mucho de este material, el propio Flaherty terminó desechándolo por "amateur". Sin embargo, ahí quedó también la idea de hacer un filme documental sobre la vida de los esquimales, plan que no pudo llevarse a cabo hasta varios años después.
Para 1920, Flaherty estaba listo: no sólo llevaba consigo suficiente película y varias cámaras sino, también, el equipo para revelar y editar el filme sobre la marcha: su idea era mostrar lo que iba realizando a los propios esquimales para que ellos supieran qué estaban haciendo y de esta manera participaran de manera consciente.
Es decir, con todo y que Flaherty siempre tuvo una idea rousseauniana del "hombre primitivo", siempre vio a los esquimales como iguales a los que había que tratar con respeto. No hubo nunca, de su lado, atisbos de condescendencia.
La realidad re-construida
Nanook el Esquimal sigue quitando el aliento 90 años después de su realización y sigue planteando las mismas preguntas de siempre sobre la naturaleza del cine documental y del cine a secas, como lo apuntaba yo al inicio, pues el filme no muestra una realidad tomada casualmente por la cámara de cine sino una cuidadosamente reconstruida y, hasta cierto punto, (re)inventada para esa misma cámara.
Flaherty, por ejemplo, eligió entre una docena de esquimales a quien sería el protagonista de su filme, el Nanook del título ("Oso" en esquimal), un alegre hombrón que, efectivamente, era famoso en la zona por ser un gran cazador de osos polares. Sin embargo, desde el inicio, Flaherty le dejó claro las necesidades dramáticas a su protagonista. Así, por ejemplo, la ropa con la que aparece Nanook en el filme no era la que él usaba normalmente. De hecho, para esa época, los años 20 del siglo pasado, los esquimales vestían con ropas occidentales, por lo que Flaherty le pidió a Nanook que no llevara puesta ropa "de hombre blanco" sino vestimenta tradicional hecha con pieles de animales.
Hay también otros muchos elementos fáciles de identificar como falsificaciones necesarias: el proceso por el cual Nanook, su mujer Nyla y sus hijitos hacen un iglú en medio de la inmensidad de los hielos canadienses es completamente real -vamos, lo que vemos es hielo de verdad y el iglú fue hecho, en efecto, en una hora, como nos dicen los intertítulos- pero, después, las escenas del interior del iglú fueron filmadas en otro iglú mucho más grande y, además, abierto del techo para poder dejar pasar la luz.
Más aún: la emocionante caza de una enorme morsa de dos toneladas de peso es verídica -así como lo vemos en pantalla, así en efecto sucedió-, pero la cacería de una foca, que se encontraba abajo de una gruesa capa de hielo, está montada. La foca es real y sí la cazaron, pero en otro momento y en otro sitio. Cuando vemos a Nanook y a los demás luchando por sacar del hielo a la enorme foca muerta, lo que estamos viendo, en realidad, es una notable actuación... O, si se quiere, una notable recreación de la realidad, que es exactamente lo que hacen los grandes actores.
¿Realidad o ficción?
Por supuesto, la línea entre la realidad y la recreación de la realidad está completamente borrada y Flaherty, habrá que decirlo, nunca intentó ocultar sus técnicas de filmación ni de franca dirección de sus personajes/actores lo que, en cierto momento, le atrajo el rechazo de algunos teóricos que alegaban que lo que él hacía no era cine documental, sino un tipo distinto de ficción.
Esa era una vieja discusión que, a estas alturas del juego, está superada. Por supuesto que Robert Flaherty hacía cine documental y etnográfico con el fin de capturar la auténtica esencia -"el auténtico espíritu", decía él- de las personas con las que vivía -a Nanook lo siguió durante un año entero, por ejemplo- y si en el camino tenía que distorsionar un poquito acá y otro poquito allá, ¿qué importancia tenía?
A lo mejor Nanook no había cazado esa foca en ese momento, pero había cazado otras más, muchas más, cuando la cámara estaba apagada. Eso sí, menos mal que Robert Flaherty estaba por ahí para re-crear esos momentos, para re-inventar esas aventuras... ¿No se trata de esto el cine? ¿El cine a secas, sin etiqueta alguna? ¿El arte mismo?
*Profesor de Cine y Narrativa Audiovisual del Campus Sinaloa
Comité Editorial
Beatriz E. Téllez Yánez
Ernesto Diez Martínez Guzmán
Leticia Mendoza Anguiano
Comentarios
diez.martinez@itesm.mx
"Las opiniones expresadas en esta página son responsabilidad de sus autores. No necesariamente representan el punto de vista del Tecnológico de Monterrey".