"Las mujeres de los desaparecidos: Morir en la búsqueda"

"Aun bajo amenazas y con la escasa información anónima que les llega, Las Mujeres de los Desaparecidos de El Fuerte buscan entre cerros y valles a sus familiares"
15/11/2015 10:29

    EL FUER­TE . _ A Karla Gó­mez le di­jeron que podía en­contrar a su hermano Arnoldo en el cerro que está pasando la presa Josefa Ortiz de Domin­guez. Dio aviso a las compa­ñeras del Grupo de Mujeres de los Desaparecidos de El Fuerte desde temprana hora y salieron a buscarlo. 

    Encendió el carro de Ar­noldo, un Marquís viejo que estaba arrumbado, y enton­ces subió lámpara, se puso las botas y arrancó el vehícu­lo. Sentía un cosquilleo que le indicaba que podía encon­trar a su hermano, darle las medicinas que podía estar necesitando por la diabetes que siempre había tenido. 

    Karla no fue sola, iba con Lucía Castro, cuyo hermano Héctor desapareció el 16 de junio del 2013, cuando con un grupo de amigos fue a pescar a la presa y ya no vol­vió, le habían dicho que él podía estar ahí todavía, sólo que enterrado a la deriva, por eso la acompañó. 

    Arnoldo, mecánico de oficio y hermano de Karla, desapareció el 1 de agosto de 2013, cuando iba de regreso a su casa desde Ocolome, un poblado al norte de El Fuerte, ahí había reparado un auto; sin embargo, desapareció en el trayecto. Testigos asegu­ran que policías lo golpearon y se lo llevaron en su patrulla. 

    Karla lo busca desde en­tonces. Después de estacio­nar el Marquís se introdu­jeron en el cerro siguiendo la pista de su informante. Apenas caminaron los pri­meros pasos y ya sabían que estaban con peligro, pero eso no las detuvo.
    "Ese día se nos fue el tiem­po bien rápido y ya sabíamos que era bien peligroso por­que es un cerro de pura pie­dra pues, una caída y ahí que­dábamos", recuerda Karla. 

    Las dos tenían noticias de que sus hermanos podían ser encontrados enterrados, sin vida y poco reconocibles, aún así siguieron con la bús­queda, incluso más allá de su orientación, hasta que se perdieron y desesperaron. 

    "No encontrábamos na­da, nos fuimos metiendo en el cerro y no veíamos nada para escarbar y buscar, ya se estaba haciendo tarde y nos teníamos que salir. Hubo un momento en que estábamos desesperadas porque nos sentíamos perdidas, es más, ya estábamos en la carretera y nos seguíamos sintiendo perdidas, era una desespe­ración bien grande. Yo estoy segura que por ahí podía es­tar mi hermano", asegura la joven de 31 años. 

    Apenas salieron del ce­rro y se dieron cuenta de que sólo habían encontrado manchas de sangre, pero era fresca, creyeron entonces que era de otras víctimas, pues sus hermanos desapa­recieron en 2013. 

    Fue la primera exploración de varias búsquedas, lo que significó también la primera de varias amenazas, de avi­sos incómodos en papel y con informantes desconocidos. 

    "Varias veces nos han di­cho que ya no le sigamos, que nos puede pasar lo mismo, pero eso no importa, cuando a alguien le falta un familiar le falta todo", señala una madre que pidió anonimato, pues su última amenaza fue la mañana del día en que fue entrevistada. 

    Todas las mujeres han tenido al menos un aviso amenazante desde la des­aparición de sus hombres, incluso algunas han encara­do a policías, pero éstos sólo se burlan de ellas. 

    "Siempre que lo veo me reta con la mirada, se ríe y se burla, pasa por aquí enfrente de la casa, él sabe dónde está mi hermano, yo estoy segura de que él fue y se lo he dicho, pero el muy infeliz no me responde", expresa una de las mujeres que señala como responsable a un policía de la desaparición de su familiar y de quien también se guarda el anonimato por seguridad. 

    Las mujeres se han vis­to obligadas a crear meca­nismos de protección entre ellas: se avisan de cualquier búsqueda, si acuden ante las autoridades o si necesitan tomar carretera. 

    El miedo no cabe en ellas, sólo piensan en seguir bus­cando, en desenterrar fosas hallando muertos que no son los suyos, como en Mochica­hui, El Poblado, Las Estacas, San Blas, Toboloto, La Ca­rrera, El Naranjo, en la Pre­sa, Ocolome y El Oro. 

    "Hemos encontrado cuer­pos en varias partes: en Mo­chicahui, en la presa, por aquí por donde está Toboloto, y hasta el gasoducto, ahí fue el último lugar", señala Mirna Medina, madre de Roberto, apuntando hacia El Oro, el punto de interconexión de las tuberías del gasoducto. 

    "Unos hombres que traba­jaban con las máquinas vieron dos bultos, uno que estaba en­cobijado y después encontra­ron otro, unas mujeres fueron a verlo, ya hasta se mandaron a hacer pruebas de ADN". 

    Se hablan por teléfono, acuerdan la fecha y se repar­ten herramients y víveres. Se enteran de algún dato a partir de rumores o porque alguien les dice, y entonces van a la búsqueda. 

    "Me han dicho que están en el basurero, que ahí fue la última vez que los vieron pe­ro nosotros encontramos las chamarras en el monte cerca de aquí, sólo eso y como unos pedacitos de aluminio, pero no sabemos porqué", cuenta María del Refugio Robles, quien desde el 20 de mayo del 2013 busca a su hijo Je­sús Humberto y a su sobrino Manuel Eduardo. 

    "Hemos ido por todos esos lados, han escarbado, han andado varios así todo el monte, por ningún lado no hay nada, ya no hallamos a qué santo encomendarnos y ya hay veces que hasta re­negamos de Dios". 

    Las mujeres dicen que no buscan en vano, que no lo ha­cen a ciegas, algunas de ellas hasta aseguran saber quién fue. Dan nombres de poli­cías, de personas que tam­bién han desaparecido y que nadie las busca, y otras más creen que fue el narcotráfico pero no están seguras. 

    'Sólo son rumores': la versión oficial 

    De los 28 casos de desapa­recidos en El Fuerte, al menos 18 tienen acusación directa por las mujeres ha­cia dos policías: José Rojo, policía municipal preventivo de El Fuerte, y el "Coman­dante Santos", de este último desconocen su nombre com­pleto, las autoridades se lo han negado, pero se conoce que opera en Mochicahui. 

    Sin embargo, aunque las mujeres han hecho denun­cias ante el Ministerio Pú­blico y los medios de comu­nicación, Marco Vinicio Ga­laviz, Alcalde de El Fuerte, asegura que pueden ser fal­sas, que podrían ser rumores que afectan a su municipio. 

    "Legalmente y en averi­guaciones o lo que haya , yo no estoy enterado de que tengan una prueba fehaciente de que ellos fueron, en el momento de que lo haya hay que actuar y hay que actuar con la ma­no dura, pero si no lo tienes, no tienes la certeza porque la rumorología nos hace mucho daño", expresa Galaviz. 

    "No nada más en la se­guridad, nos hace mucho daño en todo, no creo que puedes tú decir nada que no te conste y que no tengas en la mano aunque te diga tu hermano o un amigo que lo vieron, ¿por qué?, porque a la hora que los jalas a ellos dicen que no es cierto". 

    Hasta el momento no exis­te el registro en El Fuerte de la suspensión de policías, és­tos se mantienen trabajando en los mismos lugares. Las mujeres de los desaparecidos aseguran que los agentes po­liciales señalados se acercan y se ríen frente a ellas. Situa­ción que podría seguir, pues no hay mandato para que no lo hagan. 

    "Hasta el momento no se ha suspendido a ningún po­licía porque no hay ninguna acusación, o no hay una or­den de algún juzgado o de al­gún ministerio que nos diga 'señor, este policía está seña­lado, este policía está invo­lucrado', que en el momento que me lo pongan aquí en la mesa yo pongo cartas en el asunto", aseveró el Alcalde. 

    "Queda cesado inmedia­tamente mientras se demues­tra una u otra cosa, porque no podemos acusar como te digo yo, nada más por que sí, y no estoy defendiendo a na­die ¿no?, estoy tratando de ser justo con las dos partes, tra­tar de que el policía que tiene un trabajo demasiado riesgo­so también tenga el respaldo que debe de tener para que desarrolle sus labores". 

    En El Fuerte están en un orden de policía llamado "Mando Único", el cual es dirigido por el Secretario de Seguridad Pública y Tránsi­to Municipal, Luis Ángel Za­zueta, quien asegura saber de desapariciones, sostiene que ninguna de ellas es forzada. 

    "De acuerdo a los reportes que nos llegan a nosotros, no los estamos manejando como desaparición forzosa, sino como una persona que al final de cuentas es desaparecida... ¿por qué?, porque el último contacto que tuvo en ningún momento se vio dónde hubo violencia para... a la hora de la privación", asegura. 

    "Eso no se puede deter­minar así, hay que hacer un proceso de investigación pa­ra determinar si realmente fue forzada la persona o si fue violentada a la hora de la privación". 

    Zazueta inició labores en mayo de este año, cuando el Alcalde y el General Moisés Melo García, Coordinador de Seguridad de Sinaloa, le tomaron la protesta y le so­licitaron jurar ser contun­dente contra la delincuencia. 

    Al nombrarle a José Rojo y al "Comandante Santos" no titubea, dice que sí los conoce, y que también sabe de las de­nuncias, pero las rechaza, ma­neja el mismo discurso que el Alcalde: es rumurología. 

    "Si en el seguimiento la Procuraduría determina sus­penderlos desde luego y si es necesario por completo así se­rán las condiciones... eeeh... sí he escuchado comentarios... eeeh... y vamos a hacer lo que corresponda al proceso que tiene que seguir la Procura­duría", indica el funcionario. 

    La labor de la policía es preventiva, pero el Secre­tario dice que también han realizado labores de inves­tigación y de búsqueda. 

    "No es cierto, nadie nos ha ayudado, los estamos bus­cando solas", es un reclamo único de todas la madres que fueron entrevistadas.
    El niño, los informantes y el whatsapp 

    Las mujeres de los desa­parecidos están haciendo búsquedas, van juntas y so­las, llevan consigo las herra­mientas y sus mapas, éstos últimos los hacen según con los datos que les dan. 

    Los mensajes son escri­tos, por teléfono o en perso­na, incluso hay informantes que llegan a dar noticias uti­lizando niños. 

    "Me dijeron que mi hijo está en Las Estacas, pero está muy lejos eso como para que ande para allá y se haya ido solo", dice Artemisa Esca­lante, quien busca a su hijo Joan Manuel. 

    "Me dijo un niño de aquí de La Carrera, un niño de 8 años, me vio y me dijo que mi hijo estaba ahí".
    Las mujeres les creen y no se han equivocado. 

    "Hace poco le dijeron a una compañera que su hijo estaba junto al dren de Mo­chicahui y ella fue a buscarlo pero no lo encontró, era otro cuerpo, entonces le llamó al amigo y le dijo que era 300 metros más adelante", ase­guran Mirna Medina y las notas periodísticas del 19 de julio de este año. (http:// www.noroeste.com.mx/pu­blicaciones.php?id=962172). 

    "Después encontraron más cuerpos aquí y ahí esta­ba el (desaparecido) de ella y otra compañera, y todavía hay varios que nos rebotan, que no sabemos quiénes son". 

    Las mujeres se comuni­can por whatsapp, les dan datos, informes y hasta su­gerencias para que hagan sus investigaciones. Son informantes anónimos que las contactan de la nada, pa­ra darles datos precisos de cuerpos enterrados en fosas. 

    'Hasta donde Dios nos ponga línea' 

    El 14 de septiembre, Lucy encendió la camioneta Ford Explorer verde de sus padres, que ya estaba mal de la suspensión y la tenía guar­dada en casa porque era casi imposible manejarla. Era en domingo y tenía una cita en la subprocuraduría de Justicia Zona Norte, en Los Mochis. 

    Ya era tarde, las 10:15 cuando salió con Karla Gó­mez y María del Refugio Ro­bles, su cita estaba pactada a las 10:00 horas. Se harían pruebas de ADN. 

    Días antes, el 12 de julio, las Mujeres de los Desapare­cidos de El Fuerte hicieron una marcha en ese munici­pio, encararon a funciona­rios del Ayuntamiento hasta que salió el Alcalde Marco Vinicio Galaviz a atenderlas. 

    Se fijó una promesa: llevar los casos de desaparecidos ante la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa para que antendiera a los familiares de las víctimas, y así sucedió. 

    El 17 de septiembre estu­vo el Gabinete de Seguridad atendiéndolas, aunque había un luto que las superaba.
    Tres días antes, cuando Lucy, Karla y María del Re­fugio iban a la subprocura­duría, hubo un incidente. 

    La camioneta tenía fallas, pero ya era tarde y era el úni­co medio para viajar un poco más de 100 kilómetros de ca­rretera. Se aventuraron. 

    "La camioneta se iba de lado, no era estable y eso Lucy lo sabía", cuenta Karla Gómez, "pero ya era tarde y la Lucy lo único que dijo fue, 'hasta donde Dios nos ponga línea ahí voy a llegar'". 

    Apenas Lucy dijo esas palabras y una curva le hizo perder el control. Se mató.
    Karla y María del Refu­gio resultaron con heridas, ninguna de mayor conse­cuencia, salvo la de portar un collarín durante un mes. 

    La reunión con el Gabine­te de Seguridad del Estado fue así, con dos tipos de luto, el de los desaparecidos y el de la muerte de Lucy. 

    Fue de trámite y de una nueva promesa: después de un mes se haría una nueva reunión para dar resultados, pero no se ha cumplido. 

    Las mujeres de los desapa­recidos continúan haciendo sus búsquedas, creen en que encontrarán a sus familiares, tal vez vivos o muertos, pero lo harán, aunque sea solas o hasta que Dios les ponga línea.