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"Participación de la sociedad civil"

"El juego una muralla para mitigar la violencia"

"En la frontera entre México y Estados Unidos, en Ciudad Juárez, una organización civil emprendió una lucha frontal para sanar las heridas que dejó la violencia en los niños. La estrategia es sencilla: atacar la ira y la venganza para construir la paz"
16/11/2015 08:22

    CIUDAD JUÁREZ.- Daniel quiere vengarse.
    El odio incrustado en su interior encontró una justificación: su papá fue asesinado, quedó tirado en un charco de sangre en la calle, mientras formaba un escudo contra las balas que pasaron junto a él.
    "Éste es el que mató a mi papá y yo voy a matarlo", advierte el niño de 6 años.

    Heridas abiertas

    Daniel nació en época de guerra. A su corta edad, es un sobreviviente de la violencia y sus consecuencias: de los enfrentamientos armados, de los golpes, de las drogas, de la prostitución.

    Él es parte de la generación de niños que han vivido la contienda entre los cárteles de la droga en la ciudad que, desde 2008 a 2012, fue la más peligrosa del mundo.

    Con una tasa actual de 35 homicidios por cada 100 mil habitantes, según reportó el observatorio ciudadano la Mesa de Seguridad y Justicia en julio del año pasado, Ciudad Juárez ha criado a sus pequeños bajo una doctrina irracional: la violencia en todas sus variantes, la física, la sexual y la sicológica.

    Esta ciudad fronteriza narra su historia a través de su brutalidad y padecimientos: la maquila como principal actividad económica y fuente de empleo, con jornadas extenuantes de 12 horas diarias; cárteles de la droga, el de Juárez y el de Sinaloa, que se enfrentaron para controlar el paso ilegal entre México y Estados Unidos, y hasta supuestos "escuadrones de la muerte"; además, una pobreza extrema que alcanza al 4.37 por ciento de la población, siendo el cuarto municipio con más precariedades en Chihuahua, de acuerdo con el mapa de la Cruzada Nacional Sin Hambre de la Presidencia de la República.

    Esta tierra árida, caracterizada por una arquitectura desmantelada, como consecuencia del éxodo de su población y por una política de "embellecimiento" del Centro Histórico a cambio de triturar edificios, emprende ahora otra lucha más difícil: la de la reconstrucción.

    La aportación más sólida proviene de la población, que trata de sanar sus heridas.
    Sin embargo, las necesidades son variadas, y a cada una se le suma una organización que presta su servicio: hay quienes brindan ayuda en zonas conflictivas, otros que fomentan el deporte, o incluso, aquellos que vigilan el trabajo de su Gobierno.

    Aquí hay 351 asociaciones civiles constituidas formalmente, según informó Fortalessa en su último reporte de diciembre de 2013, una organización que ofrece capacitación a la ciudadanía.

    El refugio 

    "Había una vez una niña que iba por el campo, -muy feliz-, a llevarle manzanas a su abuela", inicia Tania Rosales a construir un cuento, mientras los niños esperan su turno.

    "La abuela estaba con una pistola. Y quiso matar a la niña. Y entró un hombre...", continúa con la narración el pequeño Santiago.

    Tania detiene el juego, y sin reprender, pasa a otra actividad. De tan sólo 21 años, la instructora, del aula recreativa La Casita, edificada en la parte alta de la colonia Felipe Ángeles, y ubicada dentro del cinturón con mayor marginación de Ciudad Juárez, también conocida como el lado poniente, trabaja la ludoterapia, una terapia que, mediante el juego, trata de sanar las heridas de los niños que sufrieron violencia.

    "(Los niños) eran rebeldes, agresivos, siempre estaban a la defensiva. No les gustaba convivir. (Eran) egoístas, se podría decir también. Querían vengar por todo lo que han pasado, por todo lo que han visto en la colonia, porque han visto hechos muy violentos: desde muertes, cómo huye una persona por su vida. Ellos ven todo eso; entonces, como que ellos traen todo eso", expone.

    "Y tú le preguntabas: ¿qué quieres ser?", describe, "'pues, quiero ser policía para tener el poder y matar'. O querían ser sicarios".

    La joven trabaja para la Organización Popular Independiente que ofrece atención personalizada a los niños en zonas conflictivas. La asociación, que cuenta con 25 años de trabajo comunitario, tiene cuatro aulas de actividades ubicadas en las colonias más pobres e inseguras: Felipe Ángeles, El Retiro, Díaz Ordaz y Villas de Alcalá.

    A través del juego, las educadoras invitan a los niños a convivir y, poco a poco, se ganan su confianza. Y con cuentos, canciones o dibujos descubren qué es lo que lastima. Y así, le dan figura al coraje que aprieta el pecho. Le dan rostro al odio. Le dan nombre y apellido a ese rencor interno.

    "El juego es la estrategia por excelencia para nosotros, porque a través del juego los niños van abriéndose, expresándote sus necesidades, sus problemáticas. Y con base en eso, tú generas un diagnóstico que te permite generar otras actividades de juego que te ayuden a contener esas emociones", explica la coordinadora de las escuelas, Mónica Espinoza.

    "Está el box, está el futbol, que son dos deportes que ha funcionado muy bien con los niños. Descargan todo el estrés, enojo. A veces, los niños acuden al lugar y no necesariamente quieren jugar, simplemente quieren estar en un lugar donde ellos se sientan a gusto, donde ellos se sientan cómodos y poder descansar del estrés de su casa", detalla.

    Y Tania abunda más.
    "Es una estrategia de entrar (en su alma) y que se abran completamente con nosotros. Mientras que jugamos, les preguntamos y ellos contestan", dice.

    Estas aulas, ubicadas en las colonias más conflictivas y marginadas, se han convertido en refugios para las pequeñas víctimas de la guerra.

    El juego se ha erigido como una muralla para contener la reproducción de más violencia, pues trenza el tejido social a través de la convivencia y, a su vez, mitiga los deseos de venganza contra su prójimo.

    Las luchadoras

    Tania Rosales, Belinda Rodríguez y Sandra Zavala son las instructoras. La fortaleza del grupo radica en que viven en la colonia donde se ubica su aula.

    "Algo que ha funcionado es abrir estos espacios dentro de las comunidades, donde está el problema. ¡Porque qué caso tendría poner una casita en la zona centro donde es difícil llegar! Los apoyos deben estar dentro de las comunidades donde se necesitan", argumenta Mónica Espinoza.

    "Las promotoras conocen su contexto porque son de la misma colonia. Ellas reciben una capacitación, se están capacitando constantemente, en participación ciudadana, en liderazgo, sexualidad infantil", enuncia.

    Las jóvenes, cuya edad oscila entre los 21 y 26 años, han tomado cursos de solución de conflictos, juegos cooperativos y lúdicos, liderazgo y participación ciudadana. Las tres aspiran a ser educadoras profesionales.

    Belinda, la mayor de ellas, se incorporó durante la campaña "¡Escúchame! Invierte en mí. Un compromiso con la niñez de Juárez" que emprendió la OPI, después de que renunció a la maquila porque se sentía explotada.

    "Todos mis niños son mis vecinos. Y mi centrito me queda a una cuadra, (de) donde yo estoy. Entonces, es como te digo: tú, como vives ahí y convives diariamente, no solamente esas 8 horas, sino que saliendo de ahí, te siguen buscando, por un problema, o equis cosa. Es cuando tú te das cuenta de las necesidades que tienen. Observas hasta las mismas familias, o alrededor de ellos. ¿Qué hacen en las tardes cuando yo ya no estoy con ellos?", comparte la chica de tez morena y complexión delgada.

    "Cuando yo llegué ahí. Todos los niños, igual, me quebraban los vidrios, me hacían bullying, todos muy groseros. Todos con la apatía. Porque corrían a quienes llegaban. Lo que yo hice fue ir observando las conductas de los niños para poderme acercar y saber cómo tratarlos a cada uno", explica.

    También integró a las madres a las actividades para recaudar fondos y comprar los alimentos del comedor comunitario.

    "Hicimos un comedor con aportaciones que nos daba OPI... Y después, lo empezamos a mantener, pues con puro apoyo de la comunidad", presume.

    Belinda se expresa de los niños, como si fueran suyos, con cariño.
    "A mí me reconfronta mucho saber que hay un lugar donde ellos puedan llegar cuando están solos. A mí eso me motiva mucho", expresa. 

    La despedida

    Al descubrir el resentimiento al interior de Daniel, la OPI lo canaliza con un tanatólogo y recibe un tratamiento para superar el duelo por el asesinato de su padre. Después, recibe ayuda para reintegrarse a la sociedad. En un acto final, sus maestras y amigos lo acompañaron a despedirse de su dolor.

    El grupo libera globos de aire artificial que se elevan al cielo. Llevan cartas sujetas, escritas por el puño y letra de los niños.

    Daniel envía un mensaje de alivio: "¡adiós!"
    "Papá, yo te extraño mucho. Yo sé que tú estás en el cielo. Yo estoy aquí cuidando a mi abuelita. Estoy bien, en un lugar donde me cuidan y me quieren. Y te extraño mucho", escribió. 

    Juárez y la participación ciudadana
    En Ciudad Juárez hay 351 asociaciones civiles constituidas formalmente, hasta diciembre de 2013.
    Fuente: fortalessa.org.mx.