"Culiacán no desea la suerte del valle de México"
Adrián García Cortés
"La semana pasada, la más abundante precipitación pluvial de los últimos 15 años (12 centímetros por centímetro cuadrado) según los pluviómetros del Observatorio Meteorológico de Tacubaya, inundó de agua y lodo dos terceras partes de la Ciudad de México. Las consecuencias de este alud sobre la metrópoli mexicana, que no tiene defensa para resistir los fenómenos naturales, fueron desastrosas y funestas. Al finalizar la semana se habían recogido cinco muertos y numerosos heridos, y se había hecho un cálculo aproximado de algunos millones de pesos por pérdidas en muebles, utensilios de casa, productos alimenticios y medicinas y otros objetos...".
Esta nota periodística no es, ciertamente, sobre lo acontecido en días pasados en el Valle de México. La publicó el autor de este Análisis en Revista de la Semana de El Universal el 9 de julio de 1950, cuando la ciudad llegaba a los tres millones de habitantes y en el resto del valle en la porción del Estado de México ahora conurbada, sólo había 400 mil. Como se advierte, han pasado 60 años y seguimos en lo mismo, sólo que ahora, el problema se ha extendido al valle, precisamente en lo que fue el lecho del sistema lacustre, con 8 millones para el Distrito Federal, y 20 millones para toda la gran metrópoli expandida contra la naturaleza misma.
Aún más, al año siguiente, 1951, y en el mismo medio, en julio y septiembre, escribimos:
"Nuevamente las calles citadinas y aun las oficinas y patios en muchos edificios se vieron invadidos por las aguas negras que estuvieron aflorando, durante toda la semana, en las partes más bajas y céntricas de la ciudad. En esta ocasión los daños y la superficie afectada fueron mayores: no hubo colonia popular que no sufriera consecuencias desastrosas, apenas sí hubo calle del centro de la ciudad que estuviera libre de charcos inmundos".
Quiebre total de la
ciudad por omisiones
¿Qué había ocurrido? Sencillamente, que la ciudad en su impetuoso crecimiento incontrolado, realizado contra su entorno natural, había entrado a un quiebre total de su infraestructura urbana, como en su momento ocurrió en Londres y Nueva York.
El problema de hace más de medio siglo se centraba, básicamente en cinco vertientes: una, la desecación del sistema lacustre; dos, la urbanización sobre el lecho las partes más bajas de la cuenca del Valle de México--; tres, la sobreexplotación de pozos artesianos para surtir de agua potable a la creciente población; cuatro, el hundimiento del centro urbano edificado sobre los lodos del lago; y cinco, la inmigración poblacional del campo a la ciudad como consecuencia de la reforma agraria.
En ese contexto, vi como por las calles del centro histórico, Independencia y Venustiano Carranza, salían las lanchas para mover a los peatones cual trajineras de Xochimilco y que algunos osados ofrecían sus espaldas para pasar a horcajadas de una acera a otra a las damas de buen ver por sólo sentir el almohadillado de sus muslos; y en la glorieta del Caballito (Reforma, Juárez, Rosales y Bucareli), las aguas negras de los patios ferroviarios y la refinería de Azcapotzalco, para desaguar tenían que cruzar los colectores del Centro Histórico hasta el Canal del Desagüe por el Cerro del Peñón, cerca del Aeropuerto Internacional.
Se secaron los lagos del
valle: también de Lerma
Añadido a ello, una pésima red de drenaje, el agotamiento de los manantiales de Xochimilco y sus alrededores, y la desecación, a su vez, de la laguna del Lerma (Toluca) en las proximidad de sus manantiales para traer el agua a la Ciudad de México.
Dos jefes o regentes del Departamento del Distrito Federal: Javier Rojo Gómez, con el presidente Manuel Ávila Camacho y Fernando Casas Alemán, con Miguel Alemán Valdés, no habían sabido, podido o querido enfrentar el problema, porque la solución suprema parecía ser, cambiar de residencia a los poderes federales y así contener el desmesurado crecimiento poblacional.
Por el contrario, uno con un plan absurdo de vivienda había fomentado las invasiones suburbanas con la promesa de que, una vez formalizada la nueva colonia les darían todos los servicio públicos, y el otro con un plan de vialidad que implicaba convertir al zócalo en un centro radial que condujera las comunicaciones terrestres a todos los horizontes. Y por supuesto reduciendo, cada vez más o alentando al vecino estatal a ello, la superficie lacustre para la promoción habitacional que entonces era la moda política para obtener votos electorales. Y es que ambos aspiraban a brincar del Palacio del Ayuntamiento al Palacio Nacional, apenas cruzando la calle, para sentarse en el trono republicano.
Tentaciones de alcaldes:
llegar a la Presidencia
Ninguno llegó, como nadie ha podido hacerlo, desde la alcaldía capitalina hasta la Presidencia de la Nación. Pero sí llegó un jefe del Distrito Federal, que hizo historia, que tuvo que enfrentar el quiebre urbano con medidas emergentes que dieron un poco de alivio a la población, pero que no atacó ninguno de los problemas fundamentales y rezagados de la ciudad.
Se llamó Ernesto P. Uruchurtu, y permaneció en la jefatura distrital 14 años: 6 de Adolfo Ruiz Cortínes, 6 de Adolfo López Mateos, y 2 de Gustavo Díaz Ordaz. Con este último, cuando parecía "inevitable" la sucesión presidencial apenas iniciado el gobierno de Díaz Ordaz, fue destituido por un problema inventado de colonos del Pedregal de San Ángel.
Uruchurtu se distinguió por su energía y férrea voluntad en el oficio de gobernar, tanto es así que se le denominó "el Regente de Hierro". Hizo obra superficial, paisajismo urbano, limpieza prostitucional sacó a las prostitutas del centro histórico--, le dio cauce al nuevo mercado de abastos sin extinguir el tradicional de la Merced, y, en aras de un esfuerzo por detener el crecimiento de la ciudad, negó todo permiso para nuevos fraccionamientos, hasta cerrar avenidas que comunicaban, por ejemplo, de las Lomas de Chapultepec a Tecamachalco, Estado de México.
Sólo que no se atrevió ni a ponderar el transporte subterráneo en sustitución del superficial, ni a autorizar el sistema de drenaje profundo. Lo hizo, en cambio, en el resto del sexenio de su turno un militar, Alfonso Corona del Rosal. Pero lo grave de ello fue que con Uruchurtu no hubo planeación urbana, porque los órganos expresamente creados para ello dejaron de operar y él se autonombró la única persona capaz de planificar y decidir la suerte de la ciudad. O sea, en 14 años, la ciudad siguió creciendo sin planeación sólo sujeta al comercio incontenible de la tierra y la edificación. Esto, obviamente, hizo el gran daño a la ciudad.
El Estado de México abrió
sus puertas a la expansión
A la par, el vecino Estado de México, aprovechando las limitaciones y prohibiciones del Distrito Federal, abrió sus espacios a la conurbación o sea a la expansión urbana continua que ya fue inevitable, invadiendo, así, los terrenos "ganados" a los lagos con los serios riesgos de inundaciones frecuentes y hundimientos fatales, por gracia y riqueza de un sistema político que se corrompió y nunca ha trabajado con la naturaleza.
Por eso, ahora la naturaleza se cobra los agravios y las aguas, como siempre ha sido desde la Creación, vuelven a su lecho. Víctimas de todo son los asentamientos de Netzahualcoyotl más de un millón de habitantes y Ecatepec otro millón--; además del ya mártir, aunque con bendición papal, el de Chalco, quizás el que ha recibido los mayores estragos, todos ellos en el Estado de México, precisamente alojados en los lechos de los antiguos lagos.
Hoy día, la única solución para el Valle, por mucha infraestructura que se realice, parece ser lo que ya en el siglo XVI se pregonaba: cambiar la sede capital de la Nueva España, a otro espacio con menores riesgos para su desarrollo. En la Constitución de 1857 quedó prescrita la posibilidad de crear el Estado de Anáhuac en el Valle de México, a condición de cambiar la sede de la capital federal.
Fueron ya, en aquella lejana época, 1604, 1607, 1629, 1635, años dramáticos y de tragedias continuas, cuando murieron 30 mil personas por causa de las inundaciones, cuyos efectos se prolongaban por meses. En una ocasión se trajo, desde la villa de Guadalupe, a la imagen Guadalupana para un recorrido por la ciudad anegada como mostrándole los efectos padecidos y rogándole clemencia y, en cierta medida, hasta el perdón de las culpas colectivas.
¿Cuenca cerrada? ¡Ah,
hay que abrirla de ya!
Por ese entonces, vale decirlo, la cuenca del valle estaba totalmente cerrada y todas las precipitaciones pluviales reconocían como vaso el Lago de Texcoco, cuya único equilibrio era la evaporación. Fue necesario pensar y repensar en una salida artificial por el canal de Huehuetoca y cruzar el parteaguas hacia el río Tula vía el Tajo de Nochistongo, que se hizo durante dos siglos. A partir de entonces, la visión política así de los criollos del virreinato como los herederos de la independencia y la revolución mexicana, siempre soñaron que la solución era expulsar las aguas del valle hacia el océano Atlántico.
Empero, sigue en pie el traslado de la capital a otro espacio donde pueda desarrollarse por sí misma, como lo hizo Brasil, por ejemplo. Con 20 millones, pensar en crecer al estilo inmobiliario, carece de sentido y, es más, se vuelve suicida cualquiera hecho que a ello se conduzca. El problema es, en todo caso, más de tipo político, que los actores dejen de pensar en la inmediatez del poder por el poder y que, al menos, se asocien, si no con el pueblo que los sostiene, sí con la naturaleza para dejar de agredirla y que ésta no tome revancha como está ocurriendo y seguirá ocurriendo en ese Valle tan torturado.
Hoy día en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales se ventila la idea de una iniciativa de ley para frenar las construcciones en el Valle de México debido a la escasez de agua, a las inundaciones y al deterioro del ecosistema. Su titular, Elvira Quesada, ha dicho que no obstante los presupuestos autorizados a los gobiernos locales para mantenimiento de la red hidráulica, en el Valle desde hace 20 años no se atienden los rezagos.
Culiacán: la advertencia
no es menospreciable
En cuando a la referencia a Culiacán, lo deseable es que nuestros actores políticos, económicos, sociales e intelectuales, asuman lo que acontece en el Valle de México como una lección de vida que debe aplicarse a nuestro propio desarrollo.
Culiacán, como ciudad capital, en proceso metropolitano y en el inicio de una conurbación continua, requiere pensarse en un desarrollo que mire a los recursos naturales, trabaje con ellos y que reeduque a sus pobladores o usuarios en una convivencia que haga posible los equilibrios urbanos.
Sólo para citar el caso de la tragedia del valle, hay que decir que nuestra capital no está exenta de ello. Dos ríos que se juntan para un tercero, a los que se le han hecho tres presas y multitud de represas para distribuir el agua agrícola, no es un asunto hidráulico menospreciable. Sobre sus lechos y colindancias se están construyendo a marchas forzadas muchos núcleos urbanos sin un plan regional que los ordene y redistribuya.
¿Qué pasaría si el río
arrasara a Isla Musala?
En el cauce del río Tamazula, tradicionalmente un factor inundable, se aceleran edificaciones tipo Isla Musala, sin tomar las precauciones firmes como desazolvar la presa o elevar su cortina y su vertedor, construir los muros de contención, profundizar las cauces del río en la zona urbana y convertir a la derivadora del río Culiacán en un gran lago otra presa de profundidad y elevación de vertedor--, y no en amplios espacios deportivos.
Nos atenemos a que en la zona llueve poco; pero como en días pasados lluvias continuas, cuando no hay un drenaje pluvial, la ciudad se anega en agua ciertamente no blanca. Imaginar que la Isla Musala, de notables edificaciones y gran visión urbana, que un día sea arrasada por corrientes de agua que no respetaron la desviación ni la urbanización, de verdad que no hace enchinar el cuerpo y mejor no imaginarlo.
Los mexicanos: educados
sólo para votar y callar
El problema, se ha dicho en la conceptuación histórica y en la realidad del sistema político, que los mexicanos hemos sido educados en el último siglo, como lo dijera el Marqués de Croix al firmar la expulsión de los jesuitas: "los súbditos del rey nacieron para obedecer y callar", ahora traducidos a "los mexicanos nacieron sólo para votar y callar".
Y es que no hemos sabido, como lo expresó recientemente, aquí mismo en Culiacán, Federico Campbell, que no hemos sabido constituir un estado y, que, en cambio --lo decimos nosotros--, sólo hemos hecho la República Imperial: heredada en la guerra de Independencia, refrendada en la Reforma y consolidada en la Revolución defenestrada en la década de los veintes.
Es así que, volviendo al título de este análisis: Culiacán no merece, no quiere la misma suerte que ha vivido y que vive el Valle de México.
La historia
Cronología del desagüe del valle:
1604: Inundación; duró meses. Única salida, por evaporación.
1607: Inicio de obras por túnel Nochistongo a río Tula. Tardaron 2 siglos.
1629: 1635: Inundaciones frecuentes, 30 mil personas muertas. Se pensó trasladar la ciudad a otro sitio.
1804: Humbolt anunció: "La ciudad correrá siempre muchos riesgos mientras no se abra un canal directo del Lago de Texcoco".
1866: Canal de Desagüe, 39 km, inicio en Lago de Texcoco y término en Túnel Tequisquiac.
1900: Se terminó el Canal de Desagüe. La ciudad, cerca del millón de habitantes.
1911: Madero ordena la desecación de los lagos en Apan para evitar concentraciones de agua en el Lago de Texcoco.
1925: Inundación de gran magnitud.
1930: Inicia crecimiento explosivo de la ciudad.
1940: La ciudad con dos millones de habitantes.
1941-1951: Inundaciones recurrentes
1947: Nabor Carrillo advierte hundimientos del subsuelo por extracción de agua de pozos.
1947: Las tolvaneras de los llanos de Apan nublan a la ciudad.
1950: Dos tercios de ciudad inundada; desbordamiento del río de la Piedad (hoy Viaducto Alemán); 9 colonias afectadas.
1951: Derrames de aguas negras, de los desechos ferroviarios y de la refinería de Azcapotzalco en el centro de la ciudad, desde el Caballito hasta el Zócalo.
1953: Sistema de bombeo para expulsar las aguas negras al Gran Canal.
1954: Segundo túnel de Tequisquiac.
1954-1967: Colectores, plantas de bombeo, interceptor poniente, entubamiento ríos Churubusco, la Piedad, Consulado; crecimiento acelerado de la ciudad.
1967: Se inicia Sistema de Drenaje Profundo a 30 hasta 50 m, 6.5 m diámetro y 50 km longitud.
1975: Se inaugura Drenaje Profundo; queda pendiente drenaje profundo del oriente.
2010: El Valle de México, superpobado (20 millones de habitantes) sufre, en el antiguo vaso del Lago de Texcoco, la gran inundación del pasado 5 de febrero que obligó a usar parte del emisor profundo del oriente sin inaugurar y faltándole acabados.