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Saber vivir

Sentimiento del abandono

    Si revisamos nuestra vida y la de los demás, llegaremos a la conclusión de que todos hemos vivido una infancia de la que tenemos que sanar de alguna situación, nadie ha tenido padres perfectos, ni una vida que solo ha tenido experiencias agradables. Estas dificultades o heridas de la infancia, han influido de alguna manera u otra en quiénes somos hoy. Y nos pueden llevar a desarrollar ciertos patrones o tendencias que no siempre son efectivos o positivos.

    El abandono emocional, nos indica en la práctica de la psicología como el estado emocional subjetivo, en el que los individuos se sienten indeseados, dejados de lado, inseguros o rechazados. El sentimiento de abandono es una circunstancia que se puede vivir de forma persistente durante la infancia. Puede ser por parte de la madre, del padre o de ambas. Esta herida de abandono se presenta en la adultez con secuelas, normalmente afectando al tipo de apego, que suele convertirse en evitativo.

    El abandono físico se refiere a situaciones en las que uno de los cuidadores realmente no estuvo presente, por ejemplo: el fallecimiento de alguno de los cuidadores, la ausencia física de los cuidadores principales por el trabajo o responsabilidades, o cuando hay un divorcio y un cuidador se va del hogar.

    En cuanto al abandono emocional, este se produce cuando se percibe que los cuidadores no están presentes, a pesar de estar físicamente ahí. Puede ser por no recibir la atención adecuada, por no haber sentido nuestras necesidades emocionales cubiertas, por haber sido invalidados o por haber percibido cambios en el afecto de nuestros seres queridos. Todas estas experiencias pueden tener un impacto en nosotros y generar patrones en nuestra personalidad y conducta que se mantienen hasta la adultez.

    Las experiencias de abandono nos pueden llevar a sentirnos inseguros en nuestras relaciones. Podemos comenzar a estar más alertas y vigilantes a la posibilidad del abandono de las personas a nuestro alrededor y a realizar conductas para que no se vuelva a dar.

    Las heridas por abandono nos pueden llevar a desarrollar tendencias como tener una necesidad de aceptación por parte de las demás personas. Es decir, a tener una gran preocupación por cómo somos percibidos por los demás. Asimismo, nos pueden llevar a relacionarnos con personas a quienes hay que cuidar porque se encuentran en un momento difícil de su vida, y ese rol de cuidadores nos da comodidad.

    Por otro lado, nos puede llevar a presentarnos como personas sumamente independientes, a manera de defensa. Quizás podemos pensar que no tenemos el deseo de relacionarnos de manera cercana con los demás o que no nos importa demasiado si están presentes en nuestras vidas. Sin embargo, en un nivel más profundo, sí podemos desear estos vínculos.

    Sanar nuestras heridas de la infancia no es una tarea fácil. Implica conocernos, aprender sobre nuestras tendencias, ver de dónde vienen y cómo se presentan. Una gran manera de sanarlas es acudir a terapia. Un psicólogo especializado en el tema te podrá brindar la ayuda necesaria para comenzar este proceso. Regálate este espacio para ti y comienza este proceso de transformación.

    Una persona con heridas de abandono a veces desarrolla una dependencia emocional. Aunque no deseen seguir en pareja, las personas con heridas de abandono no son capaces de dejarla, no quieren volver a pasar por un sentimiento de abandono. Quien ha sufrido abandono en la infancia tiene miedo de volver a ser invisible.

    Una persona con trauma de abandono puede tener pensamientos constantes sobre personas importantes en su vida que eventualmente la dejarán o la rechazarán. Esto significa que estos individuos pueden esperar sentimientos de traición, abandono, relaciones románticas o nuevos amigos.

    Las heridas de abandono son huellas que puedes sanar a través de un proceso terapéutico. No permitas que el miedo te impida alcanzar los cambios que deseas. Sabemos que pedir ayudar y empezar un proceso terapéutico puede ser un reto.

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