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Historia

Don Polín, el cacahuatero que se extraña en el parque Hidalgo, en Escuinapa

Hipólito García Carrillo vendía cacahuates a la leña en el parque Miguel Hidalgo hasta que un percance lo obligó a irse a su casa

ESCUINAPA._ Un percance mientras terminaba de vender sus cacahuates hizo que don Hipólito García Carrillo ‘Polín, el cacahuatero’ se fuera a casa, después de más de 30 años vendiendo en el parque Miguel Hidalgo.

Don Polín extraña el bullicio de la calle, ver como su horno estaba sin uso, después de años de tostar poco a poco y con leña el cacahuate que escogía para el deleite de los escuinapenses.

“Me gustaba dorarlo, que quedara bueno, escogerlo, nada quemado o que se viera feo tenía que venderse”, expresa don Polín.

Con tantos años en la calle se volvió un personaje de esos que se extrañan en el centro y relatar su historia le emociona, la gente podrá saber que esta ahí en casa, que es su enfermedad en las piernas que se agravo con el golpe de una motocicleta es lo que ya no le permite irse a la calle.

Don Polín cuenta como se tuvo que venir de la Rastra en la sierra de Rosario a buscar mejorar la vida de su familia, era 1969, primero intentaron encontrar esa vida mejor en Rosario, vivieron en Agua Verde.

Ahí estuvieron 3 años, trabajaba en una granja de gallinas, después decidieron seguir a sus padres y suegros a la cabecera municipal de Escuinapa, encontró en la ciruela su primera opción como comerciante.

Sembró también maíz, en las comunidades serranas del municipio, en el Camarón, en el Tecomatal, traía leña, vendía elotes, pero cuando el agua de las lluvias empezó a escasear o llovía demás, esas siembras se perdían, no quedaba nada, indica.

“Pensó que con la caña se podía mantener y empezó a vender ahí en el centro, por la calle Hidalgo, a un lado de una tienda de ropa”, apoya en el relato su hija Victoria.

Después de unos años, consideró que el cacahuate podía ser una opción, era algo que se sembraba en el valle, ahí encontró su opción para vender lo que quería.

Tomaba su bicicleta e iba hasta el Palmito a buscar el producto, mando hacer un tostador y de manera artesanal trabajaba en esto para llevarlo en bolsas pequeñas a ofrecerlas al centro de la ciudad.

Tostaba poco a poco lo que llevaba, con leña, empezó con poco, después ya eran 200 kilogramos, el gusto por sus cacahuates empezó a hacer tal que a veces pedía media tonelada.

Así se mantuvo activo en el centro de la ciudad, su punto de venta era el parque Miguel Hidalgo, en 2017 con un presunto reacomodo de la zona comercial, del comercio informal, lo mandaron al malecón a vender sus cacahuates.

Su negocio continuaba, ya había mantenido a sus hijos, cada uno con su vida, era trabajar para él y su esposa, tomaba como siempre su bicicleta para llevar sus cacahuates a la calle.

Un día una motocicleta lo tumbo, se golpeó y ya no pudo salir más a la calle, su columna que años antes se había afectado, se afectó un poco más, por lo que se mantiene en casa, en compañía de su esposa Maximiliana Delgado.

En el patio de casa quedó el tostador, su bicicleta y la añoranza de la cotidianidad de la calle, indica don Polín, en ese patio también queda el recuerdo de esos 13 hijos que le ayudaban a limpiar el cacahuate de las ramas que pudieran traer desde el campo.

Ahora esas manos le ayudan a levantarse y don Polín solo piensa en sí aun le recordaran en el parque o en el malecón, los cacahuates ahora se venden desde casa, aunque ya se los llevan tostados.

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