Y de repente, la corrupción está ahí

El Centinela
18 febrero 2018

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José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador fueron “electos” ayer como candidatos a la Presidencia, por sus respectivos partidos y alianzas.

Y fueron electos tras un proceso de precampañas en las que buscaron el apoyo de la militancia para que los eligieran sus abanderados, cosa surrealista, ya que los tres no tuvieron competencia, fueron precandidatos únicos.

Dichas candidaturas, pues, son hechuras de componendas y negociaciones, no son resultado de una democracia interna de partidos.

La democracia es el sistema político fincado en la libertad, y la libertad definida por Octavio Paz, por ejemplo, es la decisión entre dos monosílabos: Sí o No.

Esa opción de decisión no la tuvieron los militantes del PRI, Nueva Alianza, Verde, PAN, PRD, Movimiento Ciudadano, Morena, Partido del Trabajo o Encuentro Social.

Simplemente no estaban en situación de elegir porque no hubo otras opciones, al ser, los tres, precandidatos únicos. Era sí o sí. Y así fue.

Muy en ello hablan de combatir la corrupción, cuando este problema no es sólo de robarse el dinero público, sino de utilizar los bienes públicos con fines privados.

O, en otras palabras, no usar los partidos políticos para beneficios privados.

 

¡Pásale, 
marchanta!

Ayer fue como un domingo en el mercado. José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador lanzaron sendos discursos en sus actos de unción enfatizando el combate a la corrupción.

“Encabezaré nuestro esfuerzo con mi ejemplo y mi conducta, sometida cada día a la evaluación crítica y objetiva de los mexicanos. Seré implacable en el combate a la corrupción”, prometió Meade.

“Yo voy a combatir el crimen organizado, pero empezando por el organizado desde el escritorio de los políticos corruptos”, presumió Anaya.

“Con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”, aseguró Andrés Manuel.

Fue como ir caminando por el pasillo del mercado y ser asediado por los vendedores de mismo producto. “¡Combate a la corrupción, aquí, lléguele!”. 

“¡Combate a la corrupción! ¡Compare nuestros precios!”. “¡Combate a la corrupción, llévese dos por el precio de uno!”

Con la Presidencia de Enrique Peña Nieto, la corrupción pasó a ser una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, por momentos por encima de la seguridad y la economía, así que no extraña que los principales candidatos a la Presidencia hayan recurrido al tema, el día de su ungimiento, para tratar de ganar simpatías.

Vale, como estrategia política, porque ya sabemos que quien gane olvidará ese compromiso.

 

La guerra de 
las encuestas

Las encuestas políticas en tiempos electorales se han convertido en un mal chiste. Pasaron de ser una novedad que llegó con la alternancia y el fin del presidencialismo en México a un negocio descarado.

Es tanto el descrédito de los resultados de las encuestas que ya nadie cree en ellas. Lo malo es que la falta de credibilidad no ha terminado con ellas, al revés, cada día se hacen más.

Cada aspirante a candidato, cada corriente de cada partido, cada partido, alianza, coalición o agrupación política tiene la suya.

Se hacen para sondear al público en general, para los militantes, para un sector especializado, por edades, grupos sociales, zonas geográficas, es más, ya se encuesta hasta a los niños para saber tal o cual tendencia política.

Sin embargo, en lugar de alimentar la vida democrática del País se han convertido en un instrumento más de la corrupción.

Para sondear la campaña presidencial que se nos viene encima se hacen encuestas con un costo millonario cada semana, sin embargo, los resultados siempre son los que les interesan a la agrupación, persona o empresa que los manda hacer.

Los mexicanos estamos hartos de tanta corrupción e impunidad, y ahora también de estar pagando encuestas para que los políticos continúen repartiéndose el poder.

 

El dragado 
del puerto

Mazatlán crece turísticamente, el destino está viviendo una nueva época dorada, su infraestructura es mejorada y embellecida, pero hay una obra en la que los mazatlecos han puesto sus esperanzas: el dragado del canal de navegación.

Se trata de ampliar las posibilidades del puerto para recibir barcos más grandes.

Una obra que le permitiría competir con los puestos de carga más importantes de México.

La bases de licitación se lanzaron a finales del 2017, pero por azares del destino se cancelaron. 

Existen rumores de que el dragado ya no se realizará en el sexenio de Enrique Peña Nieto, sin embargo, hay quienes aseguran que ya se prepara para visitar el puerto e iniciar los trabajos. 

Será el sereno, pero lo que es cierto que ha sido una obra prometida hasta el cansancio por los políticos y hasta la fecha nadie ha podido hacerla realidad.