Pedir la renuncia
""
Pedir la renuncia de un funcionario, autoridad o directivo, se ha convertido en la manera de reaccionar frente a los problemas.
A veces, eso está justificado, como cuando Alejandro Martí, padre de un muchacho asesinado, ante la falta de resultados de las investigaciones dijo aquella frase de "si no pueden, renuncien", o cuando se cometieron faltas, como la del director de la Policía Bancaria e Industrial que hizo una fiesta en las oficinas, o la del director de Conagua, que usó vehículos oficiales para asuntos personales.
Pero no siempre es tan clara la justificación. En ocasiones lo piden quienes no están de acuerdo con algo y no se les ocurre otro camino, o quienes tienen intereses distintos y les conviene quitar del camino a ciertas personas o grupos.
Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, dice muy seguido que tal o tal deben renunciar. Otros grupos lo hacen también. Después de los hechos de Ayotzinapa, exigieron la renuncia del Presidente Peña Nieto. Y esa demanda ha seguido viva. Recientemente, un periodista mexicano afincado en Estados Unidos, exigió lo mismo en razón, dijo, de la corrupción por el tema de las casas del Presidente y del Secretario de Hacienda y del despido de la comunicadora Carmen Aristegui.
Hay funcionarios a quienes se quiere obligar a renunciar porque se descubren sus relaciones con la delincuencia, su corrupción, malos manejos o falta de atención adecuada a sus obligaciones. Esto está sucediendo ahora con el Gobernador de Sonora y sucedió hace poco con el comisionado para Michoacán, además de que sucede mucho en clínicas y hospitales, como los casos recientes de Tehuantepec, Mérida, Acapulco, Huetamo, Ciudad Victoria.
También se exigen renuncias en empresas estatales, como es el caso de la Exportadora de Sal, cuyos trabajadores la exigen para el director de finanzas, o de medios de comunicación públicos, como acaba de suceder con el director del Canal Judicial acusado por algunas trabajadoras, o en instituciones de educación superior. Los conflictos en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y en el Instituto Politécnico Nacional llevaron a las renuncias de la rectora y la directora respectivamente, y en este último, el nuevo director, por presión de los estudiantes, hizo renunciar a varios directores de escuelas. También en la UNAM acaba de renunciar el director de la escuela de cine por presiones de los estudiantes que tomaron las instalaciones, algo que ya habían hecho hace dos años con un CCH, con cuya dirección pelearon por planes de estudio, y el director de Radio Universidad por presión de los trabajadores.
Los casos mencionados no son todos, por supuesto, pero bastan para llegar a lo que quiero llegar.
Me pregunto si hacer renunciar a un funcionario resuelve las cosas o las complica. Primero, porque el que se va ya no tiene que presentar cuentas. Segundo, porque las razones para exigirlo pueden ser puras, pero también pueden ser turbias. Es muy fácil inventarle a alguien acusaciones, y hasta sembrarle pruebas. Tercero, porque no necesariamente que alguien deje un cargo es lo más adecuado, pues los que entran pueden ser peores por los compromisos con que lo hacen. Y cuarto, porque eso no resuelve los problemas, pues aunque se supone que al aceptar una renuncia se contiene la ingobernabilidad y se le baja la pila a los conflictos, también puede ser que, al contrario, sirva para estimular la idea de que si unos cuantos se juntan y hacen ruido se les va a conceder lo que piden, con lo cual se manda un mal mensaje de que cualquiera que se le ocurra puede exigirlo. Y entonces ¿quién va a gobernar si a todos se les puede renunciar?
Por supuesto que no se debe sostener a funcionarios corruptos, incumplidos o incapaces, pero tampoco es posible aceptar que exigir la renuncia sea la manera de resolver los problemas. Y el "renuncien" se ha convirtiendo en un mantra.
Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com