Los retenes
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Editorial
Los retenes, como los muros, nunca han conseguido contener a la delincuencia y sí han provocado multitud de desgracias, alimentado el abuso policiaco o permitiendo el contacto entre policías y militares, y los delincuentes.
Construir un retén es crear un espacio de poder para unos uniformados que casi siempre terminan abusando de su fuerza o convirtiéndose en víctimas de un lugar donde puede pasar cualquier cosa.
En los retenes medraron las llamadas “madrinas”, civiles revestidos de poder por los mismos policías, para que los auxiliaran con las partes más sucias de su oficio.
Los retenes producen “coyotes” que sangran a las víctimas que terminan cayendo en esos espacios y que buscan desesperadamente escapar del lugar.
En algunos retenes, la inmovilidad momentánea permitió el brote de la prostitución y la venta de drogas, el contrabando y convenios entre delincuentes y uniformados.
En un retén tanto el ciudadano como el policía y militar están en riesgo, es el lugar donde la fuerza pública se estrella con la ciudadanía, y en la mayoría de las ocasiones sin supervisión de una tercera fuerza que regule este encuentro.
Sinaloa ha tenido célebres retenes, algunos ya desaparecidos, otros todavía operando.
La muerte de dos jovencitas estudiantes hace unas semanas, en un retén de las afueras de Sanalona, es una muestra más de una práctica añeja y sin soluciones.
Los retenes son costosos, molestan al usuario y crean un espacio donde puede pasar cualquier cosa, menos la solución a nuestros problemas de inseguridad.
Acaso pueden impedir la entrada de una fruta, pero en materia de seguridad han probado su ineficacia.
La fuerza nunca superará a la inteligencia, es hora de que nuestros policías y militares se decanten por un trabajo más cercano a la prevención y la investigación, y menos al uso de la fuerza.