La miseria de la normalidad

16 julio 2020

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Editorial

Una de las preguntas que se hacen los empresarios mexicanos hoy en día es la siguiente:

¿Qué sale más caro, tener los negocios cerrados o abrirlos sin clientes?

Nadie nos preparó para la pandemia, pero lo peor resultó la “postpandemia”, el regreso a una realidad más triste, más pobre y con retos económicos y sociales nunca antes vistos.

En Culiacán, por ejemplo, lo único que se ha disparado con el fin de la cuarentena son los robos a casa hogar y los robos de automóviles.

¿Y luego uno se pregunta por qué están tan enojados los comerciantes del Centro de la ciudad por el cierre de las calles? Si están a punto de quebrar y a nuestros políticos les da por andar pensando en calles peatonales.

¿Y qué me dice usted de Mazatlán? donde el escaso turismo que llega, lo hace sin dinero. Los hoteleros hacen cuentas y nomás no les salen los números. De lo único que están seguros es que este año ya se perdió.

Las reservaciones en el puerto apenas alcanzan para mantener abiertos los hoteles, pero están lejos de poder conseguir ganancias, y estamos hablando de ¡la temporada de verano!, una de las mejores del año.

Y se viene agosto, calorón y poco negocio, y después “septihambre” y párele de contar.

Estamos de acuerdo en que los anteriores presidentes endeudaron el País de forma irresponsable, pero cuando realmente necesitamos que pidan un préstamo, ahora resulta que la 4T se niega a hacerlo, nomás para no parecerse a sus antecesores.

Urge una ayudadita a la economía para que vuelva a ponerse en movimiento y nuestros gobiernos lo pueden hacer, ya sea de forma directa o indirecta, ayudando a las empresas, a las personas o las instituciones, o invirtiendo en obra pública.

Lo único que no podemos hacer es quedarnos con los brazos cruzados mientras la economía del País se hunde sin remedio.