La izquierda de siempre
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Editorial
La visita del presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, dejó en evidencia que los males de Morena siguen siendo los mismos males de la izquierda mexicana desde que tenemos memoria.
Incapaces de trabajar en equipo, las guerras intestinas siguen siendo su principal debilidad. Apenas nos habíamos olvidado de los pleitos internos del PRD y ya los de Morena nos demuestran que todo sigue igual.
A la reunión del líder morenista no se presentaron varios de los morenistas de peso en Sinaloa y, no contentos con eso, se encargaron de enviar un grupo de manifestantes a las afueras de la sede de la reunión en Culiacán.
Cualquiera con dos dedos de frente intentaría resolver sus problemas internos en su casa, pero a los morenistas les encanta echar montón, presumir la pancarta, destruir al otro.
Como si fuera una maldición, los morenistas cargan con el bicho de la autodestrucción dentro de sí, agrupados en tribus, grupos o clanes, el caso es que son incapaces de luchar unidos, a menos de que lo indique el único líder al que todos reconocen: el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
En Sinaloa hay morenistas para todos los gustos, los que aplauden a Ramírez Cuéllar, los que siguen a Mario Delgado o los que apoyan a Yeidckol Polevnsky.
Y por si fueran pocas las divisiones, hay morenistas que están enlistados oficialmente en el partido, pero la mayoría de los que orbitan los diferentes círculos del poder no lo están.
Por lo tanto hay morenistas de primera y segunda clase, los hay con verdadero poder en el partido y los hay con poder en el Gobierno, pero no necesariamente en los dos mundos al mismo tiempo.
En Sinaloa, la vista de Ramírez Cuéllar fue una especie de pistoletazo para dar marcha al proceso de selección de candidatos, pero dependiendo a qué grupo estés afiliado las condiciones de competencia serán diferentes para cada suspirante.