La guerra del futuro
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Editorial
El ataque de Irán a dos bases militares de Estados Unidos en Irak cumplió con los objetivos de los dirigentes iraníes que valoran la venganza y la presunción de fuerza ante una ciudadanía acostumbrada a un discurso de guerra.
Rodeada por enemigos y enfrascada en una retórica religiosa y combativa, Irán escaló los niveles más peligrosos en su enfrentamiento al poderío militar estadounidense y parece que sus dirigentes consiguieron sacar “raja” de la escaramuza entre países, que dejó como principal víctima al General iraní, Qasem Soleimani.
Del otro lado del mundo, Estados Unidos observó en vivo al Presidente Donald Trump salir de su oficina para presumir que ninguno de los 22 cohetes que fueron lanzados en contra de las bases aéreas dejó víctimas mortales, lo que apaciguó los temores a una guerra que nadie quiere.
Trump se limitó a advertir a los iraníes en contra de futuros ataques a los intereses de Estados Unidos y amenazó con nuevas sanciones económicas a Irán, un castigo que le permite verse bien, mientras apaga la posibilidad de una nueva revancha militar iraní.
Sin embargo, a pesar de que los dirigentes de ambos países dan por cerrada la escaramuza que puso el mundo en vilo, en el terreno donde ocurrieron los ataques y el asesinato del general el resentimiento florece.
El principal país afectado por la demostración de “testosterona” de dos estados belicosos como Irán y EU, es Irak, un país ya de por sí maltratado durante décadas por guerras que han dejado en estado lastimoso a sus ciudadanos.
En terreno iraquí crecen peligrosos sentimientos en contra del mundo occidental.
Mientras los poderosos juegan a repartirse el mundo, países como Irak incuban a grupos alentados por el odio.
La historia se repite, la guerra sigue siendo el negocio de unos cuantos y el infierno de la mayoría.