La falla
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Editorial
La estrategia para contener la propagación del coronavirus en México parece muy buena... en el papel.
Cerrar las escuelas, prohibir los conciertos y cualquier evento multitudinario, evitar las fiestas y reuniones, mandar a la gente a sus casas, reducir el transporte, promover la “sana distancia”, invitar a lavarse las manos, todas medidas preventivas positivas.
El problema es que la mayoría no hace caso, se calcula que solo el 30 por ciento de la población mexicana permanece haciendo cuarentena, el resto continúa argumentando conspiraciones y necesidades para seguir en la calle.
La mayoría de las reuniones han sido prohibidas, pero hay algunas que están fuertemente arraigadas en nuestra cultura y que difícilmente podrán ser controladas: los velorios y los entierros.
Sobre todo en las zonas rurales, las ceremonias fúnebres continúan atrayendo a cientos de personas que se niegan a dejar de despedir a amigos y familiares.
Hasta hace un par de días, los sinaloenses seguíamos apostándole al calor y los mariscos como razones para que el coronavirus no llegue a la región, pero la muerte de dos personas en Culiacán nos sacó de ese sueño guajiro.
Dentro de unos días, si no es que ya, Estados Unidos se convertirá en el foco mundial de la infección y vivimos prácticamente enlazados con nuestro vecino del norte.
En varios estados se vive el terror cotidiano de la llegada de paisanos que intentan escapar del contagio en Estados Unidos, pero acá nadie los quiere recibir por temor a que traigan consigo el virus.
Es hora de entender la gravedad de la crisis sanitaria que vivimos, quizá el mundo nunca sea el mismo después de lo que estamos viviendo, así que es hora de que tomemos las cosas en serio y sigamos las indicaciones para evitar un desastre como el que están viviendo otros países.