La caída de un Presidente
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Editorial
La renuncia al cargo del Presidente de Bolivia, Evo Morales, sienta un precedente para todos aquellos líderes políticos latinoamericanos que se sienten seguros en la silla presidencial y que en los últimos años han optado por aferrarse al poder.
Morales es y será un ejemplo a seguir de lo que se puede y lo que no se debe hacer en política, su caso, seguramente será estudiado durante décadas entre los expertos de la política.
Para empezar, Morales deja a su País con una economía en crecimiento y unas expectativas positivas en el futuro, algo que pocos países latinoamericanos pueden presumir.
Así que la primera lección que deja el Presidente indígena es que resolver los problemas de un País no es garantía de que puedes pasarte sus leyes por el arco del triunfo y permanecer en el poder más allá de lo que te permite la Ley.
En Bolivia un Presidente puede estar dos periodos de cinco años en el poder, sin embargo, Morales se las arregló para estar tres periodos y se disponía a estar otros cinco años más en el poder.
Para mantenerse en la silla, Morales comenzó a torcer las leyes, primero sutilmente, para terminar armando un enorme fraude electoral que hasta la Organización de los Estados Americanos descalificó.
Además el Presidente andino cometió un error gravísimo, les preguntó a los bolivianos si querían que repitiera en el puesto a través de una consulta pública, el 21 de febrero de 2016, y a pesar de que el pueblo le dijo “no”, acudió al Congreso para cambiar la Ley y volver a candidatearse.
Para colmo de males hizo trampas descaradas en la última elección y terminó por agotar la paciencia de los bolivianos.
Primero lo abandonó el pueblo, después sus propios compañeros en el Gobierno y por último los militares, hasta que se quedó solo en su palacio, obligado a renunciar, perdido en el laberinto de mentiras que había creado.