Aparente seguridad

Editorial
09 agosto 2024

El consuelo de algunas personas es la desgracia de otras, algo así dice un refrán popular y se aplica cuando alguien se ve mejor en relación con las condiciones de otra persona.

Aunque no es la primera vez que el Gobernador Rubén Rocha Moya hace ese tipo de comparaciones, ayer afirmó que, en Sinaloa, la seguridad está controlada, no es un tema que se le haya salido de las manos al Gobierno del Estado.

Para refrendar su declaración el Gobernador refirió que a nivel nacional hay entidades como Guanajuato, Baja California y otras cuyos índices de inseguridad son peores que los de Sinaloa, como en el caso de los homicidios.

Y aunque el Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública informa que en promedio cada 17 horas ocurre un asesinato en Sinaloa, ya sea homicidio o feminicidio, el Gobernador aseguró que la inseguridad no es un tema que alarme a la actual administración, ya que la ha manejado como ningún otro Gobierno.

Conviene apuntar que la aparente seguridad no es totalmente atribuible al Estado, pues, como aseguró hace unas semanas el presidente de la Asociación Mexicana de Abogados, Ricardo Beltrán Verduzco, los poderes fácticos en el país tienen prácticamente contra la pared a los ciudadanos en materia de seguridad, la autoridad está prácticamente cogobernando con ellos.

Para el ciudadano de a pie no es invisible el control que ejercen los grupos del crimen organizado en diferentes actividades de la vida diaria.

Las células delictivas montan retenes para cobrar peaje en rutas secundarias, establecen cobros en fiestas de zonas urbanas marginales o área rural, controlan la venta de cerveza en horarios nocturnos.

Y todavía más, mantienen un sistema de aplicación de la justicia en colonias y comunidades, ubicando infractores y castigándolos.

Pues como también apuntó Beltrán Verduco, deben de fortalecerse las policías locales porque en Sinaloa el clima a veces pacífico que hay no se debe a las acciones del gobierno, se debe al relajamiento de los poderes fácticos.

Como si el Gobierno estatal aplicara el principio de “laissez faire, laissez passer” para luego presumir un clima de tranquilidad en todo el estado.