24 horas para (no) olvidar

17 noviembre 2020

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Editorial

Finalmente, el fotoperiodista Carlos Zataráin fue liberado por sus captores antes de que ocurrieran las 24 horas desde que había sido plagiado, junto con las otras dos personas que lo acompañaban en el momento de ser privado de su libertad.

No nos engañemos, si no fuera por la presión mediática de la envergadura que provocó su desaparición forzada, difícilmente hubiera regresado con vida, la liberación del periodista no es la liberación de miles de personas que han sido desaparecidas en el País.

Muchas cosas estamos haciendo mal para que cualquiera con un arma en la mano pueda robarle la tranquilidad a familias enteras, desapareciendo a sus seres queridos, protegido por una inmunidad total.

México libra una guerra silenciosa, subterránea y de dimensiones colosales, que de tanto en tanto emerge a la superficie, pero que de alguna manera todos contribuimos a mantener en silencio, pero viva.

El problema es que no nos ponemos a pensar en lo que estamos permitiendo que siga creciendo bajo el amparo del mutismo y el desinterés, el día que la guerra salga a las calles, el costo será demasiado alto.

Ya hemos tenido algunas escaramuzas que nos hacen preveer el tamaño del “animal” que duerme bajo la alfombra, el “culiacanazo”, la guerra en Ciudad Juárez, las masacres repartidas por todo el territorio nacional, nos dan cuenta de ello.

Durante el sexenio de Felipe Calderón tuvimos otro ejemplo de lo que puede ocurrir cuando alborotamos el avispero, cuando el Gobierno federal decide enfrentar lo que nadie quiere hacer.

El Gobierno de la Cuarta Transformación está haciendo lo mismo que su predecesor y lo mismo que la mayoría de los presidentes en contra del narcotráfico y el enorme negocio que se alimenta a su alrededor: nada.

Es cierto que prometió abrazos, incluso se habló de amnistía. Cualquier cosa, por más polémica que sea, sería más interesante que la parálisis de justicia que vivimos.