Navachiste, un reducto cultural que se niega a morir

Reyes Iván Camacho
15 abril 2019

"Como todos los años desde 1992, la Isla de los Poetas es visitada por los amantes del arte en sus diferentes expresiones para desconectarse del mundo y retroalimentarse"

GUASAVE._ El Festival Internacional de las Artes Navachiste es un reducto cultural que, pese a las dificultades para llevarlo a cabo todos los años, se resiste a dejar de existir.

La sede desde su fundación es el paraje conocido como El Carrizo Colorado, enclavado en la sierra Navachiste y frente a la bahía del mismo nombre, donde más de 200 creadores de distintos puntos de Sinaloa y México, incluso en ocasiones algunos extranjeros, se desconectan de sus cotidianeidades para sumergirse en una semana de retroalimentación con lecturas de poemas, talleres de poesía, pintura, tocadas a la luz de la fogata y muchas otras expresiones artísticas.

Ahí, frente a la playa rocosa y rodeados de cerros y vegetación que espera la primera lluvia para enverdecer, los "poetas locos" viven una semana que a decir de ellos mismos es una experiencia que es difícil describir en palabras, porque se tiene que vivir.

María Elena Osuna es una cantante de Culiacán que es primera voz de dos grupos musicales, Crisol y Bohemia Musical, y que apenas el año pasado "descubrió" este festival, al cual venía renuente atendiendo la invitación de un amigo.

"¿Cómo me voy a acostar en la arena, los bobitos y todos esos detalles, pero resulta que llegué y me enamoré de la bahía y de su gente, una gente que te abraza y comparte su talento y aparte no te cobra un cinco por eso, aprendes de ellos", expresa.

Desde 1992 este lugar es visitado año por año por poetas, pintores, escultores, trovadores, rockeros, amantes de la lectura. Se hacen llamar navachisteros y durante la semana de Semana Santa convierten este pequeño rincón de Guasave, en la zona limítrofe con Ahome, en el espacio perfecto para compartir sus creaciones y aprender de los demás.

Ángel Gustavo Rivas, ganador del Premio Interamericano de Poesía 2018, asegura que cuando en 2008 visitó por primera ocasión el festival le dejó una huella muy importante.

"Es una experiencia desde el punto de vista cultural inigualable, porque siempre que va uno a un festival conoce la programación, pero aquí está el factor sorpresa, y el ambiente es lo más fraternal que hay, en ningún otro festival he vivido un ambiente como aquí", expresa.

En este paraje al que solamente se puede llegar por panga y su punto más cercano es el Cerro Cabezón, no hay electricidad, tampoco llega la señal para los teléfonos celulares, los visitantes arman sus casas de campaña sobre la arena, junto a los mezquites y ahí pasan una semana entera disfrutando de las diferentes expresiones artísticas en comunión con la belleza natural que ofrecen la sierra y la bahía.

Por el día se reúnen en talleres en el auditoria Raúl Cervantes Ahumada, una rústica construcción de piedra, o bajo la enramada donde inauguran el evento todos los años. Por la noche arman sus grupos para cantar y bailar bajo la luz de la luna y las estrellas o de una fogata que además es espanta los mosquitos.

Ahí permanecerán hasta el sábado, cuando emprendan su camino de regreso, cada quien de vuelta a sus cotidianeidades y en espera de la siguiente edición en la próxima Semana Santa.