Obispos católicos piden al crimen organizado, no intervenir en elecciones del 2 de junio

Carlos Álvarez
17 marzo 2024

En un video publicado en redes sociales, ocho obispos, encabezados por monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, Nuevo León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, indicaron que sería muy grave la intervención de los grupos criminales

Los principales miembros de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) pidieron al crimen organizado no participar en las elecciones del 2 de junio del presente año.

“Pedimos a quienes contienden para llegar a un puesto de servicio público trabajar por la unidad, la justicia y la paz a fin de construir un México mejor, el que todos anhelamos y merecemos”, solicitaron los miembros de la institución religiosa, en un video de 4 minutos y 7 segundos de duración, titulado con mayúsculas: ‘POR EL BIEN DE MÉXICO, PRIMERO LA DEMOCRACIA Y EL ESTADO DE DERECHO’.

En el pronunciamiento, ocho obispos, encabezados por monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, Nuevo León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, indicaron que sería muy grave la intervención de los grupos criminales.

“El bien común de la nación exige que vivamos esta experiencia de renovación democrática con libertad y responsabilidad. Toca a las autoridades un correcto desempeño en sus responsabilidades para garantizar la participación ciudadana. Es así como entendemos la expresión según la cual la política es una de las formas más elevadas de la caridad porque sirve al bien común”, indicó Ramón Castro Castro, obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Morelos, y Secretario General de la CEM.

“El peor de los escenarios, el que mayormente debemos evitar, es aquel en el que el crimen organizado y otros grupos delincuenciales intervengan en el proceso electoral en cualquier lugar y momento [...] La democracia electoral mezclada con la delincuencia es un binomio totalmente inaceptable. Es un signo de la más deplorable corrupción que se debe evitar a toda costa, por ningún motivo se puede justificar y mucho menos entrar en complicidad”, señaló Rutilio Felipe Pozos Lorenzini, obispo de Ciudad Obregón, Sonora.

“Las condiciones por las que atraviesa el país, desafortunadamente, no son las mejores pues es evidente que, desde hace tiempo, nuestros problemas son muchos en materia de seguridad, de seguridad social, crecimiento económico, insuficiente empleo formal y digno, cobertura y calidad educativa y de salud, migración, polarización social y otras problemáticas [...] Coincidimos en que el reto mayor está en hacer valer y vivir en un verdadero Estado de derecho como primer paso para superar la corrupción y nuestras carencias”, dijo Francisco Eduardo Cervantes Merino, obispo de la diócesis de Orizaba, Veracruz.

“Participemos todos en lo que a cada uno nos toca, vigilando con esmero el proceso electoral en su conjunto, donde los verdaderos demócratas, como fruto de un proceso ejemplar, deberán reconocer los resultados sin apasionamiento, dejando de lado intereses meramente partidistas y conductas egoístas y poniendo por delante el bien común de nuestro México”, enfatizó, en su turno, Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula, Chiapas.

Por otra parte, Leopoldo González González, arzobispo de Acapulco, Guerrero, llamó a pasar de la narco cultura a la cultura de la vida, para que hubiera una sociedad en paz y que se acabara “el sonido de las armas”.

En un mensaje en video, publicado en su cuenta de la red social Facebook, el arzobispo pidió que esta semana “todos seamos artesanos de paz, tengamos pensamientos de paz, sentimientos de paz y palabras de paz, y nuestro actuar construya la paz”.

“Pedimos al señor por la conversión de la narco cultura a la cultura de la vida, es decir, a la civilización del amor y que fortalecida la esperanza no escatimamos esfuerzos hacia un dinamismo social más fraterno”, exhortó González González.

El arzobispo agregó que se requería un país más justo y reconciliado en este periodo de Cuaresma, que en el pensar y actuar no se introdujeran símbolos para imitar lo que hacían los grupos de la delincuencia organizada, porque, según el religioso, eran caminos de muerte.