Escuelas de Sinaloa y Chiapas representarán a México en una competencia internacional con proyectos de sostenibilidad
Ambas instituciones han implementado iniciativas que impactan tanto a sus alumnos como a sus comunidades; descubre sus historias
Una primaria en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que creó su propio huerto y un colegio en Culiacán, Sinaloa, que desarrolló una estrategia de manejo de residuos representarán a México en una competencia internacional de escuelas sostenibles en Colombia. Ambas han recorrido un largo camino para poder llegar a este punto.
El Colegio Chapultepec Norte, de Sinaloa, y la Primaria Paulo Freire, de Chiapas, fueron las escuelas ganadoras del Premio Escuelas Sostenibles, de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y la Fundación Santillana.
Estas escuelas superaron diversas etapas de selección contra más de mil proyectos de planteles públicos y privados de todo el país, logrando ponerse adelante y convertirse en acreedoras de un premio de 52 mil 500 pesos para cada una, pero la historia aún no termina.
En octubre competirán en Colombia contra otras propuestas. Ahí se escogerá al “Proyecto del Año” en cada categoría, quien recibirá 87 mil 500 pesos. Descubre la historia detrás de quienes representarán a México.
Proyecto sostenible “Chapugreen” en Culiacán, Sinaloa
El proyecto del Colegio Chapultepec Norte, de Culiacán, Sinaloa, nació de la iniciativa de las alumnas que querían hacer algo por el planeta. Así comenzaron a hacer pequeños proyectos y poco a poco fueron formando lo que hoy es “Chapugreen”.
Desde el principio el proyecto se hizo en comunidad, preguntando a madres y padres de familia qué sabían de cuidar del planeta y sostenibilidad, así como ideas sobre qué acciones se pueden tomar.
“Eso nos dio como un panorama de que la comunidad en realidad sí quiere, pero no sabe cómo”, explicó Lilian Judith Güemez, quien está a cargo de la dirección general del Colegio Chapultepec Norte.
Y justo ese fue el primer gran reto, pues había que convencer a las familias e informarlas al respecto, labor que realizaron las propias alumnas.
La escuela inició dando capacitaciones informativas y a realizar proyectos de reciclaje con las alumnas. Hasta que surgió la idea de hacer un mercadito de trueque, en el que se intercambian productos reciclables por boletos con los que podían “comprar” frutas y verduras, todo esto organizado por las mismas niñas.
Los productos fueron donados por empresas locales de Culiacán que eran contactadas por las mismas alumnas con apoyo y acompañamiento de la escuela.
En tanto, los materiales reciclables que obtenían con el trueque los llevaban a recicladoras, en las que obtenían ganancias que reinvertían en otros proyectos como un huerto, el cambio a focos ahorradores, incluso obtuvieron un trato con una empresa de paneles solares para poder instalarlos y pagarlos por medio de un préstamo sin intereses a largo plazo.
“Ese impulso que se les está dando a las niñas, la verdad es que está reafirmando su liderazgo para creerse, ellas mismas, que pueden hacer cosas buenas cuando se lo proponen”.
Al mismo tiempo, el Colegio también modificó los productos que vendían en la tiendita escolar para que estos fueran naturales y libres de sellos. Además, cambiaron los garrafones por bebederos.
“Es crear esa cultura y reafirmar esa cultura con nuestros alumnos y con sus familias, que las mismas niñas más grandes vayan inspirando a las más chiquitas para que para que esta cultura se afianza y poder poner un granito de arena a nuestro mundo, a nuestro Culiacán y a nuestro México”.
Ahora, año con año cuando inicia el ciclo escolar las alumnas de grados mayores pasan a los salones y van involucrando a las menores en los proyectos que se están realizando o en los nuevos que se vayan a hacer.
Con todos estos proyectos y acciones, las alumnas han enfrentado retos que a su vez son “aprendizajes grandísimos para poder fortalecer el liderazgo de nuestras alumnas, pues al momento de que ellas ya salgan graduadas de la preparatoria, del colegio, ya ellas tengan muchas herramientas de liderazgo para poder ir e incidir en la sociedad en todos los aspectos”, explicó Judith Güemez.
Para las alumnas y el personal del Colegio Chapultepec Norte el premio no solo reconoce su esfuerzo, sino que es “como destacar la visión hacia un mundo mejor”.
Lilian Judith Güemez invitó a otras escuelas a animarse a realizar proyectos sustentables, que escuchen a las y los alumnos e incluyan los temas de cuidado con el agua y el ambiente en la parte académica.
“Que lo hagan suyo, porque realmente pues es donde vivimos, que se animen, que se lancen, los frutos son satisfactorios”, concluyó.
El huerto sostenible de la escuela la Primaria Paulo Freire en San Cristóbal de las Casas, Chiapas
El huerto escolar de la primaria Paulo Freire nació en 2016, cuando Loreto Rondizzoni, coordinadora del proyecto, retomó un proyecto que Save the Children había dejado inconcluso.
Cuando inició los salones eran de madera y tabla, no había vegetación alrededor, todo era tierra; sin embargo, poco a poco la escuela ha ido creciendo y actualmente ya cuenta con salones de cemento y gracias al trabajo el paisaje se ha reverdecido.
Para crear el huerto usaron las pocas herramientas que habían dejado proyectos anteriores, juntaron materiales reciclados como plásticos o llantas y recibieron apoyo de la comunidad. Ahora cuentan con alrededor de 65 metros cuadrados de espacio.
El huerto funciona a manera de taller, en el que los niños y niñas abarcan desde el cultivo de alimentos, la cosecha y que culmina en la preparación de desayunos por ellos mismos. Con su propia siembra y la donación de algunos insumos extra como tortillas o frijoles, los niños mayores de 5to y 6to año preparan los alimentos que pueden disfrutar toda la comunidad escolar.
Además, durante las clases aprenden la importancia del reciclaje, de los polinizadores, incluso el ciclo de vida de las mariposas, entre otros temas. Así logran aplicar y reforzar conceptos de sus clases como las de matemáticas y ciencias.
“El huerto no es solamente como algo donde uno pueda sembrar, cosechar alimentos y ver que creció la planta, sino que nos contacta con esa importancia, la responsabilidad y el respeto por la naturaleza y eso creo que también es como mi esperanza de que esa niña o niño se conviertan luego en adultos conscientes”, dijo Loreto.
Incluso ayuda a rescatar saberes, pues personas de la comunidad se acercan a compartir sus conocimientos sobre la forma en la que ellas plantan desde hace años.
Sin embargo, no todo ha sido fácil, los cambios administrativos, la pandemia, falta de recursos e incluso la inseguridad que enfrenta la región, han sido trabas que tuvieron que sortear.
“Al inicio salíamos y nos íbamos a la montaña a buscar, pues que abono, que sacar plantitas para poder sembrar en el huerto y ahorita ya no podemos salir porque ya invadieron ahí algunas organizaciones”, explicó
Pese a esto, el huerto continúa e incluso se ha convertido en un espacio seguro en donde los niños pueden ser niños y no deben preocuparse por la inseguridad o por trabajar.
Además, les ha brindado la oportunidad de hacer actividades fuera de la escuela, ya que también han participado en diversos congresos y actividades que les permite a los niñas y niñas exponer el proyecto y desarrollar su confianza.
Loreto aseguró que el premio, además de ser una gran ayuda económica para continuar trabajando, también es una forma de volverse un ejemplo para incentivar a otras escuelas a replicar el proyecto, pues “no solamente enriquecen a los niños y a las niñas, sino que es un proceso que también enriquece a toda la comunidad escolar”.
“Con el huerto estamos sembrando futuro. Yo creo que un futuro de esta nueva generación logre entender que, por ejemplo, su bienestar está ligado también con el bienestar del planeta; que sus decisiones tienen un impacto que va a verse, que pueden llegar a ser agentes de cambio”, concluyó.