Estrategias básicas para la conservación de las playas de Mazatlán y costa sur de Sinaloa

Ramón Peraza Vizcarra
17 septiembre 2021

Las playas y sus extensiones submarinas no son superficies estables pues se acrecientan y erosionan en respuesta a los cambios de los niveles de energía asociados con el oleaje

MAZATLÁN._ Es indudable que uno de los atractivos principales del puerto de Mazatlán y sus alrededores son sus playas arenosas y las agradables temperaturas de sus aguas durante todo el año. Estas cualidades han propiciado el desarrollo de su infraestructura hotelera y lo han convertido en uno de los destinos turísticos importantes del País.

Las playas de Mazatlán y del sur de Sinaloa son por lo general estrechas, de perfil suave y están asociadas a bermas o dunas estabilizadas por la vegetación permanente. Su explotación turística sustentable requiere utilizar la playa de tal manera que se evite la construcción de obras de protección (muros, apilamientos de rocas, espigones, escolleras), ya que interfieren con la deriva litoral de la arena, lo que provoca erosión y a veces desaparición de tramos de playa. La problemática de manejo se complica debido a que las playas de la región están ubicadas en zonas de oleaje de alta energía y sujetas al azote de huracanes, lo que origina movimientos intensos de arenas y cambios notables de los niveles de arenas.

Estrategias básicas para la conservación de las playas de Mazatlán y costa sur de Sinaloa

Para comprender la problemática que genera la construcción de muros y otras obras civiles sobre las playas, se presenta a continuación algunos aspectos básicos sobre la dinámica de la arena que forma a las playas y la interferencia que produce la actividad humana sobre ellas. De estas consideraciones se desprenden las estrategias básicas que se deben de aplicar para poder conservar las espléndidas playas arenosas que caracterizan a nuestra región.

Las playas y sus extensiones submarinas no son superficies estables pues se acrecientan y erosionan en respuesta a los cambios de los niveles de energía asociados con el oleaje. Una sola tormenta puede desgastar una gran porción de la playa en horas. La arena usualmente retorna en un periodo de meses por un régimen de oleaje menos severo. De manera natural, la configuración de la playa tiende a alcanzar un equilibrio.

La playa tiene una función que generalmente no se le reconoce: sirve como un amortiguador natural de energía entre el océano y la tierra firme, pues esta es la última barrera que protege a la tierra de la energía del oleaje que es descomunal. Cuando se destruyen o remueven estos amortiguadores naturales se deja a la costa y a las propias construcciones que ahí se levantan expuestas a los efectos erosivos de las olas.

La mayoría de las veces estas construcciones, al interferir con el movimiento natural de la arena son, paradójicamente, la causa de que las playas que las protegen se destruyan o deterioren. Los mayores problemas de conservación tienen su origen en el desconocimiento de los procesos naturales que se presentan en las playas.

La arena que forma a las playas está en un estado constante de flujo, moviéndose en todas direcciones, perpendicularmente y a lo largo de la playa bajo la influencia de olas y corrientes. La figura 1 muestra cómo varía el perfil de una playa cuando está sometida a condiciones diferentes de oleaje. En temporadas de tormenta el oleaje erosiona la berma (porción casi horizontal de la playa) cuando la arena que la constituye es removida hacia la playa sumergida para formar una barra o serie de barras paralelas a la costa. En estos tiempos la playa presenta una berma reducida o puede carecer de ella. Al perfil de playa resultante se le conoce como perfil de tormenta.

En contraste, durante la temporada de oleaje normal (denominada oleaje distante o swell), la playa se caracteriza por presentar una berma amplia y con un perfil de pendiente más suave, sin presentar barras en la playa sumergida. Este tipo de perfil de playa se conoce como perfil de mar en calma o perfil swell. Cuando la playa está en equilibrio, el volumen de arena removido hacia la playa sumergida durante la temporada de tormenta regresa a formar parte de la berma durante la temporada de oleaje swell, es decir, el sedimento deriva de la berma a la barra y regresa cíclicamente, El volumen de arena involucrado en esta dinámica permanece relativamente constante.

Figura 1. Perfiles de la playa asociados con movimientos de arenas producidos por condiciones diversas de oleaje.

La construcción de muros y estructuras sobre la playa y zonas de dunas adyacentes, provocan erosión al interferir con el mecanismo natural restaurador de la playa, generando un desbalance en el volumen de arena involucrado en los procesos de intercambio de arena: duna-berma-playa sumergida.

Otro de los efectos principales de la acción del oleaje sobre la costa es el de generar corrientes en la zona de la playa sumergida, las cuales son responsables del movimiento de los sedimentos litorales que forman la playa. En las playas de Mazatlán y sur de Sinaloa la deriva litoral de arenas a lo largo de la costa se caracteriza por su reversibilidad estacional y magnitud considerable, estimada en cientos de miles de metros cúbicos de arena por año.

En estos ambientes de alta energía del oleaje, la interrupción de la deriva litoral de la arena por estructuras u obras de protección costera, pueden romper el equilibrio estacional con consecuencias que pueden llegar a ser desastrosas para algunos segmentos de playa, por lo que se requiere implementar estrategias de conservación basadas en el conocimiento de la naturaleza y funcionamiento de las playas.

En el municipio de Mazatlán existen dos zonas de playa claramente definidas: 1) Los tramos de playas vírgenes, sin construcciones costeras, relativamente libre de ocupación humana, como es el caso de la Isla de la Piedra y la parte central norte del segmento Cerritos- Punta Gruesa; 2) El resto de las playas ubicadas la mayoría en las áreas urbanas del municipio. La mayor parte de estas playas están impactadas porque ha habido un control inadecuado sobre la regularización de las edificaciones y la construcción de obras de protección costera.

En el primer caso, tramos de playas vírgenes, la mejor protección de estas playas se lograría reservando una franja amplia de playa que esté protegida por una zona de dunas o bermas que reciban las olas de tormenta (zona de amortiguamiento, Figura 2).

Figura 2. La mejor estrategia para la conservación de playas tropicales de perfil suave es el emplazamiento de todas las estructuras permanentes a una distancia mínima ubicada detrás de la línea de dunas o bermas que colindan con el mar.

En el segundo caso sería imposible establecer las “franjas de preservación” pues la mayor parte de los tramos frente a la playa ya están fincados o vendidos. En estos lugares las autoridades locales que estén a cargo del control de las construcciones en las playas deberían evitar la reconstrucción en el mismo sitio de propiedades que hayan sufrido daños por causa de la erosión del oleaje. De esta manera el alineamiento de las construcciones nuevas debe moverse hacia atrás tanto como sea posible para prevenir la recurrencia de los daños.

Por su ubicación geográfica la costa de Mazatlán y del sur de Sinaloa son particularmente susceptibles a los efectos devastadores de los huracanes o ciclones tropicales. El calentamiento climático podría incrementar la intensidad de estos fenómenos y por lo tanto aumentar las pérdidas humanas y económicas cuando estos meteoros azoten nuestra región.

Algunos científicos estadounidenses consideran que los niveles ascendentes de dióxido de carbono en la atmósfera tienen poco que ver con las pérdidas millonarias que recientemente han ocasionado los huracanes al incidir en regiones de alto grado de desarrollo costero. Ellos argumentan que es el mismo desarrollo costero lo que ha provocado esas pérdidas enormes: a mayor construcción, mayores pérdidas. Proponen que la manera más efectiva de reducir los daños es construir menos sobre las costas.

Es obvio que no se puede detener el promisorio desarrollo costero de Mazatlán y sur de Sinaloa; lo que sí puede hacer el gobierno es regularlo impidiendo que se siga construyendo sobre las playas y en zonas susceptibles de inundación.

La preservación de una franja amplia de terreno contiguo a la playa en las nuevas áreas de desarrollo es fundamental para contrarrestar el probable ascenso del nivel del mar por cambio climático y prevenir los daños y la erosión ocasionada por los huracanes que pueden incidir con mayor frecuencia y fuerza en las costas de la región.